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BATALLAS DE UNA PASIÓN

Jorge Calvo; Signo Editorial; octubre 2021

por Edmundo Moure

Esta sí es una larga guerra, que puede repetirse hasta lo innumerable. Se trata del antiquísimo juego del ajedrez y de un apasionado escritor que suele entreverarse en batallas libradas en el enigmático tablero. No es el único, pues entre los pares de oficio hay un puñado de entusiastas capaces de extraviarse durante horas en su desafío geométrico.

Jorge Calvo, sin duda uno de nuestros mejores narradores, entre vivos y muertos, entre activos y silenciosos, es asiduo ajedrecista. (Nunca he cruzado con él una partida, pese a que le he visto jugar con el editor y poeta Gonzalo Contreras y con Eduardo Robledo, otro de los habitantes de la Casa del Escritor que disfrutan este llamado “deporte ciencia”, aunque nadie transpira ni jadea al practicarlo).

Tampoco sé los puntos que calza en esta especialidad, aunque si es tan hábil en la cancha blanquinegra como en el uso de las palabras para describir sus entreveros, habría que andarse con cuidado…

En cuanto al ejercicio narrativo, está, ya se ha dicho, entre los eximios del género y este breve libro, e4 Batallas de una Pasión, así lo ratifica. En poco menos de un centenar de páginas se despliegan estos cuentos, atrapándote cada narración si fuesen sendos entreveros de ajedrez, jugados por hábiles personajes, algunos de ellos prestigiosos especialistas en el tablero de las sesenta y cuatro casillas, treinta y dos blancas y treinta y dos negras, donde se enfrentan ejércitos de dieciséis combatientes albos y dieciséis oscuros, en absoluta condición de igualdad de recursos bélicos. La única y trascendental diferencia está en el talento o genio particular de cada uno.

Tampoco existe aquí el azar, como ocurre en los juegos de cartas, dados o fichas, en que se producen ventajas iniciales en el reparto de naipes o piezas, como en el póker o en el dominó. Las sorpresas pueden venir solo de las diversas estrategias o planes de batalla desplegados por cada uno de los contendientes; de la agresividad puesto en el movimiento de las piezas o de una defensa planificada con varias jugadas de anticipación, para dejar abierto un flanco y dar el jaque mate, golpe de gracia, en un fulminante contraataque.

El maestro Jorge Calvo asume estas partidas sin emplear el tablero ni las piezas. Construye los lances con palabras, en este caso, fichas que van construyendo el juego en un tablero semi imaginario que es la hoja en blanco. Comienza su apasionante tarea con un prólogo que no lo es, pues se trata de una suerte de breve ensayo en donde declara su amor por el ajedrez, develándonos parte de sus misterios, pues son muchísimos, tantos como cultores se afanen en el ejercicio; como en el arte amatorio, diríamos, donde la seducción puede volverse más importante que el plan o que el mismo desenlace.

Los amantes se enfrentan. Son enemigos que se atraen, movidos por esos componentes, contradictorios y paradojales, del amor y del odio, que se fundirán en un abrazo final, con el desplome de uno de los dos reyes, o con la tregua desconcertante y agresiva de las tablas, cuyo sentido semántico sería entablar, volver a colocar las fichas sobre el tablero.

En el caso de las diez batallas aquí narradas, hay un solo vencedor que se lleva las palmas: Jorge Calvo, el autor de este fino y notable libro con el que crucé el umbral entre el año 2021 y 2022, leyendo la última historia entre las cero horas y los veinte minutos siguientes, haciendo una pausa entre los abrazos y la champaña: “Caissa, desciende y encarna”, donde la pasión se exalta con una jugadora treintañera que ha destacado en el Mundial Femenino de Ajedrez. La pasión por este juego supremo parece culminar en el tablero como en un lecho donde hacer tablas quizá resulte perfecto.

Volvamos al lenguaje. Jorge Calvo exhibe una prosa impecable, a la vez sustantiva y poética, en cuya articulación las acertadas metáforas logran recuperar, con vívida elocuencia, lo espacios históricos y los personajes paradigmáticos del ajedrez, volviéndolos atemporales, como sucede y se plasma en el arte verdadero, porque la estética, si no detiene el fluir del tiempo, es capaz de detener los relojes convencionales, incluso los que marcan y controlan los lapsos de la partida, exacerbando la expectación o la angustia frente a una movida en ciernes.

No se trata de una obra para aficionados al ajedrez. Nada de eso, sino de un libro de cuentos atractivo e ingenioso, escrito desde las entrañas de una pasión que hace confluir dos lenguajes en uno: el afluente de las movidas en el folio fijo del tablero y el de las palabras que se van desgranando entre las cuadrículas, transformándolas en hojas donde se escribe parte de los infinitos movimientos posibles.

Me había propuesto, hace años, desafiar a Jorge Calvo para un lance de ajedrez, en el Refugio López Velarde. Me doy cuenta a tiempo de la temeridad de mi arrebato, y echo pie atrás, con mayor razón en presencia de testigos indiscretos, como suelen ser los escritores.

Edmundo Moure
Febrero 27, 2022