Mi poesía se caracteriza por el acto de confrontar realidades

José Luis Muñoz (Talca, 1986) presenta su segundo libro de poesía “Los pilares del árbol caído” publicado por Litoraltura Ediciones

¿Por qué publicar este libro en el contexto actual? ¿Qué nuevo valor adquiere en este proceso de pandemia?
Como antesala a la pregunta, conviene subrayar los saltos que se produjeron para publicar este libro. Inicialmente nace en el año 2018 mientras trabajaba en el norte de nuestro país, trabajando como profesor de lenguaje en el Colegio Hispanoamérica. Desde allí, dediqué gran parte de mis tiempos libres en recorrer sectores aledaños como Salamanca, Copiapó, Caldera y otros rincones sorprendentemente abandonados, absorbiendo el carácter identitario de aquellos pueblos que son muy ricos en costumbres y tradiciones. En este sentido aprendí grata e invaluablemente su cosmovisión; trabajos y oficios y formas de ver el mundo en condiciones muy paupérrimas. Frente a aquello, fui construyendo versos sueltos contemplando la realidad de ese contexto. Desde allí emergieron 4 poemas que hacen referencia a la población nortina. Curiosamente, el poema que abre el texto tiene que ver con Abraham Lillo Machuca, conocido como el “Tony Caluga”, porque, primero, es un poeta hecho payaso, pues inaugura las técnicas propias de la risa y las artes escénicas. Ambas, cabe recordar, muy difíciles de dominar y que resulten efectivas frente al público. De hecho, el género de la comedia es, a juicio de Aristóteles en su libro “La poética”, uno de los géneros más complejos de abordar junto con la poesía, ya que se trata de provocar la risa en base a los aspectos cotidianos y corrientes de la vida diaria. Y, segundo, porque el itinerario del Tony Caluga se representó fuertemente en el norte de Chile, especialmente en los circos de paso y, según algunas fuentes desconocidas, en cabaret y clubes nocturnos alrededor de los años 60ª donde la risa, el baile y la jarana en definitiva fueron la triada perfecta por aquel entonces.
Una vez radicado en Talca escribí muchos poemas que apuntaban a distintas direcciones bajo los tópicos políticos, educacionales, de protesta y de enojo, de encuentro y, por qué no, desencuentro. Pensé en llamarlo “Trizaduras” porque lo encontré muy similar a un collage dada la heterogeneidad de textos. Del mismo modo, pensé en integrar más autores aportando un texto de cualquier naturaleza: relato, poema, ensayo. Incluso con ilustraciones que me ofrecieron en su oportunidad. No obstante, fue un proyecto muy ambicioso sin una hoja de ruta determinada ni menos definida. Un capricho escolar, podría pensarse. De esta forma, se desechó aquel propósito literario y concentré mis poemas en su conjunto que responde, efectivamente, a la necesidad de plantear una inquietud o varias a través de los versos. Denunciar aquello que parece intocable.
En suma, publicar este libro teniendo en cuenta la pandemia, significa un valor agregado, porque el lector se sumerge en una poética aterrizada, genuina, veraz pasando por la mala política o la pésima gestión de turno hasta lo más íntimo que enaltece y abre el corazón sin dejar de lado, por supuesto, el aspecto de desenmascarar “a los mismos” a los cara de raja y las malas prácticas de un país que se cae a pedazos.

¿Qué diferencias hay entre el poeta de tu primer libro y el poeta de “Los pilares del árbol caído”?
Muchas. Tanto en la forma como en el fondo de los libros publicados y el que está en cuestión. Se evidencia, de acuerdo a la lectura de varios que siguen la continuidad de mi poesía, un hablante lírico serio y maduro barajando ideas más punzantes, utilizando estrategias escriturales con sentido semántico prolijo, sin tanto vicios lingüísticos y disparates a diestra y siniestra. Lo interesante en este punto es que un amigo muy cercano de mi literatura me hizo notar que en este texto que, a diferencia de los anteriores, se plantea una mixtura entre relato y verso, a ratos hay que decirlo y que ello constituye eso de prosa poética o, en su defecto, una poética prosaica.

¿Hacia dónde apunta la protesta que se encuentra el lector en el texto? ¿Por qué?
Hacia las injusticias desde lo micro intentando abarcar lo macro usando el recurso de la palabra. Hay que puntualizar. Mi poesía se caracteriza y es su sello diferenciador, en el acto de confrontar las realidades, mostrar la verdad (aunque suene muy idealizado), dejar el patetismo ilustrado que muchos se vanaglorian y, por sobre todo, rescatar a personas y personajes que tienen o tuvieron una impronta por esta ciudad y por varias y que jamás se los tuvo en la mira ni agradecimientos ni nada que se le parezca. Chile es un país mal agradecido, más aún con la gente que no figura ni aparece por ninguna parte. La rabia, la ira y la potencia, la proyecto a través de la declamación, a micrófono abierto, a la comunidad, a las poblaciones donde las artes y la cultura aún se ven acentuadas por la corrupción y los palmazos en la espalda. Por eso no resulta extraño a los artistas que se venden postulando proyectos adinerados y con apellidos extrajerizantes mientras que la autogestión y editoriales pequeñas, pero significativas aún está al debe.

¿En qué faceta te sientes más cómodo escribiendo? ¿En la exploración desde el interior – emotivo o en la exploración de lo ideológico, político, contextual?
Fundamentalmente en ambos aspectos. La poesía, desde su ejercicio, intenta cubrir y capturar desde lo más contemplativo y humano hasta lo estrictamente socio – político, porque un verso si no dice nada, mejor callar. En este contexto, subrayo que se ha levantado una poética emocional por mi hija Josefa Antonieta y mi hijo José Ignacio. Son mis referentes prácticos. Ahora bien, jamás he quitado los ojos a los grandes relatos que han caído, tan como lo dijo Lyotard tanto en las esferas políticas y religiosas, por ejemplo, donde la gente ya no cree o cree a medias. Por consiguiente y a pesar de toda la aneurisma colectiva, creo en la democracia y la Educación (pilar trascendental para generar cambios reales y consecuentes sin obedecer a modelos añejos y sin duda insulsos y vacíos que no responden a nada) con guiños pluralistas, trasversales y laicos. Por ahí van los tiros, puesto que la poesía, en síntesis, debe articular un modo de ver y creer en la vida y la Humanidad.