Por Isadora Stuven Di Pede
…Mientras miraba por última vez aquella escena que revelaba lo sucedido, pensó en que ya era tiempo de dejar su pasado atrás. Olvidarlo todo, tal vez empezar de nuevo. Decidió entonces caminar bajo la lluvia. Durante los primeros minutos seguía escuchando los gritos en su cabeza. Hizo un esfuerzo como nunca antes y se dispuso a pensar en otra cosa.
Ya tenía los pies mojados y mientras miraba la noche, sobre su cara resbalaban las gotitas de agua como si estuvieran festejando algo.
Caminó algunas cuadras sin saber hacia dónde dirigirse. Arriba en el cielo y aquí en la tierra seguía lloviendo. No entendió bien lo que le sucedía, se sentía sola, a pesar de tener siempre un profundo respeto a la soledad, ya estaba acostumbrada, había aprendido a vivir con ella como quien aprende a vivir con una enfermedad crónica. Pero esa era su vida, después de todo, se sentía aún más reprochable sin su propia y misma soledad.
…Miró sus manos y las sintió intrusas, arrugadas y distintas, demasiado ajenas por los actos cometidos. No recordaba cuándo fue la última vez que se fijó en ellas con tanta desconfianza. Percibió que irremediablemente la felicidad se había ido a otro lugar, no supo dónde iba a estar después de haber salido por esa puerta, desde ese momento, nada de lo obvio le sería natural, su suerte estaba echada, maldecida.
Para comprobar que aún estaba viva, se pellizcó, pero sus dedos figurando una pinza traspasaron la piel y luego la carne. El tiempo la había vuelto escéptica y también un poco insustancial. Sintió una puntada en el pecho, una pena en el alma, quiso racionalizar sus pensamientos, volver al origen, regresar a aquella emoción que la llevó a estar en ese lugar, el cual ahora, estaba a pasos de abandonar. Pero el sentido había cambiado y ya no podía volver atrás, desde ese presente ella sería su humanidad.
…A pesar de advertir una soberbia contradicción dentro de si, se sintió removida y decidió en ese instante, reconstruir su vida, renunciar a sus antiguos hábitos, guardar el rosario en su bolsillo, tirar el cuchillo por la alcantarilla y dejar que la lluvia lo hiciera desaparecer.
Limpió el rojo de su cara y de sus manos con el agua que seguía cayendo del cielo…, caminó, decidida y satisfecha de vengar los años desgastados. Después de todo, la felicidad también existe si no es compartida.
“De vuelta a lo salvaje” ganó el I Premio en el IV Concurso Literario UAHC de Cuento y Poesía, categoría cuento, organizado por la Academia de Humanismo Cristiano, y el Colectivo Ocio. Diciembre 2008.
***
Isadora Stuven, nació un día de otoño en el mes de junio en el año 1986. Desde joven comenzó a escribir; en el año 2006 inició su mundo letrado participando en el taller de literatura de Lilian Elphick. En este último surgió Zidalí, su alter ego, el cual se esconde a raíz del complejo juego de emociones que son transmitidas mediante su mundo literario. Los personajes florecen intensos, como aquellos fantasmas que siempre se olvidan, como esas voces que manan de las contradicciones involucradas en la búsqueda del sentido y la felicidad.
Es entonces que Zidalí se asoma silenciosa escondida bajo la inercia de la costumbre, haciendo presente aquellas viejas heridas que braman en nuestra existencia.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.