Por Julián Avaria-Eyzaguirre

Recientemente Signo Editorial publicó la cuarta edición de la novela La Partida del escritor Jorge Calvo, tan literato como ajedrecista. En efecto, su publicación anterior E4, historias de una pasión, trata precisamente de ajedrez.Comparto junto a Jorge ambas pasiones. En mi última visita a Chile nos juntamos en “La Terraza”, a pocas cuadras de Plaza Dignidad, para trocar nuestras últimas publicaciones mientras nos comemos unas sabrosas colaciones en uno de los pocos bolichitos santiaguinos que siguen considerándose una picá.

Calvo está muy seguro de su obra. No en vano es su cuarta edición. El trueque de libros concluye previa negociación. Acepto intercambiar dos ejemplares del Wayna por uno de La Partida. No obstante, el trato debe cerrarse después porque solo traigo uno. El otro libro se lo paso al día siguiente, durante – ni antes ni después – la presentación del libro Terrorismo marxista de Ignacio Fritz en la Primavera del Libro. Acompañan al autor, Max Valdés como editor y Bartolomé Leal como presentador.

Veo la figura de Jorge Calvo que se acerca bamboleante cual bartola queriendo atracar en un muelle con la corriente picada. El amigo debe sortear un césped en desnivel y una solerilla inoportuna que se cruza para hacerle una zancadilla. Me levanto presto a darle una mano, pero él se frena, dice que puede y cual felino, estudia el movimiento antes de la acción. Sin inconvenientes logra sentarse a mi lado.

Bartolomé cuenta algunos detalles de la obra de Fritz mientras yo dejo deslizar sigilosamente sobre el muslo de Jorge el ejemplar del Wayna que le debía. Me pide que se lo dedique a un amigo que se está iniciando en el camino del chamán.Llega Julia Guzmán y se suma a la audiencia. Bartolomé interrumpe su presentación aludiendo a la Cofradía Noir presente, motivo más que suficiente para que Ignacio esté agradecido. Enseguida, el presentador retoma su perorata y Jorge, con similar sigilo, ofrenda a Julia un paquete. En eso anda la gallada, moviendo libros negros cincuenta primaveras después del golpe militar. Por dicha ya no estamos en dictadura y no corremos riesgos. No estamos bajo el yugo de la junta, pero Pinochet, la tortura y la herencia capitalista sigue presente en nuestras obras. Ignacio confiesa que no escribe de lo que sabe. Contra todo principio garcíamarquiano, a él le gusta escribir de lo que no sabe, de lo que no conoce:

-Yo no he vivido la tortura, pero igualmente me atrae la temática y especialmente la figura del torturador.

Jorge Calvo se ofusca, se gira para enfocarme con su mirada cual Odin y farfulla:

-Detesto cuando escriben de la tortura sin saber. Hallo que es una falta de respeto para quienes la sufrieron en persona.

Tras tamaña sentencia deja instalada en mí la cavilación. En un extremo del pensamiento está Fritz que narra lo que no ha vivido y en la otra punta se halla Calvo. ¿Jorge escribe en base a su experiencia? No me pareció oportuno preguntarle directamente. No era necesario. Tras la lectura de La Partida me quedó claro, clarísimo: Jorge Calvo es de los ajedrecistas que se aventuran con el gambito de rey y es, qué duda cabe, un escritor que narra lo que ha vivido. Lo que ha vivido como persona y lo que ha vivido un país.

La Partida, si bien se publicó por primera vez en 1991 poco después de la caída del muro de Berlín, mantiene vigencia y seguirá manteniéndola en sucesivas ediciones, mientras la sociedad chilena no termine de cicatrizar la herida a tajo abierto que nos ha dejado la dictadura a todos los hijos e hijas de la patria. Mientras no sepamos dónde están los detenidos y desaparecidos, mientras los milicos no pidan un genuino perdón, mientras Henry Kissinger siga ostentando el Nobel de la Paz otorgado el mismo año del golpe militar perpetrado en Chile, mientras sigan cruzándose en el supermercado el torturado con el torturador; las escritoras y los escritores seguiremos dando cuenta de aquello en nuestras obras; tal es el caso del también recientemente publicado Martes Negro (Editorial Espora), obra colectiva basada en aquel fúnebre martes 11 de septiembre de 1973. Participan desde los que lo vivieron en primera persona hasta los que llegaron después.

Por ello, el cúmulo despampanante de libros que tratan el tema de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos acaecidas durante la funesta dictadura, por ello tantos autores latinoamericanos han usado la figura del dictador. Porque es una realidad ominosa que sigue en nuestras venas chilenas y latinoamericanas cual mal de Chagas. Entre todas estas obras, la de Jorge Calvo se destaca, tal como Tejas Verdes de Hernán Valdés. Ambas se leen amenamente, a pesar del horror de trasfondo. Esto se logra gracias a una dosis precisa de humor. No se crea que el humor aligera la cruda verdad cayendo en una narración superficial. Muy por el contrario, el humor le permite al autor transmutar el dolor y el trauma a través de una narración genuina y contundente.

La Partida, por su parte, ofrece tanto la mirada de la víctima como la del torturador, agregando una tercera variante, cual ajedrecista que juega una novedad:  El torturador también es una víctima.

Muy lúcido el capítulo tercero donde nos enteramos cómo fue la formación de los centros de tortura y cuál era el perfil que se buscaba para formar parte de esta élite del terror.

El autor pule la oscuridad hasta la brillantez, cuando narra el triste funeral de Pablo Neruda:

Todos ahí éramos actores de una obra representada en el corazón de una realidad que a cada segundo que transcurría se volvía más y más disparatada.

Que sepa Jorge Calvo, a través de su narración, los que nacimos después, los que no pudimos estar allí con ustedes, vivimos ese funeral hasta los tuétanos y nos sumamos al grito colectivo: ¡Presente compañero Neruda!

La presentación del libro se acaba de cuajo porque es el turno de otra editorial. Tras adquirir un ejemplar de Terrorismo marxista en el puesto de Max, me dirijo raudo al stand de Editorial Catalonia, donde está Carlos Biernay, otro cofrade noir quien pluma en mano dispara firmas para los truculentos lectores de Macabros. Adquiero los dos volúmenes debidamente dedicados y pregunto a quemarropa:

-¿Y ya se viene el tercero?

-¡Si! Ya estamos afinando los últimos detalles.

-¿Y de qué va tratar?

-Vamos a tratar el tema de las sectas.

-¡Buen tema! ¿Antares de la Luz?

-Por supuesto.

-¿Y los de Pirque?

-No se puede, todavía no está cerrado el caso.

Dialogamos un poco más hasta que llegaron otros lectores ávidos de sangre y nos despedimos. Di una última mirada al Parque Inés de Suárez. Me dio gusto verlo atestado de gente en torno a los libros. Voy caminando por Bilbao y al llegar a Pedro de Valdivia se me ocurre una idea. ¿Qué tal si el cuarto tomo de Macabros tratara el tema de los crímenes políticos acaecidos durante la dictadura?No. No se puede. Ese tipo de caso sigue abierto y no cicatriza cual artera puñalada con ajo…

Jorge Calvo, jugando con blancas, nos conduce hacia un episodio de Chile cuyas repercusiones continúan impactándonos como una cruel e ineludible herencia congénita. La Partida es un viaje al pasado reciente para entender mejor nuestro presente.