Sebastián Núñez Torres (Santiago 1984), poeta, docente e investigador académico. Licenciado y Magíster en Lengua y Literatura, candidato a Doctor en Literatura en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Ha enviado un adelanto de un libro de poesía que será publicado pronto.

Espejismos

Si buscas la verdad renuncia a estas palabras,
pero abraza en cambio su ilusión
el estigma blanco de su niebla
su dulce engaño
su germen de horas delirantes
su reflejo en el ventanal nocturno de las ciénagas.

Luz de este día, despojo de tinieblas,
sombras remitiendo agujas de lluvia
bajo el cielo de hombros abatidos.

No me esperes más en tu jardín
de besos ficticios espejeando
en los reversos que compiten
con el pájaro de las horas boreales
y las verdades que se quiebran
en el precipicio de las máscaras.

Antes que el tiempo reseque las alas
temo que los ángeles se desbaraten
si ella vuelve a soñar con la nieve
o espigas germinando para enhebrar
el crujido de las piedras despeñadas.

Pero hay una perseverancia oscura de raíces
disputando el despojo de las ruinas,
una pestaña desatando huracanes
de ramas rotas por el sendero de tu espalda
petrificada bajo el amor ausente de los grillos.

Apareces como el final de los parques
donde la ciudad vuelve al acecho
para aceptar que nada te pertenece
que todo es mentira bajo la letra
que abundas en el margen
en los distritos perdidos
que pasaron por alto los cartógrafos.

¿Cómo igualar siquiera el temblor de la telaraña
tras la lluvia en los cipreses del origen?

Tal vez la onda ya remota de la serpiente
deslizándose en el agua
como el hecho irremediable,
como el invierno que aguarda para oír
la risa de la escarcha doblegando rosas
en la eternidad muda de los pórticos.

La tierra que mira de vuelta al cielo
con el ojo profético del Sahara
es el hogar de los espejismos,
la estirpe rabiosa del viento
que arrastra
el deshilvanado sueño de la soledad.

Como gatos de Schrödinger
en la disyuntiva del microcosmos
vivos o muertos por un designio
sin brújulas en el país binario
del equinoccio
y el angelical desvarío de los átomos.

Después de todo tendría que venir
el vacío con su voz terrible
carcomiendo la pompa de los tronos,
el silencio dormido en los espejos
donde relumbra la belleza
que se marcha levantando polvo
como el despegue aparatoso de los coleópteros.