por Juan Carlos García Araya

Arica amaneció como los días anteriores: en estado de emergencia y con patrullas militares en las calles. Por eso no me sorprendió su presencia. Estudiante de la Universidad de Chile, sede Arica, cerca de las ocho de la mañana nos reunimos, entre ellos Jorge Fuentes, el Trosko hoy desaparecido, en una casa de la Población “Venceremos”. Estuvimos allí hasta cerca de las once y no se nos ocurrió prender la radio ni la televisión.

Salí a la calle acompañado del Tevo y al llegar la esquina una camioneta conducida por un trabajador de “Mellafe y Salas” se detuvo y nos informó con voz emocionada del golpe de estado. Quedamos impactados, imaginábamos, aunque no suficientemente, los efectos y consecuencias de una dictadura militar.

Subimos al vehículo, partió rumbo al centro de la ciudad. Íbamos por una calle polvorienta cuando nos hizo parar una angustiada señora. Llorando nos pidió que trasladáramos a su marido al hospital pues había sufrido un ataque cardíaco al escuchar la noticia de la muerte del Presidente Allende. Nuevamente quedamos impresionados. ¡El Chicho había muerto! ¡Esto ya no tenía vuelta atrás!

Pusimos al hombre en la cabina y nosotros nos encaramamos en la parte trasera. Partimos rápidamente. Patrullas militares nos detuvieron dos veces, con voz entrecortada explicamos que llevábamos un enfermo a la posta. Continuamos hasta el cruce ferroviario, otro alto, una patrulla de carabineros. Nos hicieron bajar y controlaron nuestras identidades. Volvimos a explicar que conducíamos a un moribundo. El uniformado no sabía qué hacer, quizás estaba tan asustado como nosotros, finalmente dejó proseguir la camioneta con solo el chofer y el enfermo, el resto nos quedamos hasta que se decidió a dejarnos ir. Cada uno partió por su lado.

¿Qué pasó con ese hombre? ¿Sobrevivió, falleció? ¿Cómo se llamaba? Durante más de cuarenta años me lo he preguntado y todavía no obtengo respuesta.