Soldado de terracota

    Li Piang Hua, soldado de terracota del emperador Qin Shi Huang, escapó de los subterráneos de La Moneda. Caminó hacia el norte, pasó la noche tomando chelas con unos emigrantes peruanos. Conoció a una chica de Rengo que vino a Santiago persiguiendo una hora plan AUGE para un oftalmólogo. Ahora viven en la Pintana y tienen un puesto de comida china.

Es noche. En un pequeño patio junto a un triciclo y dos balones de gas, Li, ejecuta una silenciosa danza; blande su ballesta apuntando a la Luna.  En sus oídos,  canto de bambú acariciado por el viento.  

   * Cuento ganador  del Primer Lugar, Concurso Santiago en 100 Palabras, XI versión,  año 2012           

 

Llamado en la noche

Anoche, después de un violento chubasco alguien, -un hombre-, grito mi nombre  desde la calle.  Desperté, el grito había sido real, pero se fundió con mis sueños. Mi esposa estaba  junto a mí.  Mi hijo Martín estaba en  su pieza,  mi hija en casa de una amiga; el auto estaba estacionado frente a la puerta, la alarma no había sonado. Alguien me llamó, si hubiera ocurrido algo grave me volvería a llamar. Esperé durante un rato largo y nada. Ahora, de mañana, miro el jardincito salvaje, la reja, el auto,  no hay nada extraño. Ahora sé que fui yo el que me llamó, desde algún otro lugar en que también  habito: ahora estoy conmigo y no sé qué tengo que decirme.

 

III)

 

Mi ángel de la guarda y yo

 

   Mi ángel de la guarda y yo tenemos un trato. Él hace como que me cuida, y yo hago como que confío en él.  Cada uno se dedica  con esmero a  hacer lo  que más  le gusta.   A fin de año  nos  repartimos las utilidades en partes iguales.

 

Esquina

         Todavía no era noche. Mario se paró en la esquina del pasaje a tomar la última luz del día. Vio venir el auto a mucha velocidad, el motor sonaba como de fiesta. Otro coche apareció por el lado de la  cancha. Sintió los estampidos. Eso fue lo último. 

  Mario se quedó mirando al cielo como mirando un relámpago y no se dio cuenta de su muerte. Ni siquiera reparó en la  animita que construyeron junto al poste. Nunca supo si fue la banda de los Guarenes o los Pantoja, nada.

     Mario es una brisa en la  esquina, un temblor imperceptible de la luz. No tiene pistas para saber que está muerto. Su mirada atónita y su semblante se asemejan a la de los pastabaseros que miran como él, la nada.

 

Luis Alberto Tamayo, escritor. San Fernando, Chile, 1960. Es el segundo de siete hermanos. Estudió en escuela y liceos públicos, se tituló de profesor de Educación General Básica en la Universidad de Chile en 1982. En 1978 inicia su carrera de escritor, ganando el concurso nacional de cuento “Todo Hombre Tiene Derecho a Ser Persona” organizado por la Vicaría de la Solidaridad y el Arzobispado de Santiago. En su ejercicio docente ha unido la narración oral al aprendizaje de lo necesario para la vida. Ha publicado a la fecha  diecisiete libros (cuentos y novelas), ha obtenido numerosos premios escribiendo para niños, jóvenes y adultos, entre los cuales destacan “Caballo Loco, Campeón del Mundo, (doce ediciones a la Fecha), “Una Gran Gato”, Premio Altazor, 2014, Premio Santiago en 100 Palabras, cuento “Soldado de Terracota” 2012.