Por Marcelo Cabello M.

Fuente: www.elmostrador.cl

Recientemente culminó el encuentro »Sea breve por favor», donde narradores chilenos y extranjeros coincidieron en el valor literario de las mini ficciones. Incluso, algunas editoriales se dedican a publicar estos relatos, y otras organizaciones invitan a escribir, como Plagio y su concurso »Santiago en 100 palabras», que este martes lanza su séptima versión. No hay duda de que el certamen “Santiago en 100 palabras” es de alta convocatoria, pues cada año son miles los ciudadanos de distintas edades, credos y profesiones que dejan brotar sus alegrías y miedos urbanos, en unos cuantos caracteres de computador o líneas de papel. Breve y preciso, pero con una historia que cause recuerdo y empatía en el lector.

Son autores anónimos de años, algunos ni siquiera lo han pensado como un oficio que traiga réditos. Sólo por “amor al arte” o ver su texto, alguna vez, publicado en las estaciones del Metro o como graffitis en paredes y baños públicos. Tendencia que, con los años, ha venido a ganar un terreno, incluso con respeto entre narradores de verdad, que escriben para vivir o, al menos, generan ciertos ingresos por derechos de autor.

De hecho, a inicios de agosto se realizó el encuentro “Sea breve por favor”, organizado por Letras de Chile, con el fin de analizar sobre el género del microcuento y, por supuesto, disfrutar de las lecturas de escritores y académicos nacionales y extranjeros. Incluso, en el certamen se lanzaron tres títulos nuevos con mini relatos.“Es un género aceptado como tal con todas las características propias del género literario. De hecho, existen editoriales en Argentina y España, como Thules y Páginas de Espuma, que publican microcuentos de autores latinoamericanos. En Chile se ha publicado mini ficción gracias a Ediciones Mosquito, Cuarto Propio y Asterión, vinculado a Pía Barros”, reconoce Diego Muñoz Valenzuela, presidente de Letras de Chile y Premio Consejo Nacional de Libro por los cuentos de “Lugares secretos” (1994) y la novela “Flores para un cyborg” (1996).

Una pieza de relojería

El debate de este formato lleva también a preguntarse qué tan fácil o difícil es escribir en pocas palabras, cuando muchos ciudadanos, sin taller literario ni cursos de narrativa, se atreven con la convocatoria de Plagio, que además edita libros con los cuentos seleccionados.

Para Poli Délano, es un género “difícil” porque “un cuento debe tener historia, y muchas personas se confunden, creen que una reflexión puede ser un microcuento, no es así. En el cuento breve debe pasar algo, que explote. Un autor que haga buenos microcuentos debe escribir 500 y seleccionar unos 10”. Similar opinión sostiene Muñoz Valenzuela, reconocido en el ambiente como un buen cultor de minificción. “El trabajo es tremendo, porque las proyecciones son grandes. Significar mucho en pocas líneas, cada palabra es de alta complejidad y construcción, incluso a veces leyendo y releyendo, en voz alta, se pueden encontrar detalles. El microcuento es una pieza de relojería”.

No obstante, para otros narradores más jóvenes, como el chileno-boliviano Yuri Soria-Galvarro, es un trabajo de menor desgaste. “Es un género que está de moda, en boga, fundamentalmente por sus ventajas de ser breve, fácilmente leíble y, contrariamente a lo que muchos piensan, es de fácil escritura. Escribir un microcuento de tres ó cuatro líneas es mucho más fácil que de 20 páginas o una novela”.

Aclara, eso sí, que “escribir un cuento sale pronto, en cambio un libro de microcuentos requiere oficio”. Lo mismo piensa Délano: “Un autor que haga buenos microcuentos debe escribir quinientos y seleccionar unos diez, por eso creo hay más buenos mini relatos que autores de microcuentos”. A la hora de mencionar favoritos, coinciden en recordar al fallecido guatemalteco Augusto Monterroso. “De su famoso cuento (Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, han surgido cientos de versiones, modificaciones y nuevos personajes”, reconoce Soria-Galvarro, autor de “La frontera” y “Mar interior”, quien además recomienda la lectura de los mexicanos Marcial Fernández y Leo Mendoza.

