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De Pena Capital:

El Chacal

Analfabeto, alcohólico, vagabundo, fue detenido por asesinar a una familia campesina y conducido engrillado a la cárcel. La prensa le dio el apodo de El Chacal. En la cárcel, mientras era sometido a un juicio largo y engorroso, le cortaron el pelo, le dieron un traje de ciudad, le enseñaron a leer y escribir, estudió la Biblia con el capellán del penal, se informaba de las noticias en los periódicos que compraban los gendarmes y al poco tiempo sabia responder de manera inteligente las preguntas de los periodistas.

Cuando se hubo transformado en un ciudadano ejemplar lo fusilaron.

 

La llamada

—Tiene derecho a una última llamada —le dijo el gendarme.

El condenado a muerte llamó a su casa y preguntó por su esposa.

—La señora salió temprano —le explicó la mucama—, me dijo que iba a una boutique a comprarse un traje nuevo, luego pasará a la peluquería y me encargó que pusiera la champaña en el refrigerador.

 

Su última cena

—La ejecución es mañana al alba —le anunció el capellán de la prisión de Fort Worth—. No olvide que tiene derecho a elegir lo que quiere comer esta noche.

Después de pensarlo un poco, el condenado respondió:

—Por favor dígale al cocinero que para esta noche quiero huemul patagónico al horno, puré de papas moradas del Cuzco, postre de pitahaya y jugo de mangostán. Era la fruta preferida de la reina Victoria. 

Juan Armando Epple, in memorian

Fue profesor emérito en la universidad de Oregon. Publicó libros de ensayo sobre literatura chilena y latinoamericana, además de varias antologías de microrrelatos. Fue incluido en antologías de cuentos editadas en Estados Unidos, España, Alemania y Chile. Autor de los libros de microrrelatos Con tinta Sangre (Barcelona:Thule Ediciones,2004) y Para leerte mejor (Santiago de Chile: Mosquito Editores, 2010).