Agustín Baeza San Martín, estudiante de matemáticas (2005), ha enviado algunos cuentos y poemas a Letras de Chile. Damos a conocer a nuestros lectores uno de sus relatos.

LUNA DE MIEL

Por Agustín Baeza San Martín

—¿El padre Esteban los va a casar? — dijo Manuel mientras caminaba junto a Rosario por calle “O” intersección calle “P”, población Joao Goulart.

Cura rojo cura comunista como todos los curas hijos de perra vende patrias que esconden armas en las iglesias todos rojos se hacen los de las chacras andan con guerrilleros cubanos rusos de mierda el que nada esconde nada teme escondiendo el curita weones en la iglesia el sacristán decían.

—Sí, el miércoles — dijo sumisamente Rosario camino a comprar tres bolsas de té donde la señora Mercedes.

Se le nota en la cara si no pudimos bautizar al Emmanuel con dos emes porque suena francés por los curas rojos comunistas si ya andaba el primero en los camiones que botaban en la esquina los comunistas del MIR así no compraba leche con el sueldo de inspector de patio que le dio la mamá mamón vieja estúpida si le gustan los cabros chicos a la señora si con Tránsito que se va a casar lo intentó varias veces no sé si le habrá resultado algo debió haber caído vieja enana cara de petiza.

⁕⁕⁕

—… recibe esta alianza en señal del amor y fidelidad a ti —dice Tránsito mientras inserta el anillo en el dedo anular izquierdo de Pilar.

Es tan hermosa cuando me dijo ay si en el matorral con esa misma mirada fue tan rico solo que las espinas pinchaban hasta en la raja jajá el rubor siempre ruborizada seria perdida pensar que tanto tipo pretendiéndola y se quedó con el huacho algo bueno tendré que tener si le gusta irme a ver jugar a la pelota si me veía buen mozo con el equipo de la fuerza aérea buena tela de calidad.

—… recibe esta alianza en señal del amor y fidelidad a ti —repite Pilar mientras inserta el anillo en el dedo anular izquierdo de Tránsito.

Me carga esta iglesia San Pedro y San Pablo me cargan todas las iglesias me da miedo todos son rotos está lleno de rotos dice siempre mi papá pero igual vivimos acá rotos nomás y maricones como el Juan Manuel de al frente que anda limpiando las casas y pasando el chico incluso la Clarita me había dicho algo del Tránsito no sé no era maricón si se arregla mucho la Clarita me lo había advertido pantalones aflautados esta chaqueta morada de terciopelo que se hizo con las cortinas del congreso si no fuera por lo del matorral le conté a la Clarita que no lo era así que no lo era.

En la iglesia de San Pedro y San Pablo, donde el padre Esteban Gumucio era parroquiano, se oficia por él mismo la ceremonia de matrimonio entre Pilar Gutman y Tránsito San Esteban.

—Jaime — dice Niza entre susurros a Jaime mientras observa el oficio sentada a un extremo de la banca — ese era el cura que te conté, el de los Gumucio, éramos vecinos de ellos.

—¿Cuándo viviste con los Brito? — susurró Jaime a los oídos de Niza.

—Sí — susurró Niza de vuelta — allá en Ñuñoa, con mi tía Sole.

Vieja de mierda levantada que nos trataba a todas como empleadas pobre Tránsito quedó solo menos mal me fui joven aunque haya sido con Jaime a una mediagua cuchitril menos mal ya no dios nos salvó virgen Jesús que te veo si se nota en tu mirada sálvame de eso.

—¡Shhhhh! —

—Ah. Ya veo — dijo Jaime más despacio.

—Silencio pues.

Hice los cheques o no si mañana hay que ir a cobrarlos al banco sin falta hay que hacerlos apenas llegando calibré o no la máquina también tendré que imprimirlos los usé todos el de Chile era esta vez sí el de Chile la otra vez fue el Estado sí si igual está rica la Wandita tiene buenas piernas pierna firme la hermana de mi cuñado qué no le haría le metería de todo menos miedo total uno es hombre y hay que respetar lo que dios le dio a uno si con la Niza nada que nada uno no puede quedar atrás de brazos cruzados pícaro pícaro.

—… que el hombre no separe lo que dios ha unido— dice el padre Esteban Gumucio.