Para Délano, creador de “Muerte de una ninfómana” y “Este banco del parque”, una buena instancia de lectura de mini ficciones se puede encontrar en algunos textos de Diego Muñoz Valenzuela, Jaime Valdivieso y José Leandro Urbina.

Pasajes a Beijing

La séptima versión del concurso Santiago en 100 palabras invita a “una ciudad que se escribe”, esperando romper el récord de cuentos recibidos y lugares de donde se envía. En sus anteriores ocasiones, se catalogaron 100 mil cuentos de lugares como Chile Chico, Freirina y Alto Hospicio, y de chilenos residentes en Bangladesh, Camerún y Costa Rica

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Este año, los escritores Alejandro Zambra (“La vida privada de los árboles”), Alejandra Costamagna (“Últimos fuegos”) y Roberto Fuentes («Todas íbamos a ser putas”) definirán a los ganadores entre once cuentos finalistas. Se elegirá al primer, segundo y tercer lugar, un premio especial al talento joven (menores de 18 años) y ocho menciones honrosas.

El primer lugar, las distinciones del público (podrán votar vía web entre los once finalistas) y del talento juvenil ganarán pasajes, estadía y entradas para dos personas para ver los Juegos Olímpicos Beijing 2008. El segundo lugar recibirá $ 500 mil y el tercero, $ 250 mil. Además, todos los cuentos premiados serán exhibidos en trenes y estaciones del Metro e impresos en 100 mil postales.

Los interesados podrán a partir de este martes 7 de agosto depositar sus cuentos en los buzones habilitados en las estaciones Baquedano, Quinta Normal, La Cisterna, Plaza de Puente Alto, Vespucio Norte, Plaza de Armas, Escuela Militar y Cal y Canto, o en las oficinas de Metro, ubicadas en Alameda 1414. También podrán enviar sus minificiones a través de del sitio www.santiagoen100palabras.cl.

 Poli Délano, Diego Muñoz Valenzuela y Yuri Soria-Galvarro quisieron compartir con los lectores de El Mostrador algunas creaciones de pocas palabras.

Poli Délano

A primera vista

Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella mostraba los colmillos largos y afilados. El tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro”.

Puntualidad
La mujercita era de tal manera impuntual, que llegó tarde a la hora de su muerte. Como la muerte no espera, se salvó.

Yuri Soria-Galvarro

Salto al vacío

Sabe que mañana estará en los titulares por saltar desde el veinteavo piso, pero ha estado toda la semana esperando este momento y parado en el techo, siente sus manos sudorosas, el pecho ardiendo, el estomago pesado. Las luces titilantes, como público indolente, parecen llamarlo, y él, añora saltar y ya no ser más un hombre solitario y anónimo. De pronto, respira hondo y se lanza silencioso, algunas palomas vuelan y, el malestar desaparece. Como lo había supuesto uno de los diarios titula: Hombre aterrizó en parapente en pleno patio de La Moneda y fue detenido.

La versión de Kafka

Gregorio Samsa soñó que era un insecto de espalda dura y estómago arqueado. Y cuando despertó las seis patitas todavía estaban ahí.

Diego Muñoz Valenzuela

El verdugo

El verdugo, ansioso, afila su hacha brillante con ahínco, sonríe y espera. Pero algo debe vislumbrar en los ojos de quienes lo rodean, que petrifica su sonrisa y se llena de espanto. El Heraldo se acerca al galope y lee el nombre del condenado, que es el verdugo.

El ángel

Un ángel que realiza prácticas de vuelo ilegales en plena urbe, es detenido y juzgado por infringir las leyes de los caminos aéreos, provocar desorden público y no señalizar debidamente. Ante tamaña acusación el ángel no puede defenderse. En la cárcel medita sobre el significado de la libertad y decide buscar una ocupación menos riesgosa.

La vida es sueño

El hombre duerme. Sueña que vuela. El hombre despierta. Cae al vacío.