Editorial Simplemente Editores, 152 páginas

Comentario por Antonio Rojas Gómez

Nueve cuentos integran este libro. El que da título al volumen figura en el quinto lugar, justo en la mitad, cuatro lo anteceden y otros cuatro lo siguen. Pero es ese, el quinto, el mejor de todos. Fugitivo en la ruta Selk´nam es un gran cuento.

Sánchez, el protagonista, es un agente del servicio secreto que, en compañía de otra agente, una ucraniana de la cual está enamorado, busca desenmascarar a una banda internacional manejada por la mafia rusa, que se encarga de introducir mujeres de Europa oriental para venderlas en el sur de Chile y de Argentina. A la ucraniana, Sánchez la encuentra muerta en el hostal en que se hospedaban. Entonces, decide huir para evitar correr la misma suerte. Así se transforma en fugitivo en la ruta Selk´nam, pues lógicamente se mueve en el territorio que ocuparon los antiguos onas, exterminados cruelmente por los estancieros que llegaron a ocupar sus tierras, las cuales, una vez desprovistas de seres humanos, poblaron con ovejas, que les resultaban más productivas.

El cuento se articula en base a dos preguntas básicas: ¿Quién mató a la ucraniana?, y ¿por qué?

Lo más probable es que la hayan descubierto los contrabandistas de personas. Pero a medida que la historia avanza van surgiendo otras posibilidades, muy bien sugeridas en el relato, que le brindan suspenso e interés, que no decae hasta la última línea.

Insisto en la excelencia de ese cuento, porque su brillantez opaca a los demás que lo acompañan. Todos ellos son protagonizados por hombres, lo que no parece muy acertado en un país en que las mujeres leen mucho más que los varones. Y los varones que pueblan estas páginas son muy distintos entre sí. Desde luego hay algunos homosexuales, mientras otros están casados, mas no muy felizmente. Lo que tienen en común es que todos pertenecen al estrato socioeconómico elevado, pero las aventuras en que se ven envueltos difieren con notoriedad. En el primero, por ejemplo, un grupo de jinetes, santiaguinos y osorninos, comparten una cabalgata desde el lago Rupanco al lago Todos los Santos, recorriendo un sendero que caracolea por la falda del volcán Puntiagudo. Y eso ocurre en pleno invierno, bajo una lluvia torrencial.

El último cuento trata de un artista pintor, que se maneja mejor con la seducción de damas acaudaladas que con los pinceles y los colores. Aquí ocurre un crimen, un femicidio, a pesar de lo cual, en la última frase del texto se abre una ventana de esperanza para el homicida.

En el relato titulado “Un cuento gallego”, tenemos otra mujer muerta. Pero aquí no hay un autor individual del asesinato. Como en Fuenteovejuna, es el pueblo entero el que se confiesa asesino de la víctima, una colombiana que se trasladó a España con la creencia de que allí tendría una vida mejor. No la tuvo, como es fácil darse cuenta.

También hay naufragios en el sur de Chile, pero no de embarcaciones, sino de vidas que se ahogan, en los relatos “Mi personal Jesús” y “Vigas de pellín”. Y la historia de un joven médico, que también zozobra en un mar de drogas, enganchado por el Tren de Aragua, de los mafiosos venezolanos, en “El pedazo de papel”.

En fin, hay historias muy distintas unas de otras, pero la que realmente vale la pena es la que sirve de título al volumen total.