—Amén — dicen los novios, dicen los invitados, dicen Jaime, Manuel, Rosario y Niza. Todos al unísono como una sinfonía de Mahler, como el Veni Creator Spiritus pero cantado con una marca terrenalmente vulgar y poco docta en el arte de la música y el pensamiento espiritual. Aunque faltaba alguien, ¡la familia de la novia! Católica, bah, esos paganos.

Vuela el arroz por los aires, como el maná que nos entrega el señor para alimentarnos, nuestro néctar y ambrosía. Felicidades a los novios. Cásense nomás. El padre rojo comunista vende patrias. Sonrisas cínicas de allá a acá. Los rotos de la yugular. Los cheques, los cheques. No estoy embarazada, el matorral. Por algo se casó mi hermanito con la marihuanera. Dios los bendiga. Brazos enlazados, blancos y aterciopelados de un amor juvenil, la suavidad pasional con que se ve el amor.

—¡Ay! Felicitaciones, hermanito — dijo Wanda — mi hermano lindo que se casa, igual a ti Pili, cuídamelo por favor.
Ya era hora el tiempo pasa sí cómo no me ha pasado por mí tan regia puta que le queda mal esa chaqueta a mi hermanito maricón no aunque hay que ver si hombre que se niega a mujer hombre no es sin importar la situación son tan manipulables si después de todo todos buscan lo mismo en una que tiene para darles todo lo que ellos quieren aunque a veces quieren que sea maga o malabarista que se creen aunque fuera entrenada para la cuestión.

Horas antes habían decidido ir a Valparaíso en busca del progenitor no presente, el padre sin el hijo. Así podemos estar un rato solos, así podemos cumplir con nuestros deberes matrimoniales tranquilos. En casa van a estar mis papás, nos van a interrumpir. Con la plata de los regalos, sí nos alcanza. Desde que murió mi mamá que no lo veo, mi mamita. Embutidos, una bolsa de embutidos la levantada, si con los cheques del Jaime gana plata, más truchas las weas. A Jaime se le caen diez lucas para que una las recoja, pero hay que hacerlo con el poto contra la pared, si no…

En los tiempos remotos de un Chile de antaño, antes que los númenes hubieran creado al hombre moderno, existía un medio de transporte llamado tren. Los trenes son moles largas y delgadas de múltiples materiales, que se guían por dos rieles de hierro paralelos a velocidades inalcanzables por la lenta mecánica del cuerpo humano y hacen chu chu. En aquellos dispositivos de antaño Pilar y Tránsito montaron, aquellos en el primer expreso del día camino a Valparaíso desde la Estación Central. Tercera clase; comiendo embutidos; picados por las pulgas.

Chu, chu. Chucu, chucu, chucu.

¿En qué calle vivía? “Siempre Viva” 503 o “Pasaje la Villa” 503 o “Sargento Lira” 503… El sargento Lira, mi compadre. Se puede decir que soy macho probado, hasta yo dudé. Eran buenos cabros, pero Lira era especial. Me acuerdo cuando salimos ese día libre, aún no estaba con la Pili. ¿Dónde vamos Tránsito? Conozco unos lugares cerca del congreso, hay minas ricas. Vamos a un lugar más tranquilo. Donde “Los Músicos”, ahí vayamos, créeme te va a gustar y es más tranquilo.

¿Qué se sirve compadre? Yo invito… Puta que te quiero Lira. Eres el mejor amigo que se puede pedir. Salimos los dos bastante ebrios, libando aún con nuestras mentes en el aire. Era de noche, estábamos cerca de su casa, vivía solo. Puta que te quiero compadre. Le di un beso en la mejilla. Él respondió con un beso en la mejilla. Le di otro más cerca de la boca. Él me dio otro en el extremo del labio. Yo otro en la boca. Entramos a su casa en El Llano, me tuve que quedar, pues el toque de queda. Pero no, soy hombre después de todo. Al menos salí de la duda, que es lo que importa.

No estoy embarazada, sé lo que todos piensan. Me llegó la regla, y si no fuera, mi madre es experta en abortos. Cuantas veces no abortó. Si no es tan terrible, como un trámite más debe ser, mientras no se vea la enagua con sangre. El jabón Popeye sirve para limpiar la sangre. Tengo tanto trabajo, cosas que coser, me van a retar los turcos de mis jefes. Tengo que coser como trescientas panties. ¡Ay! Viene el túnel, no soporto la oscuridad. Siempre me ha dado miedo la oscuridad, desde esa vez…

En la canícula de enero, cuando llegando la noche se asoma Orión por el oriente, fuerte y prístino con su espada y cinturón trinitario, lo vemos allí, en la esfera celeste sobre los imponentes Andes. Aquella primera noche silenciosa en la casa patronal de veraneo, reemplazando a su madre en las labores de empleada. Pilar dispuesta a dormir siente la suave brisa de las noches de ensoñación, mirando las estrellas por su ventana. Cierra plácidamente los ojos, cuando siente unos pasos viniendo del pasillo, los siente cada vez más cerca y se dirigen a su puerta. La manilla es girada lentamente, casi sin producir ruido, pero es interrumpida por el ladrido del perro familiar.

