Por Lila Calderón
escritora y artista visual
Presentación en 42ª Feria del Libro de Viña del Mar, 2024.

Antonio Rojas Gómez, periodista y prolífico escritor, nació en Santiago de Chile el año 1942. Estudió en las escuelas de Ciencias Políticas y Administrativas y de Periodismo de la Universidad de Chile. Ejerció el periodismo escrito y radial en diversos medios de comunicación y también ha sostenido una larga labor académica en la educación superior. Fue director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Miguel de Cervantes y vicerrector académico de la Universidad de Aconcagua.

Sus inicios en el periodismo datan de 1959, cuando aún era estudiante de humanidades. Debutó escribiendo sobre deportes y teatro; luego, en 1962, después de cubrir el Mundial de Fútbol en la sede Viña del Mar, lo llamaron de Radio Portales, donde requerían un reportero policial. Desde entonces, su dinámica trayectoria le permitió observar con agudeza una multiplicidad de tipos humanos y sus experiencias desde diversos ámbitos de la realidad, los cuales, más tarde pasarían a formar parte de su galería de personajes e historias posibles en el mundo ficcional. Su nutrido trabajo literario abarca novelas y cuentos en los que se abordan preocupaciones y conflictos humanos sobre temas y contextos que conmueven y permiten la identificación. Porque los personajes se sienten vivos, laten, son creíbles y como tales, nos sorprenden en sus singularidades.

Algunas de sus obras son: El huésped del invierno (novela, 1971), “Sonata para violín y piano” (cuentos, 1984), El bebedor de cerveza” (cuentos, 1992), “El ojo de nadie” (novela, 2001), “Un millón de dólares” (cuentos, 1998), “Río arriba” (novela, 2008), “Crimen de Semana Santa” (novela 2011), El ciego al que le cantaba Gardel (cuentos, 2016), “Está fría la noche” (cuentos, 2023).

Ha obtenido diversos premios como el Pedro de Oña de novela, Gabriela Mistral de cuento y novela, Premio de Cuento para Televisión de Televisión Nacional de Chile y Editorial Universitaria, Violeta de Plata, y dos menciones en cuento del Premio Municipal de Literatura de Santiago. También ha sido distinguido por la Universidad del Pacífico y el Consejo Mundial de Educación.

«Está fría la noche», de Antonio Rojas Gómez, libro que nos convoca en esta oportunidad, es un volumen de cuentos (Editorial Forja, 2023, 132 páginas) que está conformado por un homenaje introductorio denominado Cajón de sastre, y once cuentos titulados: Olivia, Don Blas desaparece, El retrato del tío Federico, El alba de oro, En aquel tiempo, El génesis según Eva, Tres trabajadores, El monstruo, Nicolasa Fernández, Hijo mío y Está fría la noche, texto que luego de estremecernos por la dramática verdad que contiene, cierra el libro.

En una especie de declaración de principios, iniciamos la aventura, donde se nos cuenta el porqué del homenaje al periodista Isidro Corbinos Gómez y su columna Cajón de sastre. Los materiales del oficio y sus usos, conexiones, relaciones y papeles, nos remiten al problema de la creación, al proceso de ejecución de la obra antes de abrir las cortinas y entregarse al público, ya sea lector o espectador. El cajón de materiales de un creador de vestuario o de textos, donde hilos, agujas, tijeras, tizas, almohadillas y alfileres son colectivamente parte del hacer, recursos que como letras, palabras o imágenes se manifiestan entre dedales, muestras de tela y huinchas de medir. Se desliza así el propósito de estructurar un cuerpo con su vestuario hecho a medida. Porque como relata el autor, este cajón, este cuerpo vestido y en pie, está hecho de cuentos “en el que hay de todo, animales, niños, amores, añoranzas, alguna risa, crímenes y hasta una historia con los esbirros de la dictadura”. En este cajón también está el dolor del paso del tiempo y sus recortes cuando devastan la memoria. Pensé en el papel de molde, en el periódico, en el trocito de diario de vida nuestro y de los personajes de ficción que también vestimos mientras vivimos.

Así llegué al primer cuento, Olivia, y, personalmente supe de inmediato que me quedaría recorriendo esas páginas y visualizando lugares y personajes, hasta saber qué pasaría con ellos y cómo se resolverían los obstáculos dentro del territorio ficcional porque, según adelanta el narrador siempre hay riesgos: “Sabíamos también que los sueños despertados a la orilla del mar suelen despedazarse y hacerse astillas al chocar con los roquedales del diario acontecer. Pero nada hay más lindo que soñar. Y la semilla del sueño germina lentamente y en ocasiones da vida a un árbol frondoso capaz de acoger en su ramaje infinidad de anhelos y expectativas que tejen el entramado de lo que llamamos vida”.

En este libro espejea la vida misma, pero la maestría está en saber cómo reflejarla y cuáles serán los recursos a utilizar, y aquí volvemos al cajón de sastre y acomodamos las imágenes, sus lentes, filtros, coloridos, palabras, sonoridades, las elipsis y sus recortes, lo que queda en la sombra, una lágrima fuera de cuadro, el amor que persiste, la muerte que se esconde en los rincones, la cuota de inquietud en un diálogo, el sepia de una descripción que se fijará en la mente del lector. Un final abierto como una flor al viento o tan cerrado como un abrazo y a veces como el nudo ciego que no quisimos ver.

Y, ya que estamos hablando de cierres y finales, qué mejor que esta reflexión del narrador en el cuento Don Blas desaparece: “Entonces, comenzamos a observarnos unos a otros, porque lo más probable es que tampoco nos conociéramos, como creíamos, y cada cual fuera un engendro tenebroso tras una fachada inocente”.

Invitamos ahora a los lectores a abordar estas historias bellamente escritas, que los atraparán y conmoverán porque los acontecimientos son como fotografías de familia, partes de nuestras propias historias que conviven en el gran cajón de sastre.