José Baroja (Valdivia, Chile-1983). Escritor, docente y editor. Actualmente reside en Guadalajara, México. Cofundador junto a los poetas Jaime Magnan y Alfredo O. Torres de la revista de artes y letras Sudras y Parias®. Entre sus obras destacan: El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo (Barcelona, 2018), El lado oscuro de la sombra y otros ladridos (Lima, 2020), No fue un catorce de febrero y otros cuentos (Barcelona, 2021) y Sueño en Guadalajara y otros cuentos (2023).

ENMIENDA1

Por José Baroja

«El instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro.»
Aristóteles

David aún espera con admirable serenidad; admirable, pues ya completa más de tres horas sentado en el mismo lugar; tres horas que bien se podrían explicar por el hecho irrefutable de que él comprende perfectamente el porqué está allí y que, sabiendo lo que de antemano sabe, las probabilidades de fracasar en su único objetivo son minúsculas e incluso inexistentes. Por lo demás, esa pequeña plaza no le resulta desconocida ni mucho menos desagradable, ya que, en otras ocasiones, por motivos muy distintos al del ahora, le tocó aguardar en ese mismo banco, junto a esos mismos árboles y frente a esos mismos juegos infantiles arrojados todos aleatoriamente por un precario, aunque muy práctico municipio; cuestión que hoy debe agradecer, pues la evidente desprolijidad de la res publica le ha facilitado la secreta vigilancia de las calles colindantes y el poder mantener el enigma acerca del cómo diablos regresó hasta allí.

No importa, media hora más tarde, al fin su paciencia resulta recompensada: David descubre al otro lado de la calle a un joven irrumpiendo en la historia al modo de una fantasmal aparición entre líneas. Tras observarlo minuciosamente y advertir un formidable ramo de tulipanes, una genuina sonrisa adolescente y una camisa celeste de buen gusto —según él —, se emociona al reconocer, a partir de esos importantes detalles, a la única persona a la que él espera. David, bruscamente sacudido por su memoria, revisa con diligencia el bolsillo de su estropeado abrigo, lo hace, casi al mismo tiempo en que el muchacho dobla en la esquina sólo para detenerse frente al número 421. El chaval ni se entera de lo que ocurre a unos metros de ahí, por lo que ajeno a inquietud alguna vocea unas frases inaudibles desde donde está David; aunque este último igual mueve los labios como si reconociera cada sílaba pronunciada. Una alborozada chica sale del interior de la casa; abre la reja con una sonrisa coqueta y al hacerlo pasar lo besa con fervor; finalmente, ambos desaparecen detrás de la puerta principal.

Son las veintitrés horas, David, a la manera de un centinela, y pese al tiempo extra transcurrido, no ha apartado la mirada. Veintitrés con seis, la pareja reaparece ante sus ojos en una despedida que se prolonga minutos en un abrazo. Cuánto te extraño, piensa David, a la par que otra vez afloran las sonrisas melosas, los besos tiernos y las promesas alusivas a la omnipotencia del amor. Segundos más, y el muchacho, con abrigo nuevo, regresa con dificultad a la calle, tal y como si la plenitud fuera el corolario de esos besos y de dos palabras por perpetuar. David, atento a cada movimiento, reconoce el instante esperado, así que, ya resuelto desde hace años, se incorpora; espera a que el muchacho camine hasta Gamero rumbo a Independencia; y entonces se desliza hasta quedar detrás de él; en ese momento, David extrae del bolsillo un revólver, apunta directamente a su nuca y dispara sin siquiera sentir el peso del arma. De inmediato, David cae envuelto por una felicidad ahora eterna. Unos segundos después, el otro David se desvanece satisfecho por este punto y final.


[1] Baroja, J. (2021). No fue un catorce de febrero y otros cuentos. TerraIgnota Ediciones: Barcelona.