Por Martín Faunes Amigo

 Hace 10 años junto a Lucrecia Brito, María Angélica Illanes, Lorena Sandoval, Mónica Hermosilla, Hilda Espinoza y Pachi García-Huidobro, fundamos un colectivo histórico/literario que quisimos llamar de un modo que denotara nuestra condición de testigos y participantes de la historia reciente.

Nació así “Las historias que podemos contar”, donde pusimos nuestro empeño en rescatar la memoria de las personas que cayeron durante la dictadura. Hoy mantenemos un sitio web con más de quinientas historias de vida, www.lashistoriasquepodemoscontar.cl, que ha sido objeto de estudio de parte de investigadores y tesistas de varias universidades chilenas y extranjeras, y hemos publicado varios libros con esas historias en una colección que hemos llamado como el nombre del colectivo: “Las historias que podemos contar”. Es en mi calidad de director de este colectivo que he sido invitado a este panel que se realiza durante el lanzamiento del noveno número de la revista Nomadías dedicado en esta oportunidad a la educación. Esto porque en nuestro último libro llamado “Aulas que permanecerán vacías” (Cuarto Propio, 2008), hemos rescatado la memoria de muchos de los profesores que dieron la vida por una sociedad donde la educación constituyera un derecho y fuera también más integral, equitativa y solidaria. “Aulas que permanecerán vacías” aparece destacado en Nomadías número nueve en un interesante artículo de la académica Carla Peñaloza.

Antes de continuar esta exposición, deseo rendir un homenaje a la profesora de Filosofía Lumi Videla, quien estudiaba Sociología en las aulas de esta universidad y era una combativa mujer reconocida además como una intelectual brillante. Lumi fue asesinada por la dictadura en la casa de horror de calle José Domingo Cañas. Este homenaje lo extiendo también a todos los profesores y alumnos de esta facultad que, como Lumi, cayeron enfrentando a la dictadura, entre quienes no puedo dejar de nombrar a María Cristina López Stewart, a quien como a Lumi conocí estrechamente. Es que compartimos una historia de sangre con todos los países de nuestra América que cayeron bajo las garras de las dictaduras en los años setenta, las que desarrollaron políticas de exterminio masivo hacia las personas que se atrevieron a enfrentarlas, y entre esos combatientes -lo más florido y generoso de nuestra sociedad- había muchos profesores y también estudiantes de pedagogía que se preparaban para convertirse en tales, lo cual convierte a la pedagogía en una profesión noble, pero además peligrosa, nuestra historia reciente así lo demuestra.

“Gobernar es educar” fue el lema del Presidente Pedro Aguirre Cerda. No eran palabras vacías, él puso su empeño en formar profesores que se transformarían en puntales de la masificación de la educación, un proceso que vendría a levantar las condiciones de vida de los chilenos y situaría al país en la ruta del progreso. Los poderosos de este país y la curia conservadora no estuvieron de acuerdo con su proyecto, se decían entre ellos: “un pueblo educado es difícil de dominar”. No hay que extrañarse entonces porque los poderosos de ahora, más que preocuparles que la educación llegue como un derecho a todos los sectores y ayude a mejorar la movilidad social, la vean más bien como una amenaza o como un negocio a realizar con quienes puedan pagarla, limitando a los sectores populares a una educación de menor calidad, destinada a sólo mejorar la mano de obra beneficiando en último término a los propios patrones que son los que la utilizan.

Pero esto que aunque de manera soterrada ha sido así siempre, es durante la dictadura de Pinochet cuando se termina la sutileza y se combate abiertamente a cualquier aspecto en que la educación pública pudiera salirse del margen de lo utilitario. No se puede olvidar que Pinochet de inmediato tras el golpe, fiel a aquello de considerar a la educación de los sectores populares como un proceso poco conveniente declaró “congeladas” las carreras universitarias que le parecieron peligrosas donde incluyó lógicamente a las pedagogías. Hago notar que estas medidas no causaron extrañeza, de hecho los poderosos que sustentaban esa dictadura no sólo aplaudieron esas medidas anti educacionales sino, cuando los gobiernos pos dictatoriales dieron muestras de querer derogar las medidas de amarre de Pinochet como la LOCE, se opusieron tenazmente. Hago notar también, calando más profundo, que si no hubo extrañeza con las medidas en contra de la educación pública de Pinochet, no habría que extrañarse tampoco por la cantidad de profesores que Pinochet optó por eliminar para terminar con sus “malas influencias”. Pinochet, en su convencimiento de que tendría blindaje eterno, se atrevió a cometer aquellos asesinatos, los poderosos que lo azuzaron hoy intentan desmarcarse.

