Homenaje al recientemente fallecido Sergio Alvarado Vigar, médico y activista de las causas populares más nobles, querido compañero de curso de dos socios de Letras de Chile: Alfredo Corrales, que leyó el texto hace unos días en su despedida, y el autor, Diego Muñoz Valenzuela.

Despedida a Sergio Alvarado Vigar

Hola, querido Sergio, amigo, hermano, compañero eterno, te acompaño de palabra pues el azar hoy ha querido tenerme lejos. ¿Pero cómo es posible estar lejos si hemos estado siempre tan cerca, a pesar de las distancias, el tiempo, la historia que procuran construir brechas inaccesibles? Nada puede separarnos, Pollo, pollito querido, porque viviremos en ese imaginario que construimos juntos con tantas otras personas respetadas. Eso no se acabará jamás, aunque haya sido un ínfimo destello en el universo enorme. Justamente porque fue una luz y porque las luces, aunque sean efímeras, son para siempre. Tú formabas parte de esa luz y estarás allí para siempre.

Somos criaturas frágiles, febles, perecibles, mortales. Sin embargo, también somos, de una forma extraña e inaccesible para nuestras conciencias, eternos e indestructibles. Como vivimos en un espacio tetra dimensional, condenados por nuestra condición de mortales, nos cuesta concebir que hay un mundo donde podamos desplazarnos en la cuarta dimensión temporal. Los universos de Goedel, así los denomina la física moderna, donde es posible viajar en el tiempo, en cualquier dirección.

En un universo de Goedel habitaremos juntos, yendo en el tiempo hacia atrás o para adelante, a voluntad. Podremos rememorar a la perfección, vivir de nuevo lo vivido, reírnos de lo bueno y de lo malo, de lo terrible, de lo doloroso, de las maravillas que ofrece la vida.

Yo estaba contento porque se ofrecía la oportunidad para encontrarnos este 2023, cuando se cumpla medio siglo del momento en que dejamos de ser estudiantes del Instituto Nacional para iniciar la transmutación en estudiantes de nuestras disciplinas universitarias. También se cumplirá medio siglo de un hecho político social abrumador y terrible, cuyas consecuencias vivimos aún, sin lograr asimilarlas en toda su dimensión.

Sergio, te recuerdo casi siempre sonriente, porque te tomabas en serio la vida. Recordaré hasta mi último instante las conversaciones por los pasillos del Instituto, compartiendo sueños, locuras, esperanzas, lecturas, elucubraciones y necesarias ironías sobre nosotros mismos.

Lo que cada uno de nosotros sea en verdad, es un destilado que viene de esas conversaciones, de las clases de los grandes maestros, de las lecturas, las reflexiones y la vivencia profunda de la historia.

Fuiste un gran enamorado de la vida, un impenitente soñador de mundos mejores, un luchador de primera, capaz de levantarse mil veces para continuar, un ser humano fraterno, solidario, sensible, sumergido a conciencia en la interminable marcha humana hacia la construcción de la felicidad.

No logramos reencontrarnos por acá, pero sí que nos reuniremos en ese universo de Goedel, a compartir una botella de buen tinto, a dibujar los contornos de una sociedad superior, a pintar consignas que hablen de luz cegadora, de abrazos enormes, de risas entrañables.

Y cito los versos finales de la elegía de Miguel Hernández, que te los mereces, para decir que por ahí nos vemos, “que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”.

Diego Muñoz Valenzuela, 8 de febrero 2023