—¡Silencio, Toby! — le grita la señora al perro.

Asustada Pilar, con todas sus fuerzas logra mover el ropero y obstaculizar la entrada a su habitación. El sueño se vuelve intermitente y ligero, como si alguien la moviera por dentro.

Junto a Eos, la aurora, llegaron los gritos:

—¡Pilar! ¡Pilar! ¡Niña! — grita la patrona desde la cocina — ¿Aún durmiendo? Nada de flojitas acá.

—Mierda — dijo para sí, y respondió — ¡Ya voy, señora!

Descubrió la entrada a su habitación, abrió el ropero, retiro el uniforme del gancho y posó sobre su cama. Se desvistió, cambió de ropa interior, peinó un poco y vistió el uniforme. Presta a cocinar el desayuno salió de la habitación, cerró la puerta y caminó por el pasillo. Unos brazos firmes desde atrás rodearon su cadera y la esquinaron de espalda a la pared. El hijo de la señora, él la estaba tocando, él la manoseaba, él tomaba su trasero e intentaba robarle un beso, mas no de amor.

—¡Ya pues, Pilar! — gritó nuevamente la patrona — ¡Apúrate!

—¡Voy yendo, señora! — responde Pilar.

En ese momento los brazos la soltaron, y asqueada de los toqueteos se dirigió a la cocina.

—Tanto que demoraste, niña — dijo la señora.

—Disculpe señora. — Mientras prepara la palta. — Es que anoche no dormí bien — añade tímidamente.

Los espléndidos días del verano litoral llenaban de júbilo a los veraneantes. Pilar cocinó una cazuela de ave para el almuerzo, el choclo está en temporada, hay que aprovechar. Y pantrucas, al hijo de los señores le gustaban. Durante un descanso, se acuerda, de los tiempos de esplendor en aquella ciudad. Los tiempos en que el poeta con su “Non serviam” escribía mirando las ondas del mar, se lo habían enseñado en la escuela a la cual no iba desde los once años.

—¿Para qué vas a la escuela? —

—Pero, si me gusta. —

—Nah’. ¿Pah’ qué? Mejor quédate en casa, y ayúdame. —

—Bueno, mamá. —

Se acuerda de su abuela, era su regalona. Cuando tenía once años falleció. La extraña. Su madre prefería a Beatriz. Su abuela, a ella.

—La abuela murió.

—Bueno…

El día del velorio, cuando realizó la inevitabilidad de la muerte, algo cambió en ella. Ya no podía demostrar, no podía sonreír ni abrazar. Le costaba mucho. Su timidez se vio acentuada.

—Acaso no lloras por la abuela — le repetía Beatriz.

—No…

No podía decir más, la pena era muy grande. Y nunca se fue.

—¿Quién es la niñita más linda del mundo?

—Beatriz, abuelita.

—¡No! Tú lo eres. Que nadie te diga lo contario.

—Pero Beatriz baila Sevillana… y es rubia.

  • Pero no tiene esa sonrisa, ni tiene esos ojos.

Beatriz siempre ha sido más bonita y creída. Es la favorita. A ella la dejaron terminar el colegio; no era para las tareas del hogar, pensaba mi mamá.

Corrió una lágrima por el rostro inexpresivo de Pilar, y junto a aquella, la tarde. El ocaso se acerca, hora de preparar la cena. A lo lejos se escucha el silbido del último tren que va a Santiago, siempre le traía buenos recuerdos de cuando su padre podía llevarlos a Cartagena de vacaciones.

Esta noche se dedicaría a dormir, no quiere que la patrona la vuelva a retar. Bloqueó la puerta con el ropero y se acostó a dormir plácidamente.