Valga esta introducción para analizar lo qué pasó con la educación durante la dictadura, situación que explica bastante lo que ocurre con ella ahora. Decía que durante la dictadura se consideró a la educación pública como poco conveniente y se la pretendió minimizar. Se parceló así a la Universidad de Chile, a la Universidad Técnica del Estado, se prohibieron las carreras “peligrosas”, sobre todo las de corte humanista. La frase célebre de Pedro Aguirre Cerda “gobernar es educar”, pasó a ser “gobernar es subvencionar”, donde la intencionalidad última era que quienes desearan una buena educación la pagaran”. Obviamente quienes podían pagar eran las personas pertenecientes a las clases acomodadas que con esto se aseguraba que siguieran siéndolo; para los otros se subvencionó a personas que, con honrosas excepciones, quisieron lucrar con la educación aunque no fueran educadores y nunca hubieran tenido alguna aproximación a ella. A estos comerciantes se les adjudicaron escuelas que habían sido excelentes. La primera escuela en que hice clases era una industrial de la periferia de Santiago que poseía una infraestructura de real excelencia y los profesores éramos idóneos. Hoy pertenece a sostenedores que no me extrañaría que hayan estado ligados al CNI o al Ejército y dudo que hayan pagado algo por ella, una escuela de las muchas creadas durante el gobierno de Salvador Allende. Las escuelas que no tuvieron interesados o aquellas que eran muy emblemáticas fueron traspasadas a los municipios, por aquel tiempo dirigidos por alcaldes designados en su mayoría gente de derecha cercana a las F.F.A.A. que nada sabían de educación, como nada sabían de educación tampoco los amigos y parientes que ellos pusieron como directivos. La educación entró rápidamente en crisis, pero no toda, sólo la que se impartía en los establecimientos municipales o subvencionados, situación que es una de las razones para que la brecha entre pobres y ricos aumentara durante la dictadura de manera sustantiva. Desafortunadamente esto con la llegada de la Concertación no cambió.

A veces creo que en lo referente a educación, la Concertación no se quiso hacer problemas, actuó más bien como Aylwin con los derechos humanos, recordemos: “haremos justicia en la medida de lo posible”; o tal vez como Foxley que cuando debió hacerse cargo de TVN lo percibió como una mochila demasiado pesada para el Estado, por lo tanto prefirió desligarse y crear la Ley de TV Nacional, cuestión que él hoy reconoce como un error. Acotemos que la educación no se imparte sólo en las aulas, la familia y el entorno son importantes, como lo son muchos otros elementos, especialmente los medios de comunicación, la televisión en primer lugar entre estos por su poder de penetración en los hogares. Hoy en la televisión del Estado están avocados principalmente a la farándula, a lo superficial y al endiosamiento de las F.F.A.A., una situación que no puede sino facilitar y darle piso a esos actos de valor militar llamados represión y golpes de estado. 

Hoy, y obsérvese la oportunidad: cuando todos lamentan el golpe dado por los militares y los oligarcas en Honduras, TVN, la televisión de todos los chilenos, ha empezado una nueva temporada del programa «Pelotón» -que se lanza por señal satelital a todo el mundo de habla castellana-. Se trata de un programa destinado a ensalzar el militarismo y en gran medida a blanquear las atrocidades que estas fuerzas cometieron en nuestro país y en todo Latinoamérica. Nótese que la inconsistencia de TVN es tal que en vez de gastar sus recursos propiciando la paz, la educación, el derecho a la vida y la integridad de las personas, gasta en sus “realities” dinerales en blanquear instituciones involucradas en el asesinato los padres de dos de los candidatos que hoy aspiran a convertirse en presidentes de la República, e inclusive del padre de la actual primera mandataria. Por otra parte, obsérvese otra vez la oportunidad, cuando hoy esos cuerpos armados, disciplinados y heroicos, cuya misión es proteger a las personas, aparecen involucrados en apaleos de pobladores sin casa, y también de deudores habitacionales.

