Enrique Lafourcade (1927 – 2019)

“¿Por qué escribimos? Para no seguir llorando”

por Josefina Muñoz

Escritor precoz y polemista incansable, trabajó inicialmente en Las Últimas Noticias como periodista y más tarde en El Mercurio, donde publicó artículos de variadas temáticas, entre ellos, crítica literaria y unas crónicas de extraordinaria belleza y sensibilidad, donde recuerda los años de juventud, la casa familiar, sus amigos escritores. Incursionó en la pintura, la música y la filosofía; estudió en el Pedagógico, donde fue compañero de Jodorowsky y de Enrique Lihn; creó librerías, como El caballo azul en las torres de Tajamar. Dedicó toda su vida a la lectura y la escritura, recibió varios premios, sin embargo, como muchos otros, fue excluido por moros y cristianos del Premio Nacional de Literatura.

Su vida literaria comienza con una novela, El libro de Kareen, que lo puso en el espacio literario de su generación, a la que él mismo bautizaría después como la Generación del 50. Su obra suma más de cincuenta publicaciones, considerando novelas, cuentos, crónicas y antologías. Su generación se diferenció de una literatura que percibían como demasiado estructurada, centrada en una realidad en la que lo más importante eran los acontecimientos narrados y no el lenguaje o las preocupaciones existenciales que permitían interrogar e interrogarse desde miradas y ángulos diferentes sobre un mismo acontecimiento.

Aunque su obra es fundamentalmente narrativa, toda su vida fue un gran lector de poesía. En una entrevista (Revista Fibra, 18 de noviembre de 2015), señaló que, para su generación, la gran literatura se iniciaba con Arthur Rimbaud.

Su literatura está entretejida por temas humanos fundamentales: la vida, la muerte, el amor, la libertad, la soledad, la angustia, el abandono, las relaciones de poder y de dependencia, el absurdo, la necesidad de creer en algo que dé sentido a una vida.

Al menos diez de sus novelas son inolvidables; se advierte en ellas una mirada nueva, una reescritura que descubre para los lectores aquello oculto bajo muchas capas y que es capaz de transformarlo en un mundo deslumbrante, inquietante, que se vuelve imperioso conocer y desentrañar para que constituya parte de nuestro propio yo.

La novela La fiesta del rey Acab (1959) nació de una petición de Alejandro Magnet, en ese entonces director de la Editorial del Pacífico, ya que en agosto de 1959 se realizaría una reunión de cancilleres convocada por la OEA, a la que también asistiría el canciller de República Dominicana, país en manos del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Es una sátira magistral, la primera sobre Trujillo, comparable a Yo, el Supremo de Roa Bastos o, posteriormente, a la literatura de García Márquez cuando retrata la esencia de un dictador – dios, presente en los acontecimientos nimios y en los fundamentales: apaga las luces en la noche, encierra el ganado, decide la vida y la muerte de los seres humanos.

Novela de Navidad (1965) aborda la vida de un grupo de niños abandonados, que viven en la pobreza total, refugiados en cualquier alero o en las orillas del Mapocho, con una mirada en la que prima la compasión y el afecto, porque, a pesar de todo, del horror, de la violencia, continúan siendo niños que buscan con desesperación ese amparo que la sociedad les niega.

En 1971, durante el gobierno de Salvador Allende, publicó Palomita Blanca, una de sus novelas más famosas, con más de cuarenta ediciones, seguramente la más leída en Chile, que fue llevada al cine por Raúl Ruiz, de quien opinaba que era uno de los enterradores del cine chileno. Sin duda, es la obra que ha alcanzado los más altos tirajes en Chile, lo que no significa que sea la mejor. Sin embargo, tiene el mérito de haber sido escrita en un momento muy especial de nuestra historia que prometía una transformación política, social, cultural de gran envergadura; con talento, mezcló ingredientes del momento: la división en dos grupos políticamente antagónicos; la presencia de Patria y Libertad y Silo; el encuentro de dos jóvenes de clases sociales muy diferentes que inician una relación que, para María, es el descubrimiento del amor; el asesinato político. De alguna manera, anticipa también una escalada que culminaría con el golpe militar.

El gran taimado (1984) fue presentada en el parque Forestal, entre otros, por el sacerdote Fidel Araneda, en un ambiente de temor e inquietud, ya que el tema central era la dictadura y Pinochet. Aunque no sucedió nada en ese momento, poco después asaltaron la imprenta y destruyeron los libros antes de que fueran distribuidos.