El mar estaba calmo, sentía la arena en sus pies descalzos. Las estrellas le hablaban, le susurraban y Selene la abrazaba con todo su esplendor. El viento semicálido, perfecto para disfrutar de los ensueños bucólicos. La mar toda frente a ella, esa mar que muchos antes hubieron surcado, que no terminaba en el horizonte, sino que continuaba con el camino que la luna dejaba en el agua, camino que la podía elevar más etérea que las estrellas. Indecisa de continuar por aquella senda, lentamente se acerca al agua. Le llegó a los tobillos, no más, siempre a los tobillos, porque el camino se hace al andar de Diana. No se atrevía a avanzar más. Aunque si tan solo inten…

¡Quiquiriquí!

El olor de la mañana la hubo despertado, y con un beso Aurora la recibía. Se duchó, vistió el uniforme y dirigió a la cocina. Tiene que preparar el desayuno, la señora pronto va a despertar. Este va a ser un día como el anterior, y lo fue. Detesta los domingos, le recuerdan que puede pensar, el silencio la obliga a estar consigo misma y afrontar su realidad. Soledad, miserabilidad, inutilidad. El recuerdo de la memoria. El preámbulo a la rutina, la misma que te lleva al recorrido dantesco o a la colina con una piedra que siempre cae a cuestas. Da lo mismo.

Esa noche volvió a pensar en Huidobro, extrañaba ir al colegio. En pijama, con el ropero obstaculizando la puerta, presta a dormir cerró los ojos. En horas de avanzada la noche, cuando el ángel de la muerte ronda por las calles como por Egipto, alguien desde fuera, con una hoja de papel corre el seguro de la ventana; daba al patio. El hijo de los señores la contempla por unos instantes, la ve indefensa y virginal. Se acerca, le cubre la boca con una mano, corre el cubrecama y las sábanas. Pilar se mueve desenfrenadamente, pero la tienen atrapada. Paso su otra mano acariciando los aún pequeños pechos, luego baja al abdomen, y finalmente bajo la ropa interior. Acaricia su vulva, mientras Pilar desesperada intenta liberarse. Parecen segundos eternos de desesperación, pasa tan lento y las lágrimas caen rápidas ante la gravedad. Intenta morderle la mano, pero la aprieta más fuerte. Aquel se acaricia el pene por sobre el pantalón. Logra morderle la mano en un intento desesperado.

—¡Señora! ¡Señora! — aúlla con todas sus fuerzas Pilar.

La madre de aquel con todas sus fuerzas mueve la puerta y el ropero. Encuentra a Pilar semidesnuda llorando, una brisa entrando por la ventana abierta y el bulto que forma el pene erecto de su hijo en el pantalón de pijama. Pilar toma sus cosas, y se va sin decir palabra alguna.

…que quedé sola en la oscuridad con ese tipo; el hijo del patrón de mi mamá, viejo cochino.

Evangélica se dice mi madre. Pamplinas. Viene el túnel.

—Abrázame, porfa — dice Pilar.

—Ya, monita — dice Tránsito mientras abraza a Pilar pasando chu chu por el túnel oscuro para llegar a Valparaíso a buscar a su papá que los podría alojar comiendo embutidos jamón serrano arrollado con poca plata apenas para comprar comida.

—Tengo frío — dice Pilar.

Le entregué mi flor de la montaña no fue el primero también el Juancho y la Ludmila pobre amiga maraquilla era tan bonita pero el trabajo el deber la llama la otra vez me la encontré después del toque de queda entrando con el polilla a la casa de los Muñoz la saludé devolvió el saludo. —¡Estación final, Valparaíso! —

Se detuvo el tren en el puerto. Olor a mar, respiren yodo, hace bien para los pulmones. Olor a pipí. ¿Sargento Lira? No me acuerdo. 503, sí, 503.

Así que esto es estar casada, no cambia mucho. No se siente diferente; sobrevalorado. Tengo hambre, pastel de choclo, paila marina. No hay plata, hay embutidos, jamón serrano, arrollado. Vieja tacaña sin vergüenza, ladrona, se hace la que no sabe lo de su marido.

Caen las horas una a una en su carrera por el horizonte, Orfeo las guía. Pero a ellos los númenes no los bendicen, ascensor por ascensor de calle en calle buscan y buscan a la Eurídice paterna, mas nada. Toda búsqueda en vano resulta. Se dirigen al poniente, llegan a muelle Barón y agotados se sientan en un banco mirando hacia la zona norte del anfiteatro.

—Moni —dice Tránsito.

—¿Qué? — responde Pilar.