Chilevisión por su parte, antes, el canal de la Universidad de Chile, hoy, el del candidato a Presidente de la derecha, exhibe un programa estelar que ensalza a la policía de investigaciones hoy en crisis por sus escándalos relacionados con prostitución infantil y tráfico de influencias y de drogas. El Ministerio de Educación no se queda atrás, por segundo año consecutivo patrocina un concurso escolar destinado a ennoblecer al ejército. Quizá esté promoviendo con ello la “educación militar” o el servicio militar obligatorio, y no quisiera imaginar que junto al ejército se quisiera ennoblecer también a la aviación involucrada en coimas por compras de aviones, negocios que le permiten a sus generales enriquecerse y a disponer también de material para bombardear en el futuro a La Moneda si alguna vez hiciera falta. Qué diría de esto el General Bachelet. Estos programas de televisión y estos concursos del Ministerio, blanquean también, de alguna manera, a esos carabineros que se ensañaron sin piedad con los pingüinos en el 2006, y que hoy desalojan a estudiantes que luchan por una educación más digna y de mayor calidad.

La Concertación es posible que se engañe o trate de engañarnos. Nos hace ver de diferentes modos que la descentralización de la educación propiciada por la dictadura no es mala o no es tan mala. Habla hoy de ciertos grupos de municipalidades pobres que aunarían esfuerzos para mejorar la educación en sus sectores y que dispondrían para ello de la ayuda de entes especializados hasta ahora desconocidos. No habla del problema de fondo, que es que el Estado y los gobiernos no poseen esa voluntad educacional que sí poseía la antigua democracia. Prima la voluntad heredada de la dictadura unida a la búsqueda del lucro. La educación no es reconocida como un derecho sino como un bien de consumo lanzado al mercado. La Concertación nos dice también que la LOCE tiene la culpa de esto. Pero el derogar la LOCE nunca estuvo de verdad en la agenda de la Concertación. Los pingüinos lo impusieron y fueron engañados, o intentaron engañarlos: les cambiaron la LOCE por la LGE con ninguna diferencia de fondo. En realidad no engañaron a los pingüinos, engañaron al país. Para qué recordar que los pingüinos nada tuvieron que ver con el planteamiento de esta nueva ley que fue hecha como todo, entre cuatro paredes.

Más cercano a la derogación o no de la LOCE está la declaración de Fernanda Gajardo, vocera de la Asamblea de Estudiantes Secundarios, 2006: “Lo que querían los estudiantes era un cambio del modelo educativo, y eso va más allá de la LOCE, de la Jornada Escolar Completa, de la tarifa escolar o de la PSU. Un cambio así radical lleva a un cambio de miles de factores, y debe partir de la voluntad de los gobernantes y los parlamentarios para cambiar la forma en que se ve la educación en Chile”. Cito ahora a Felipe Rivera, alumno del Instituto Nacional, 2006: “Lo que me llamó la atención al relacionarme con estudiantes de sectores más vulnerables, es esa angustia que tienen de que ellos saben que venir al colegio es un cacho, sienten que no son tratados dignamente, que no tienen comedores y saben que los están engañando”. Maximiliano Mellado, dirigente del Barros Borgoño, 2006 dijo:“Yo siempre he sido de la idea de que un estudiante no tiene para qué saberse la LOCE, porque si entra a su sala ya sabe que lo están engañando, si toma un libro del Ministerio ya sabe que no sirve, y si entra a su cocina a pedir sus raciones, se da cuenta que son malas. No tiene para qué leerse lo que inventaron por jornada escolar completa para saber que con esa cantidad de horas de clases las personas se cansan”. Simón Arriagada, estudiante del Altamira, 2006, dice al respecto:“El tema de fondo no eran las demandas económicas, sino la LOCE, la calidad de la educación, y la igualdad de la educación. Eso era por lo que se estaba luchando”. Todas éstas son citas tomadas de Nomadías número nueve.

