Por Antonio Rojas Gómez

Simplemente Editores, 152 páginas

Estamos ante un libro moderno. Es el primero que publica el autor y corresponde a las nuevas tendencias literarias que han reducido el volumen del cuento al de microcuento. Es decir, se reduce el episodio narrado a su mínima expresión. El autor debe entregarle al lector el máximo de información sobre el asunto que narra, con el menor número de palabras posible. Una tendencia que responde al ritmo de la vida en el siglo veintiuno, en que el tiempo se ha convertido en un valor escaso que debe ser aprovechado al máximo para generar bienes; no se puede malgastar en asuntos improductivos, como la lectura. Pero los que ya han contraído el vicio de leer quieren seguir haciéndolo, y los escritores siguen escribiendo, acomodados unos y otros a los tiempos que corren.

Los resultados son variables. Hay microcuentos para todos los gustos y de todas las categorías. Estos de Patricio Zulueta están bastante bien. Se dejan leer sin esfuerzo y entregan gratos momentos al lector. Claro que no podemos pedirle la profunda introspección en el alma humana que encontramos en grandes autores del pasado, como Dostoiewsky, Mann, Baroja o Hemingway, porque eso no se puede entregar en media página, ni siquiera en una entera ni en dos. Y hasta ahí llega la extensión de los microcuentos de este libro.

Pero sí debemos reconocer en Zulueta dos aspectos muy meritorios en su condición de escritor: el tratamiento del idioma y el ingenio. Sus cuentos están bien escritos, con prolijidad, resultan claros, comprensibles para cualquiera que sepa leer, aun cuando carezca de cultura literaria; se disfrutan como esos dulces que se deshacen en la boca sin que uno se dé cuenta y dejan un grato sabor. Y aun cuando no planteen grandes problemas filosóficos, ni escudriñen en los secretos más íntimos de los personajes, hablan del quehacer diario, de asuntos corrientes que son comunes a todas las personas, con una visión aguda, graciosa, que provoca plena satisfacción.

Setenta y cuatro son los cuentos que integran el volumen, todos diferentes, aun cuando se refieran a aspectos similares del quehacer humano. El autor los ha agrupado en seis secciones, tal vez para que el lector tenga una idea de lo que va a encontrar. Veamos los nombres de esas secciones: Romance, Fantásticos, Humor, Policial, Drama y Humor Negro. Pero eso no tiene mucho sentido porque lo que prima, en todos, es el humor, la mirada jocosa que el autor posa en asuntos románticos, dramáticos o policiales.

Y esto lo dice, y muy bien dicho, el escritor Diego Muñoz Valenzuela en la contratapa del libro:

“Patricio Zulueta se integra con cualidades propias a la lista de cuentistas con acento en el humor, por mérito de las especiales características de sus métodos narrativos: el socavamiento de la realidad cotidiana con irrupciones fantásticas; el negro sarcasmo aplicado sin piedad sobre las relaciones amorosas; la pasión convertida en rotundo fracaso o en crimen; la ilusión destruida con ferocidad y mofa; la burocracia donde se refugia el funcionario sádico o ineficaz”.

Pero me parece que lo mejor, para que usted se forme por sí mismo una idea sobre estos cuentos de Patricio Zulueta, es contarle uno de ellos:

“Clarita.

“Clarita soñaba con ser grande. Anhelaba pintarse los labios, calzar zapatos de taco alto, tener niños, casarse con un hombre que la amara, ser hermosa y libre para ir a cualquier parte.

“Pasaron los años y Clarita se pinta los labios, calza zapatos de taco alto, tiene tres hijos, un marido que la adora, es hermosa, pero no se siente libre.

“Debe trabajar duro para adquirir rouge, comprar los zapatos de taco alto, pagar el colegio de los niños y mantener a su marido cesante.

“Cuando logra dormir, Clarita sueña con ser pequeña y tomar la mano firme de papá”.

¿Qué le parece?