—¿Estás enojada? — pregunta Tránsito.

—No. Tengo hambre — responde Pilar.

—Yo igual — responde Tránsito — ¿Te quedan huevos duros?

No sé, déjame ver. — Revisa su bolso — Sí.

—Dame uno — dice Tránsito.

—Toma — responde mientras le entrega un huevo duro sin pelar.

Silencio… las olas con su arrulladora música, las mismas canciones que alojaron a Chipre o Glauco.

Se acerca el ocaso.

—Moni — dice Tránsito mientras pela el huevo.

—¿La sal? — responde Pilar entregándole el salero.

—Gracias. Pero no era lo que te quería decir — dice Tránsito mientras rocía sal sobre el huevo duro.

—¿Entonces qué? — responde Pilar.

—¿Volvamos a Santiago? No creo que lo podamos encontrar — dice Tránsito con los ojos tristes.

Tomemos el último tren de vuelta, papá cobarde abandonador, a Santiago. Lo último que nos va quedando, ni siquiera para la micro. Donde tus papás nomás, don Orlando Buen Suegro y la señora Inés Canuta Delgadez. Tendremos que ir caminando.

Da lo mismo, si al final lo que queríamos era pasar tiempo juntos. Si igual lo quiero harto, es buen mozo, chistoso, un poco lacho, pero tampoco me quedo atrás… será buen amigo.

Tránsito y Pilar ya en el tren, tomados de las manos. La cabeza de Tránsito apoyada sobre el hombro de Pilar.

Put your head on my… Huele bien su perfume me gusta excita pero viejo sacowea y mi mamá necesito a mi mamá por qué tuvo que morir ella además por un pastel de choclo quien mierda se atraganta comiendo pastel de choclo con el pollo del maldito pastel si al final es blandito menos mal estaba la Niza y llamó al vecino Jaime bueno ahora es su marido pero era igual de atorrante que uno más qué se cree ahora si era más pobre que nosotros pero bueno al final igual nos ayudó ese día para llamar al hospital no se pudo hacer mucho harto tiempo sin respirar igual uno niño no se daba cuenta la tía Sole me tuvo que decir que mi mamá ya no estaba vieja tacaña menos mal mi abuela había comprado el mausoleo si no dónde hubieran enterrado a mi mamá sí me acuerdo de la casa de Recoleta cuando me mandó a buscar al cementerio un carrito para llevar el ataúd no le costaba nada pagar una carroza si estábamos al lado pero ahí yo llevando a mi mamá en el carrito pensé que no me lo iban a pasar pero parece que era más común de lo normal si igual en Chile no había tanta plata aunque si solo nosotros éramos pobres si mi abuela no se llevaba bien con mi mamá ya es tarde ojalá no nos pille el toque de queda porque si no no sé qué nos podría pasar igual tuve que haber aceptado pero yo trabajando en la DINA capaz en qué cacho me habría metido o estaríamos mejor igual si tampoco tengo mal trabajo no si no tengo archivando con mis compadres de la junta militar igual la paso bien ah sí sí si nos pilla el toque mostraré la credencial del congreso en una de esas pasa nunca se sabe pero igual es peligroso si tenemos que ir caminando no sé bueno no quiero pensar mucho igual estoy cansado de ir todo el día arriba y abajo en busca de ese viejo cobarde si yo me acordaba de la calle capaz que ya esté muerto o no nos quiso abrir la puerta no sé no sé pero creo que voy a dormir intentaré dormir sí pero hay mucho ruido no sé.

Ambos se acurrucan en un abrazo juvenil. Tenemos sueño. Pilar cierra los ojos y abraza a Tránsito mientras pasan por el oscuro túnel en el otro sentido, Tránsito apoya su cabeza en el hombro de Pilar y le dice que por qué no hacen un pastel de choclo al llegar para celebrar el matrimonio.

Llegan a Estación Central, salen hacia la Alameda, caminan hacia el oriente, en una calle giran a la derecha, siguen recto, pasan detrás del Club Hípico, giran a la izquierda y cuando llegan a Industrias giran a la derecha, siguen recto, giran a la izquierda en Callejón Lo Ovalle, giran a la derecha por el 19 de Oriente, siguen recto hacia el sur. A una cuadra de la iglesia evangélica hay una casa por la vereda poniente, llaman a esa casa. ¡Alóh! ¡Mami! Inés abre la puerta, pone una tetera sobre la llama y les prepara un té.