Pero hoy los estudiantes no están contra la LOCE sino contra la LGE, que es casi lo mismo, sin embargo lo positivo, es que están más abiertamente contra la municipalización, que es una de las madres del cordero. E insisto, intentan engañarlos: les dicen que para obtener una educación de calidad la cantidad que se gasta en ella no es relevante. Acaba de aparecer un estudio de la Universidad del Desarrollo bastante esclarecedor que dice que una familia acomodada gasta en 18 años de educación casi seis veces lo que gastan las familias de segmentos más pobres. Me pregunto que si el gasto en educación no fuera importante en la calidad de ésta, para qué los ricos harían entonces así gastos tan vanos. Esto lleva también a pensar en cómo la educación municipal podría equipararse a la que se imparte en los colegios ricos que invertirán en mejor infraestructura y en base a mejores sueldos se llevarán a los profesores mejor catalogados. Otros profesores irán a las escuelas de las municipalidades de sectores acomodados pero no se les pagará tan bien como a los de los colegios ricos y no dispondrán de tan buena infraestructura. Finalmente los profesores menos expertos irán a las municipalidades más pobres –la enorme mayoría- tendrán peor sueldo y tendrán que arreglárselas con lo que haya. Habrá excepciones, pero ellas serán sólo eso: honrosas excepciones.

Yendo más allá, los alumnos de esas municipalidades más pobres y aún, aquellos de las municipalidades de sectores acomodados, en el caso de que lograran llegar a la universidad –la enorme mayoría no lo logrará- irán principalmente a universidades no tan bien catalogadas y, los de los colegios ricos -la gran mayoría lo logrará-, irán sin duda a las mejores universidades extendiéndose la brecha entre pobres y ricos; situación que pone freno a la movilidad social, algo que es obviamente uno de los objetivos de las clases dominantes: perpetuar su estatus de dominantes. Hago notar que la educación así analizada, no hace sino reproducir de manera evidente los patrones de desigualdad de la propia sociedad, entonces, un cambio de enfoque en la educación que poseemos tiene que ver con el país que desearíamos construir, siendo éste un enfoque más de fondo.

Pero se  intentan más engaños. Dicen, “bueno, esto es así, pero siempre existe la posibilidad de resiliencia”. Y claro que existe la posibilidad de resiliencia, pero no todos los estudiantes pobres o de clase media van a ser necesariamente resilientes porque la resiliencia por definición es excepcional y no puede por eso generalizársele. La gran mayoría entonces no serán resilientes y se hundirán en la “desesperanza aprendida” de la llamada “cultura de la pobreza” (Lewis). En otras palabras, se quedarán pateando piedra. Dirán también en el engaño “por qué se espera que esto no sea así cuando esto ha sido siempre así”. Tenemos entonces que replicar haciendo ver de manera meridiana que esto no siempre ha sido así. Antes de la dictadura la diferencia educacional entre ricos y pobres era bastante menor en calidad y en costo, como que la brecha no era tan profunda y en Chile teníamos una clase media intelectual muy pujante que era reconocida internacionalmente. Nótese que esto ocurría en un país con ingresos mucho más limitados.

Mientras tanto, Eduardo Frei, en entrevista hace unos días, dice que los muchachos que están en las tomas culturales piden ahora absurdos: “que las escuelas y liceos sean devueltos al Estado; y todos, no sólo los de mal desempeño”. Al respecto responde Frei que esto no es posible. Mi padre que fue el último director que tuvo la Escuela Normal Abelardo Núñez y que durante el golpe de Estado salió de su oficina directo al Estadio Chile, murió feliz después del triunfo del “No” creyendo que entonces por fin las escuelas volverían a pertenecer al Estado. Esa alegría jamás llegó. La pregunta es por qué esto tendría que ser absurdo e imposible, ¿es acaso algo sagrado que heredamos de la dictadura y como tal debe respetarse?, ¿acaso se hace imposible porque ésta sería una carga demasiado pesada para el Estado, así como Televisión Nacional lo fue para Foxley?, ¿pero no es que la educación debiera ser siempre tema prioritario para las sociedades y por ende para el Estado, o se pretende seguir desentendiéndose de ella y tratándola como se trató a esa agua potable barata y buena que teníamos que se vendió a los españoles o a la generación de electricidad que fue privatizada para beneficio de la gente con plata?

Nada es imposible. En este ámbito hay sólo dos situaciones imposibles, la primera: que puedan conseguirse calidades equivalentes en la educación pública si ésta continúa siendo administrada de manera descentralizada por organismos con distintos poderes económicos, experticias desiguales y visiones de país diferentes, situación que durante estos años ya quedó suficientemente demostrada. Se comporta la municipalización de esta manera como un fenómeno que desequilibra la calidad en la educación provocando con ello iniquidad. Sólo un organismo de corte central podría administrar los recursos humanos e infraestructurales de manera equitativa, pudiendo ofrecer así a todos los chilenos, independiente de su condición socio económica o lugar donde vivan, la posibilidad de acceder a una educación de calidad equitativa. Un ente central de este tipo da también una mejor fe de proyectar la educación con los valores y el sentido a que la mayoría de la sociedad aspire. Ese ente central debería ser un organismo del Estado y el Estado debería retomar con él su rol docente. Todo esto, a pesar de los temores de Eduardo Frei.

