Por Felipe De la Parra Vial

La realidad supera a la realidad en Chile.

Sucede en el mismo país de dos premios nobeles de literatura. En el mismo meridión donde los matinales televisivos se abalanzan a una monja para interpelarla acerca del cadáver de una mujer cortada a pedazos, escondida en una maleta, botada en la calle. La supuesta religiosa cubre su rostro y su disfraz de santa conmueve a la audiencia, a pesar del delito y la congregación inventada. Nadie la interpela.

La noticia podría ser un poema de Parra, o el pie para un breve cuento fantástico de Diego Muñoz Valenzuela o un relato punzante de Pía Barros. No sería raro que Heredia, el personaje de Ramón Díaz Eterovic, buscara una vuelta de tuerca para dilucidar el crimen de las monjas falsas antes que el fiscal de turno.

Escriben.

La creatividad artística es desafiada por la originalidad de la vida misma y por el registro de un momento único. Por mientras, a lo largo del país, muchas escritoras y escritores, poetas, miles, trabajan para el sueño de publicar un libro y distribuir las ideas en busca de la palabra perdida. Así, para cambiar el mundo desde la señal enamorada, de la historia policial justiciera, de manera breve, o en una ficción fantástica. Son las escritoras y los escritores: indomables, porfiados y perennes.

Escriben.

A principio de este abril, la Corporación Letras de Chile tuvo elecciones y renovó su directiva de cerca de un centenar de creadoras y creadores, que persisten desde 24 años en organizar su hacer en “contribuir al desarrollo de la cultura nacional, fundamentalmente desde la perspectiva del fomento del libro y la lectura, buscando la integración de los escritores como entes activos al proceso de difusión de la literatura, y desarrollando el trabajo conjunto de agentes culturales relevantes, tales como: profesores, bibliotecarios, periodistas, académicos, investigadores, críticos, editores, libreros y distribuidores”, según reza su declaración de amor por la literatura en un país donde todavía existe el IVA a los libros, donde tener una librería en el barrio es una quimera y las bibliotecas públicas cierran temprano sus puertas… cuando hay bibliotecas. El plan de tener bibliotecas al interior de las salas de clases de la educación pública se parece todavía a la ciencia-ficción.

Escriben.

En un reciente viaje a la capital peruana, en Lima, descubrí que las librerías gozan de buena salud. En los barrios se encuentran muchas de ellas y en más de una, se alían con el servicio de un café y un pastel. Los precios son más bajos comparados con Chile. Una cadena de librerías, por estos días, ofrecía liquidaciones de libros a dos y cuatro mil pesos, para niños, jóvenes y adultos. De buena calidad y nunca viejos y de sobras. Era evidente que funcionaba una distribución atenta a los últimos libros y en todas se anunciaba la aparición del libro inédito de Gabriel García Márquez, “En Agosto nos vemos”. Era como volver a Buenos Aires, cuando era el país de los libros, premileimente hablando, años atrás.

Sin embargo, las escritoras y escritoras de Letras Chile, como uno de los ejemplos del mundo literario chileno, siguen escribiendo y desdoblándose en distribuir la palabra en los sectores populares como lo hicieron trabajando en “Poesía es Memoria” en las comunas de Puente Alto, Villa Sur-Macul, San Joaquín, La Pintana, Cartagena, entre otras; o en el Barrio Yungay que llevan, en estos dos últimos años, siete jornadas de “Literatura en Casa”, donde escritoras y escritores leen sus trabajos con las vecinas y vecinos del barrio icónico de Santiago. Tarea que sucede también en regiones, en colegios profesionales y establecimientos de educación pública. Y, como si fuera poco, organizan por años encuentros internacionales con sus pares latinoamericanos con la Ficción Breve, la Novela Negra y la Novela Fantástica.

Escriben.

“Por su parte, la Secretaría del Libro, -informa el ministerio del sector – a través del Plan Nacional de la Lectura, que busca aumentar el acceso a la lectura de las personas, realizó 159 actividades regionales, en el marco de la implementación de los planes de la lectura… el Plan logró cubrir las 16 regiones del país, y específicamente184 comunas, llegando a más de 10.000 personas”. Textual de la Cuenta Pública 2023. Como si fuera un logro.

¡Ogro! habría que exclamar en un país de 18 millones de personas.

En la cuenta pública del gobierno, del año pasado, no se dice cuántos libros hizo el ministerio del sector. La última cifra, hace un par de años, era de unos 80 libros.

En el último informe estadístico de la Agencia Chilena del ISBN, International Standard Book Number, bajo el alero de la Cámara del Libro, recientemente aparecido, señala que “el año 2023 la inscripción de nuevos libros experimentó un aumento de un 12,19% con respecto al año 2022, alcanzando un total de 9.298 registrosLa materia Literatura lidera los libros registrados durante 2023, alcanzando un total de 4.041, cifra que representa el 43,46% del total de nuevos libros… el género literario más publicado fue la Narrativa con 1.187 registros… Las llamadas Autoediciones – aquellas en que el autor es el responsable de la edición – llegaron a 1.473 libros, lo que representa el 15,87% de la totalidad registrada”.

Escriben.

Somos un país donde se publican algo más de nueve mil libros y que la mitad la escriben escritoras y escritores con ingenio, talento y esfuerzos personales. La nada misma en un mundo donde se publican más de 2 mil millones de títulos con un mercado que va al alza de 14 mil millones de dólares y que se espera un crecimiento, en los próximos años, de 33 mil millones de la moneda norteamericana. Un mundo de más de dos mil millones de lectores…

Escriben.

Cincuenta años atrás en Chile, la cadena más importante de distribución, -los quioscos de diarios- se llenaban de libros y los tirajes partían con 10 mil ejemplares… y se agotaban. Existían distribuidoras independientes que articulaban un mercado efervescente, ávido de leer.

Quimantú se llamaba el fantasma que recorría el país con la palabra entretenida, sabia y embelesada.

¿Y qué hace el Estado hoy?

De pronto, las escritoras y los escritores, poetas, siguen su periplo en la construcción y cuenta del imaginario chileno. Sus personajes, sus amores, sus haceres, aparecen una y otra vez, develan los mundos paralelos donde habitan los migrantes criollos y latinoamericanos de la sociedad chilena. Incluidas las monjas falsas.

Escriben.

Entonces, siguiendo los consejos de la Poética de Aristóteles, -el primer tratado de la creación artística- deberíamos morir todos en el drama griego, apostando a crear en la audiencia que se produzca la catarsis para aprender la lección.

Eso explica, probablemente, que se celebre a nivel mundial la fiesta del libro el 23 de abril en conmemoración de las partidas, en ese día de 1616, de Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega.

En una de esas, los escritores y las escritoras, poetas, son publicados, las imprentas y las editoriales reciben el fomento del Estado, se distribuyen los libros en los quioscos y en las salas de clases. Y resucitamos.

Literatura en casa Yungay
Literatura en casa Yungay