EN BUSCA DE LA MEMORIA PERDIDA

Por Juanita Gana

Fue en mayo, en un restaurant chino de La Reina, cuando Dilcia Mendoza, Reinaldo Mendoza y yo, que he sido más bien testigo de esta aventura, conversamos sobre este año tan especial en el que se conmemoraban los 50 años del golpe cívico militar. Nos preguntamos qué podíamos hacer por nuestra parte. Siendo ellos dos poetas, la pregunta era aun más específica. ¿Qué podíamos hacer desde la poesía para contribuir a la conmemoración? Y fue allí, entre wantans y arrollados primavera que empezó a fraguarse la idea. Juntar poetas, recitar poesía en torno a lo que había significado el año 1973 y sus secuelas, y compartirlo ojalá con la gente más diversa posible. Pensamos en principio en lectura en las plazas. Pero fue rápidamente desechado porque la atención y el sonido se verían perjudicados. Entonces llegamos a la conclusión que, además de poetas y poesías, necesitábamos locales apropiados, y un equipo de sonido. También pensamos que lo ideal era llevar la actividad a distintas comunas para romper con la centralización de la actividad cultural y llevar la memoria de lo ocurrido a diferentes lugares dentro de la RM, incluso a otras regiones. Y si íbamos a ir a diferentes comunas y nuestro objetivo era difundir ampliamente la historia de ese año aciago y sus consecuencias, y que ojalá nadie pudiera decir, esto no pasó, esto no es cierto, como algunas voces de derecha comenzaban a repetir con discurso negacionista que creíamos desaparecido, teníamos que incorporar a gente de la comuna. Poetas de la misma comuna que estábamos visitando.

Ahí ya teníamos los lineamientos fundamentales del proyecto. A continuación, vinieron las inevitables preguntas. ¿De dónde sacaríamos recursos? ¿Cómo conseguir locales? ¿Cómo contactar a los poetas locales? Y empezamos a usar nuestras redes de amigas y amigos y conocidos, para reunir los fondos, contactar organizaciones comunales, sociales y municipios que nos facilitaran infraestructura, material fotográfico sobre los ejecutados y desaparecidos de la comuna, y nombres de poetas locales y la difusión de los eventos a la población de la comuna para que asistiera. Asimismo, obtuvimos el apoyo de la Corporación Letras de Chile y de la Sociedad de Escritores de Chile.
De ahí en adelante, todo comenzó a caminar, cada uno con su tarea. Partimos en La Legua por motivos afectivos. Conocíamos de cerca la historia de La Legua durante 1973, antes y después. Dos de nosotros habían vivido el 11 de septiembre de 1973 en La Legua. Experimentaron de primera mano las pérdidas y dolores de ese fatídico día y de los meses que le siguieron. Y por supuesto, teníamos facilidad para llegar y contactar a las organizaciones sociales del sector.

Reunimos los fondos, conseguimos infraestructura, identificamos a poetas locales que pudieran aprovechar la oportunidad de mostrarse y reunimos a los poetas ya consagrados que nos acompañarían. Los hermanos Víctor Hugo y Fernando Castro, también antiguos residentes de La Legua, y por cierto Dilcia y Reinado Mendoza. También conseguimos diseñadora, afiches e invitaciones, apoyo para el sonido, pendones y material fotográfico e, incluso, decidimos incorporar una introducción y un final musical. Para rematar el evento, sopaipillas y vino navega’o para compartir con los poetas y músicos al término de la jornada.

También encontramos un nombre para el colectivo y para las jornadas “Poesía es Memoria”, que develaba el corazón del proyecto.
La primera jornada fue un éxito de asistencia y de recepción del público y era todo lo que necesitábamos para continuar con el proyecto.
El colectivo creció, agregando a Pedro Toro, quien había partido apoyando los requerimientos de sonido y administrando el sitio de Instagram, quien resultó ser un excelente poeta.

Se sumaron, en orden cronológico, Macul, La Pintana, Cartagena, Lo Espejo, San Fernando, Lonquén, Puente Alto y cerramos el ciclo de conmemoración en San Joaquín.

Mirando hacia atrás, como colectivo, solo podemos decir que cuando se quiere, se puede. Partimos con una idea y terminamos con un proyecto materializado que nos permitió llegar al corazón y a la memoria de los habitantes de ocho comunas, cumpliendo así con nuestro objetivo: mantener viva la memoria de nuestra historia individual y colectiva de los años de dictadura para que el “nunca más” sea una realidad, para esta y las generaciones que vienen.