La segunda situación imposible es que la calidad de la educación pública pueda equiparase con la educación privada si los privados gastan casi seis veces lo que se gasta en las escuelas públicas; el Estado tendría que entender esto y asumirlo.

No puedo dejar de destacar el entreguismo a las posiciones heredadas de la dictadura que se denota en la LGE, ésa creada entre cuatro paredes mediante un acuerdo nacional. Cito especialmente a su Artículo 30 donde expresa que los establecimientos tendrán libertad para desarrollar programas que consideren adecuados para el cumplimiento de los objetivos fundamentales definidos en el marco curricular y en los complementarios que cada uno de ellos fije. Éste es un guiño a los privados y a la derecha referido al llamado “derecho a la libertad de educación”. Aparecen muchos guiños a los privados en la LGE aunque éste no parezca serlo tanto cuando más adelante dice: “no obstante, dicho Ministerio podrá objetar los respectivos planes y programas que se presenten…” Se trata de una situación engañosa que se traduce al final como guiño, nótese que entre esas nuevas finalidades “incorporables” figuran aspectos de tipo transversales como el respeto a los derechos humanos, a las libertades fundamentales, al ejercicio de la tolerancia y de la paz, y al respeto a la diversidad. Al respecto, es necesario ser enfáticos en decir que finalidades como las descritas en pos de una manoseada “libertad de educación” no pueden quedar como “incorporables”, sino deben ser ítems obligatorios, y debe haber claridad en el sentido de que si no aparecen en los planes y programas el Ministerio no es que “se podrá objetarlos”, sino “se deberá objetarlos”. La falta de respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales, el no ejercicio de la tolerancia y la paz, y el no respeto a la diversidad, llevó a nuestro país a un desastre cuyas heridas no hay señales de que puedan cicatrizar.

Termino diciendo que el modelo de educación que tenemos, corresponde al modelo de sociedad que heredamos de la dictadura, donde el que tiene más puede aspirar a más, y el que tiene menos debe conformarse y limitar sus aspiraciones porque nunca podrá tener mucho más, todo esto en un ambiente de libre competencia, pero que debería llamarse “de desigual competencia”, ésa es la verdad. Y si este modelo continúa vigente es porque no nos hemos planteado de manera seria el cambiarlo. Me hago eco entonces del objetivo de mayor plazo que perseguían los pingüinos en el 2006, que, aunque expresado de manera desmañada, lo puedo interpretar como que más allá del pase escolar, la jornada completa, la LOCE o ahora la LGE, se aspiraba a un cambio profundo de la sociedad chilena, un proyecto de país diferente donde debieran primar aires más libertarios y valores más fraternos y también más igualitarios. Hablo de un cambio que permanece por ahora como tarea no cumplida pero que no compromete sólo a los pingüinos, sino a nuestra sociedad completa. Hablo de una tarea superior a la que nosotros, los que tuvimos la suerte de conocer esa democracia antigua que termina con la llegada de la dictadura, somos los que menos podemos restarnos, ya que pesa sobre nuestros hombros esa deuda de haber sido derrotados, y vaya que crece y nos continúa pesando.  

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Intervención de Martín Faunes Amigo en el lanzamiento del número 9 de “Nomadías”[1], revista del Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina (CEGECAL), Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Julio, 2009.

Martín Faunes Amigo, es ex alumno de la Escuela Superior Mixta Número Diez de La Serena y del Liceo de Hombres de esa misma ciudad, y además profesor, hijo de profesores y nieto de profesores, así como dramaturgo, editor y escritor con varias obras dedicadas a la ficción, a la memoria historia y a la historia contemporánea.


[1] En el lanzamiento de esta revista llamado “Conversatorio sobre la Educación Chilena”, conducido por la Directora de la Revista Nomadías Kemy Oyarzún y la socióloga Carla Peñaloza, participaron también el académico Manuel Antonio Garretón y Federico Huneeus, Presidente de la FECH.