Crónica literaria de Eddie Morales Piña

Estamos en presencia de un poemario bastante sui generis lo que, sin duda, es altamente saludable en estos tiempos en que hay abundantes escribidores de versos, versainas y versículos. Se trata de un libro que he leído en PDF enviado por su autor a quien escribe la crónica literaria. Todo esto ocurrió mediante las redes sociales. Ante el conocimiento de su lanzamiento on line, según entendí, le solicité al autor un ejemplar. Así llegué a El Escudo de Chile de Luis Correa-Díaz, académico y poeta chileno-norteamericano, según leo googleando. El caso es que el mentado poeta había estado en la universidad donde impartía clases como profesor invitado en un posgrado; sin embargo, nunca estuvimos in situ. Esto es como una atmósfera kafkiana, o un cuento borgeano, o simplemente puro realismo mágico. La lectura de este texto que está ya publicado en formato libro de papel -qué cosa más rara decir esto, pero hay muchos que están encapsulados en modernas tecnologías a las que el poemario de Correa-Díaz no les es ajena- es una sorpresa poética rupturista y deconstructiva. A ningún lector le podrá dejar indiferente, sea que acepte o no la propuesta o programación poético-lírica del textum, porque en el nivel más profundo hay una voz poética que se manifiesta críticamente acerbo al acontecer tematizado que no es otro que esta larga y angosta faja de tierra que es Chile, fértil provincia y señalada, como dijo don Alonso y con quien el poeta Correa-Díaz dialoga en su discursividad.

El poemario como lo dije se denomina El Escudo de Chile. Cuando ingresé a la lectura nos llamó la atención la portada -enviada por su autor- en la que que aparece el escudo nacional dentro de un código QR. El escudo juntamente con la bandera chilena forma parte del imaginario de quienes conformamos este país. Escudo y bandera son emblemas heráldicos, además de las escarapelas o el propio himno que -según dicen que dicen- salió ganador en un concurso in illo tempore. Al código QR le tengo temor. Creo que nunca lo he usado. El escudo encapsulado en él me llama la atención. Es como una imagen de las vanguardias históricas, por ende, deconstructiva y rupturista. Leí por ahí que haciendo uso del código este nos lleva al perfil del poeta en la Universidad de Georgia en USA donde es académico. Estamos, por tanto, en la plenitud de una nueva forma de hacer poesía que ni los vanguardistas se lo imaginaron. Todo esto es sumamente interesante, y una provocación al lector -en el buen sentido del verbo provocar. En las iniciales páginas interiores, el lector -también la lectora- se sorprenderá con otra imagen transgresora -creo que estamos en presencia de una neovanguardia posmoderna. Como bien recordará el/la lector/a, el escudo nacional tiene simbolismos adscritos en él desde el instante en que se les concibió como un signo identitario de la nación. Esto lo sé por las clases de historia en el colegio y que quedaron inscritas en la memoria. El escudo definitivo es aquel que tiene en su heráldica a un cóndor y a un huemul y una leyenda que dice por la razón o la fuerza. El hablante lírico -la transposición lingüística del emisor histórico llamado Luis Correa-Díaz- deconstruye el lema por la unión hace la fuerza. Y en un guiño al primer escudo reemplaza al cóndor y al huemul por dos figuras aparentemente jóvenes, uno de los cuales rocía con un spray de pintura el escudo. Una especie de grafiti, como tantos que hay a nuestro alrededor. Post tenebras lux. Al interior de esta instalación se desplaza la estrella -allí hay un QR, que no sé a dónde nos conducirá.

El Escudo de Chile es un poemario, por tanto, que desde el inicio se ofrece al lector como un texto inusitado. La palabra exacta es transgresora, o bien deconstructivo. La voz poética esta constituida por una especie de doble voz. El escudo es una voz como protectora del decir del otro -una voz que saliendo del espacio lingüístico es la voz del sujeto histórico cuyo nombre le da identidad al texto. Es interesante este juego discursivo; como también el simbolismo del escudo como un elemento que protege al que está en la vanguardia. El sujeto lírico -sea el escudo como el avatar de Correa-Díaz, o este como voz autorial- se caracteriza por ser una voz crítica a ultranza de la historia de Chile, especialmente de la reciente. En este sentido, el lector/a histórico/a de este país -un país epiléptico, como dijo Patricio Manns, a propósito de los terremotos- podrá descubrir todos los códigos, personajes, situaciones y resonancias que emergen de los 70 poemas que constituyen la materialidad del textum. La ironía, el sarcasmo, lo lúdico y lo carnavalesco, el chiste incluido -que es una forma simple, Andre Jolles, dixit-, van desplegándose a lo largo de las páginas en pdf del poemario donde podremos encontrar una imagen icónica de Condorito y su característico ¡plop! El hablante lírico -no el avatar- es un sujeto ilustrado que dialoga con todas las formas culturales insertas en su decir como los personajes populares y poetas y narradores nacionales -Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Teresa Wilms Montt, Manuel Rojas- y obviamente con don Alonso. El fenómeno de la intertextualidad, incluida La Bandera de Chile de Elvira Hernández, o la voz de Violeta Parra. Una voz poética que adquiere resonancia de política contingente -o del quehacer político en tono humorístico, pero con una connotación más allá del juego discursivo: “El Escudo de Chile/ no creerá nunca que Allende pudo/ (y no tiene por qué ser un chiste/ fúnebre/ no más) / reencarnarse en un niño/ millenial/ y más encima sentimental/ que le hace homenajes/ a diestra y siniestra/ y menos con anteojos y anteojeras/ vintage/ y una erre pseudo-poética/que se le enreda en la lengua” (47). Los versos citados tienen doble significación que el desocupado lector deberá desentrañar. Esta forma de ser semántica del texto recubre los 70 poemas lo que no deja de ser un acicate interpretativo para quien se aventure en la lectura de la obra que, sin duda, no deja indiferente.

(Luis Correa-Díaz. El Escudo de Chile. México: Editorial OXEDA. 2023. 140 pág. Lo anterior en formato físico.)