por Alejandra Basualto

Extracto de la novela “Invisible, viendo caer la nieve”, Ed. La Trastienda, Santiago, 2012
Cap. 5, La marejada, p. 85

El centro de Santiago apareció súbitamente despoblado. Era la mañana del martes 11 de septiembre de 1973. Muchos oficinistas permanecían en casa, expectantes ante la radio encendida. Los días anteriores habían sido de mucha efervescencia política y las noticias sonaban cada vez más alarmantes. Los ciudadanos se habían acostumbrado a seguir los acontecimientos minuto a minuto por las emisoras de radio y la televisión.

De pronto la voz del locutor pareció alterada, su tono cauto comenzó a descontrolarse, cada vez más alto hasta volverse atiplado. Se le rompe la voz: “Militares avanzan hacia La Moneda. Aviones de combate cruzan el cielo” y el ruido ensordecedor que proviene del parlante del aparato, ahora cae también del cielo, se cuela por la ventana y rompe la mañana primaveral en pedazos disímiles. Toda la ciudad parece enmudecer a pesar del estruendo. Los automovilistas dan la vuelta y corren a sus hogares. Luego, la voz del presidente, grave, quebrada, decidida, se despide del país. Aviones. Aviones. Y más fuego. El sol ha sido rasguñado y manchones de nubes delatan apenas el atropello. Rostros desconocidos en la televisión anuncian bandos, proyectan desolación a través de lo que no muestran las cámaras. ¡Imposible! Nadie va a creerlo jamás.

“Lleven a los niños al patio interior.”
“Que nadie se asome a las ventanas.”
“Esto es una pesadilla.”
“Mamá ¿por qué tantos aviones?”
“Mamá, hoy no tengo que ir al colegio ¿cierto?”