Por Eduardo Contreras Villablanca / Letras de Chile

El golpe, el bombardeo de La Moneda, la muerte del presidente Salvador Allende, el funeral de Neruda, las sombras que caen sobre el país, el Estadio Nacional convertido en campo de prisioneros, todo eso desfila ante los ojos del lector o lectora de Entrenieblas, visto desde el prisma de Diógenes, un joven de dieciocho años, el personaje central de la obra. Hijo de padres comunistas, el protagonista ve como se derrumba el sueño del mundo nuevo, fraterno y solidario. Diógenes ve caer la utopía a golpes, con esas feroces embestidas de los uniformados que van dejando víctimas, dolores y miedos en todo su entorno. Así arranca la novela.

En este año en que se conmemoran cincuenta desde el fatídico golpe de estado de 1973, esta obra es necesaria. Vivir el golpe y sus secuelas desde los ojos de un joven, es algo que considero un gran aporte. El propio autor nos dice: “tras leer y revisar varias veces el manuscrito, he concluido que es un testimonio literario que puede sensibilizar a las nuevas generaciones”.

Claro que eso es necesario, en un país en que recientemente una encuesta CERC-MORI (disculpas por lo poco literario de esta referencia, pero me parece pertinente) indicó que un 36% de la población chilena cree que las fuerzas armadas tenían razón al dar el golpe, y un 32% dice saber poco o nada sobre ese quiebre de la democracia. En esta muestra, el grupo etáreo de dieciocho a treintaicinco años es el que más desconoce ese periodo. Es una pesada herencia de la mala calidad de la educación en Chile. Necesitamos más libros como Entrenieblas, ojalá muchas personas jóvenes lo lean.

Si bien la novela está narrada en tercera persona, el narrador es muy cercano al personaje, es una tercera persona que suena como primera, y eso es un mérito de la obra. La estructura en base a fechas evoca a un diario de vida, lo que contribuye al tono juvenil del texto.

Luego del golpe, Diógenes finaliza la enseñanza media, y al año siguiente ingresa a una universidad. Frente al horror, se refugia en la lectura, los amigos del barrio, la música…, hasta que conoce a Catalina, una mujer mayor que él, que jugará un rol importante en su búsqueda y su navegar por las turbulentas aguas de la dictadura.

En ese contexto, el protagonista de a poco se va involucrando en acciones, en medio de un interesante triángulo en el que Catalina acoge a Diógenes, sin cortar su relación amorosa con Leonardo, que es una especie de héroe de la resistencia, aunque también a ojos de Diógenes, puede tratarse de un farsante.

En el protagonista reconocemos un alter ego del autor, con sus motivaciones, convicciones y con sus fantasmas, como el de su amigo Héctor, el joven que escribía poesía, asesinado por la dictadura cuando apenas comenzaba su vida, ese es un dolor, una herida, que también está presente en otras obras de Diego Muñoz Valenzuela. Eso es parte de lo que resurge en este 2023, cuando se conmemoran los 50 años del golpe, aunque nuestros muertos están presentes siempre, no sólo para las efemérides.

Dos años de la vida de un joven, no parece tanto tiempo, pero ese es el periodo en el que Diógenes va avanzando en la toma de conciencia de sí mismo, y de la sociedad, lo que lo lleva a un final emotivo, en el que decide asumir un compromiso mayor, uno colectivo, de militancia por la vida, por el fin del horror y las nieblas.

Entrenieblas, 2023 (segunda edición)
Diego Muñoz Valenzuela.
Editorial Vicio Impune