Por Max Valdés Avilés

La Feria del Libro del presente año se realizó entre los días 11 y 20 de noviembre. Fueron solo 10 días en relación a calendarios anteriores. Diez días que permitieron que el público lector volviera a la Estación Mapocho, a un espacio más reducido, sin contar con el espacio posterior, pero con una variada e interesante oferta de las pequeñas editoriales; pues fueron, precisamente éstas, las protagonistas de este evento que no contó con la participación de las grandes editoriales, las multinacionales del libro prefirieron hacer su propia feria aparte, con el resultado que el único gran perdedor resultó ser el público en general.

Esta nueva Feria 2022 debe su existencia al empeño y la constancia del mismo actor de la Feria del Parque Forestal en sus primeros años años, al presidente de la Cámara, Eduardo Castillo, que contra viento y marea logró levantar el evento y hacerlo realidad. Precisamente tres años antes Castillo convocó a todos los actores del ecosistema del libro y la lectura sin excepción a generar un nuevo proyecto de Feria, una Feria País donde todos se encontraran representados. Y la Corporación Letras de Chile fue invitada a ser parte de este nuevo proyecto de organización. Pero vino el estallido de Octubre 19 y enseguida los dos años de pandemia que suspendieron la Feria por largos tres años. Hasta hoy que editores, autores, lectores, público en general se volvieron a ver las caras y esa sí fue una buena noticia para el mundo del libro.

Sin embargo, luego de tres años de ausencia de libros en esta Feria en particular, en mi doble militancia, tanto de editor como de autor, me han surgido algunas preguntas que quisiera compartir, pues me parecen esenciales. Hay que mirar este fenómeno de cómo, no tan solo, organizar una feria, si no también cómo hacerlo. Tenemos que explicarnos este momento delicado en la historia mundial de la edición. Pues sabemos que existe una crisis de la lectura que no obedece a la crisis económica, no está amarrada a ésta; si no a la salvaje introducción, en el ecosistema del libro y la lectura, de la competencia de los juegos y las pantallas digitales que arrinconaron una las funciones que pertenecerían exclusivamente al libro y a la lectura, cual es, la entretención. Sabemos que una de las tareas del libro es entretener, luego vienen capas más profundas como aportar al conocimiento, generar conmoción y conmover, sorprender sin lugar a dudas y satisfacer una necesidad subjetiva que persiguen los lectores: emocionarse. Pues todo esto hoy no está en territorio del libro. Hay que reconocerlo. Y hay que hacer algo. Hoy se habla de innovación en todos los procesos ¿será posible pensarlo en el libro también? Debemos prepararnos para este presente, para el futuro del libro y la lectura pues estamos en una nueva edad; atrás quedó la era de Gutenberg y ha sido reemplazada por la era de la cibernetización de los seres humanos. Es un proceso irreversible y sin retorno.

Nos preguntamos: ¿qué hacer entonces?, ¿y ahora no es demasiado tarde? Ya estamos hace décadas en una edad digital de la entretención, pero, ¿se trata solo de una actualización de los formatos?, ¿incorporar el Kindle es suficiente? O ¿es un tema de contenidos? Aquí editores y autores deben reflexionar. Los editores siempre hemos puesto a disposición de los lectores el sacrosanto oficio de la lectura. Ofrecemos un catálogo que explica el gusto del director editorial y de sus asesores y, que también excluye a otros. Pero, no es tan simple. Poner a disposición un catálogo —así como disponer sobre un mesón títulos a vender en una feria—, debe intentar comprender la profunda naturaleza de un mundo en el que leer, en cualquiera de sus formatos disponibles hoy y que son muchos, ha dejado de ser el principal acceso al conocimiento, a un pasatiempo placentero y a la entretención. Viendo desfilar decenas de eventuales compradores de libros en esta feria; acercarse a otros y hojear un libro al azar; de cuando en vez hacer una pregunta sobre el autor, etcétera, advierto —no sin pesar— que para ellos que son nuestra materia prima: los lectores a quienes van dirigidos estos libros, pareciera que para ellos leer dejó de ser una función indispensable. Que pueden prescindir sin problemas de esta fuente de conocimientos y entretención y también de placer; el placer que otorga la lectura de una novela o de un cuento se puede obtener de tantas otras maneras. Leer es un asunto accesorio, en definitiva. Dejando de ser la lectura compromiso y juicio, entretenimiento y pasión, ensimismamiento y cultura. Ha nacido el saber wikipediano y el culto indiscriminado a lo efímero.

Entonces, convengamos, que no se trata solo de organizar una serie de puestos liderados por ciertas editoriales o entidades de escritores como lo fueron Letras de Chile y la SECH, quienes fueron invitadas a la idea de Eduardo Castillo de una Feria País y que tuvimos stand disponible para nosotros en esta reinaugurada feria del 2022. Tampoco se trata de disponer títulos al azar cuyo único fin sea la compra venta.

¿Qué pude observar en esos diez días de feria? Aparte de pensar en el fenómeno actual del libro y la lectura…que se requiere proactividad. No sirve esperar pasivamente a los lectores. Hay que ir hacia ellos, proponerles temas y contenidos que sean de su interés y fascinación. Seducir. Encantar. Volver a maravillarlos. Y para eso están los autores, quienes escribimos los libros. Es decir, más que una feria de editoriales se requiere la presencia constante de los escritores. Ya sea firmando libros, ya sea comentándolos, ya sea construyendo con los lectores a través de mini talleres de creación o de microcuentos, ya sea dando consejos a jóvenes lectores y quizá escritores a futuro.

En el stand de Letras de Chile hubo movimiento de este tipo. Los lectores que adquirieron ciertos títulos lo hicieron porque los autores estaban allí, con ellos. Eso explica que Diego Muñoz haya sido el autor con más interesados en adquirir sus libros. Luego está María Isabel Mordojovich, quién viajó desde Francia para firmar y comentar sus títulos en este stand. Eduardo Contreras, Julia Guzmán, Aníbal Ricci, entre otros escritores que coparon la atención de los lectores. A ello se debe sumar la calidad de los “vendedores” quienes deben aportar con una presentación de los títulos, es decir, deben haberlos leído todos, para así lograr promocionaros a los lectores que muchas veces no saben qué autor leer, sospechan que le gusta la ciencia ficción, por ejemplo, pero desconocen títulos disponibles. Entonces estos vendedores capacitados podrán dirigir a estos lectores.

Se puede continuar comentando los conceptos detrás de una Feria, pero la propuesta es estar atentos a esta “nueva edad” de aprehender; estar atentos a la generación de contenidos que las editoriales disponen, en fin, recuperar el gusto por leer, que es finalmente, lo que le otorga sentido a muchas de nuestras acciones.

Max Valdés Avilés
Novelista y editor de Vicio Impune