Por Omar López

El mundo de las letras, de pronto lo siento como con demasiadas letras: una sensación de sobre población de retórica “poética” apelando a lo más recóndito de la condición humana con la idea de romper esquemas, estéticas o tradiciones del lenguaje común y corriente. O también, ejerciendo una eventual angustia existencial que se la juega entre el manoseado “abismo o vacío” y de vez en cuando, una ensalada de maldiciones al ser urbano, al otro o a los otros precarios y dóciles, en su rutina anual de trabajo-vacaciones-trabajo.

Intuyo que nos movemos en la niebla: Nuestras palabras rara vez alcanzan la madurez de un árbol que pueda sostener la estatura de su consigna. Es decir, aquel discurso de los años setenta si bien, ignoraba la proximidad de un túnel, al menos nos inyectó la convicción de la alegría y no llegamos más allá de un ocasional “pito” de marihuana, para desnudar la piel por dentro. Distinto hoy, donde la droga dura y el traguito se incuba más menos a partir de los doce o trece años y se convierte en otro incendio de bosque inextinguible en una generación de jóvenes que al parecer, está más cerca del desencanto y de la inmediatez de “vivir emociones fuertes” antes que asumir compromisos sociales. Y la culpa no es de ellos, es el sistema imperante a nivel planetario que no respeta ni le interesa el desarrollo humano con un sentido de creatividad y bondad hacia la naturaleza y hacia sus semejantes. Desde la educación hasta los cementerios están diseñados económica e ideológicamente, para robotizar al animal hombre en nombre de su bienestar y (disfrazado ) narcisismo. En su metro cuadrado y sus marcas “exclusivas”; en su reluciente “ libertad” vigilada o infiltrada por el engranaje de la computación a domicilio. Una vez atrapado en las mentadas redes, el minuto siguiente, es un sonriente laberinto.

Luego, será que nos queda grande el desafío del lenguaje preciso o eficaz para remecer la base del individualismo. O es la indiferencia existencial de una masa cautiva frente a cualquier evento que estimule el pensamiento en tiempo real como última trinchera ante el dominio universal de los grandes capitales. Tal vez, un poco de todo y la resonancia aquella ( cada noche más pálida ) de que…”mañana será otro día”.

Omar López
Puente Alto, lunes 13 marzo 2023.