El inesperado (2004) se centra en la admirada e inspiradora figura de Rimbaud; reconstruye sus desconocidos años en Abisinia, habiendo renunciado para siempre a la poesía. Imagina la vida de esos años desconocidos, inexplicables. Es una gran novela, dolorosa y mágica, conmovedora, en la que se respira el aire caliente y asfixiante de la zona, la incomunicación lingüística, social, cultural, más allá de algunos contactos, quizás exactamente lo que Rimbaud necesitaba para abandonar su pasión creadora.

Para finalizar, bajo el título “Esos amigos…”, la Revista Estudios Públicos (46/1992) recoge un “itinerario de lecturas personales, la formación de una generación de escritores chilenos”, entre ellas, las palabras de Enrique Lafourcade, que logran emocionar, porque tocan esas cuerdas que están presentes en todo lector, en todo escritor.

Los inicios de su vida lectora: “No recuerdo el instante en que empecé a leer, pero con seguridad lo hice en el Silabario de don Claudio Matte, ese magnífico texto aún no superado, que empezaba con vocales y consonantes formando las palabras del comienzo mismo de la vida: M-A-M-Á; o esa otra de la iniciación del mundo: O-J-O. Y el libro, a poco andar, a poco leer, me habló convenciéndome de que no era un libro sino todo el universo y que tampoco era la Tierra y el cielo, sino un antiguo sueño, y que además era un viaje de nunca acabar y por país de nunca jamás”.

Las novelas: “Amaba las extensas novelas que permitían días de días, semanas enteras de exploraciones entre risas y sufrimientos por la tierra de las vidas prohibidas, entre pieles rojas y búfalos, con fantasmas que huyen cantando arias por las cloacas de Paris o niños libres que navegan como avecillas en balsas por el Mississippi, o cosacos que corren entre los hielos con una carta, perseguidos por los lobos”.

Lector y escritor: “Separo aquí dos tiempos: el de lector seducido por todos los libros, y el de escritor, por lo menos, el de inminente escritor. En el primero me las arreglé para encarnarme en ciertos héroes literarios. Fui Martin Eden y Leo Nicolaievich Myshkin y, por supuesto, Lord Jim. Fui, a ratos, Julian Sorel. Sobre todo, Agustín Meaulnes y Harry Heller”.

“Y me di cuenta de que pertenecía a la raza de los que desean robarle los huevos al águila, a esa volátil ave de presa que se alimenta del hígado de Prometeo, cuando inicié con enormes esfuerzos la tarea de plagiar escritores, de reiterarlos. Somos epífitos. Crecemos apoyándonos en los demás. Los escritores roban a escritores. Pero no roban, es una mala palabra decirla. (…) Se trata de un traspaso. Como si cada generación volviera a crear (y a creer) un tiempo, una atmósfera, ciertas irradiaciones, sus ejemplos y sus hambres para luchar a brazo partido con la palabra, para domesticar al verbo. Permítanme citar a Jorge Luis Borges: ‘Si todo el pasado está en la biblioteca, todo el pasado salió de la imaginación de los hombres’, lo que resulta incitante e irreal como tantas cosas de este admirable escritor”.

Porque soy: “Porque soy, soy importante. Porque sin que nadie lo sospeche, yo soy, y tal vez guarde todo el mundo en mí, en mi corazón; y porque creo en algo como la belleza que es como un oxígeno. Leemos, soñamos, somos capaces de contemplar cuadros, estatuas, edificios, ciudades, crepúsculos, el mar; admiramos la naturaleza y oímos la música de las esferas y la de los hombres y temblamos ante el gran espejo del amor y sabemos que tras ese espejo están Alicia y su país, y todo esto es importante, aunque no seamos de aquí y estemos ya en la mañana del tránsito. Creo que se trata de santos remedios inventados por el hombre: Dios y el Arte. Antídotos contra las desesperaciones. La fórmula tiene otra variante: creo que se trata de santos remedios inventados por Dios: el hombre y el arte”.

Ha muerto uno de nuestros importantes escritores que, sin duda, merecía el Premio Nacional de Literatura por una obra extensa e inolvidables novelas y crónicas. El mejor homenaje que podemos hacerle es leerlo y darlo a conocer para que nuestras memorias lo mantengan vivo.

Algunas Obras
El libro de Kareen, 1950; Pena de muerte, 1952; Antología del cuento chileno, 1954; Asedio, 1956; Para subir al cielo, 1959; Cuentos de la Generación del 50, 1959; La fiesta del rey Acab, 1959; El príncipe y las ovejas, 1961; Novela de Navidad, 1965; Palomita blanca, 1971; Salvador Allende, 1973; Nadie es la patria, 1981; El gran taimado, 1984; La cocina erótica del conde, 1987; Pepita de oro, 1989; Mano bendita, 1993; La princesa pajarito, 2003; El inesperado, 2004; Viaje al corazón del cielo, 2010.