Por  José O. Paredes.

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Un país a la deriva, piensan algunos que es el país donde habitan; otros que lo que pasa son turbulencias pasajeras. Los más no están ‘ni ahí’ con las preocupaciones de los que ven el lado triste, graso, de las cosas.

El tizne de los trenes será que todo lo oscurece, hasta el alma de los que no ven salida a lo que pasa, como si fuera el ‘inferno’. Puede ser que la solución sea más simple que el oscurantismo que los lleva a la desesperación. Viendo todo en blanco y negro no ayuda; no hay que olvidarse de las zonas grises; las hay en nuestros actos, y en los de los otros. El maestro filosofó mucho antes de encender la hoguera que recorrió Europa y después el mundo, iluminando los corazones de los desposeídos y de los que estaban al lado de éstos, y de los que tenían la sartén por el mango. Subiendo a la montaña por sí mismos nunca lo iban a conseguir; así lo entendió el escriba y se fue despacio por las piedras. En comunión es la cosa; lo escribió en su obra magna, y desarrolló su teoría más tarde, a la par de su opúsculo que despertó la conciencia de los que no podían explicarse el fenómeno que los agobiaba: la ecuación entre el capital y la fuerza del trabajo, que la revolución industrial aceleraba exponencialmente. Las dos fuerzas se necesitaban para sobrevivir en el nuevo paradigma. Lo explicó bien en su obra maestra que sigue vigente para explicar el fenómeno de la economía que al final de todo es un hecho subjetivo. Lo justo es lo justo se habrá dicho, y se puso manos a la obra: a explicar lo que tenía una explicación plausible. La correlación de fuerza iba a favor de los trabajadores; él, con sus escritos nos ayudó, y ayuda aún, a ir a favor del viento. La historia es nuestra se dijeron, jubilosos, los adelantados; él enseñó que todo es en tiempo presente. Aún no aprenden la lección, los que ven en blanco y negro el tablero de ajedrez. Y se olvidan que táctica no es lo mismo que estrategia, y al hacerlo, se alejan del resultado que se busca: el bien común; así de simple. Ojalá, alega el zapatero, al que no le pasan gato por liebre.

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El poeta andaba a la deriva; así lo recuerdan los pocos que se cruzaron en su camino. ¿Qué poeta no anda en ese estado?; el que lo es, le respondió a la hija que estaba ilusionada con ser la que ayude a salir adelante al que derivaba en su cuesta arriba poético. La subyugó cuando le dijo que ella era la poesía; la pobre le creyó más cuando le pasó, como en un acto clandestino, el poema que la encandiló: “Poesía eres tú”. Y se miraba al espejo, pero no entendía nada de nada: era la misma simple de siempre. A la madre no le hizo ninguna gracia que se ande metiendo en esas aguas; ella, tal vez por experiencia, o por intuición, cree que estos seres – echados del ‘paraíso’  – son unos vagos que no le hacen un bien a nadie. Era de justicia que pensara así; protegería mejor a su criatura de caer en brazos de esa ‘anti-poesía’ (que le pareció chiste, y de mal gusto), que caminaba hacia el delirio in extremis; es decir, a la nada misma.

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En medio de la plaza del centro, la belleza. En todo su esplendor, al alcance de la mano. Porque era de danza y voz. La recuerda de hace años haciendo lo mismo, la misma rutina. Nunca le preguntó por qué. A pesar de que estaba al alcance de sus ojos, no se acercó a ella; la belleza, o ese algo inexplicable, siempre lo puso en alerta. Mejor apreciarla a la distancia, si se acercara puede que la cercanía le revele su otro lado; el sudor por ejemplo, un olor que no huela a flores de su jardín, de su huerto que bien sabe sembrar y cuidar. Pero ahora la veía más serena en su trabajo; hace unos años tenía ese no sé qué, que todas tienen cuando son jóvenes: un lado amoroso, y otro silvestre que no es lo mismo que decir salvaje. Ahora como que se ve entre esas dos aguas. Debe ser por el paso del tiempo; todo lo lima, todo lo vuelve áspero. Puede ser así, aunque puede que nuestra percepción sea la que haya cambiado. Seguro que también nuestra forma de percibir el paso del tiempo. Éste no pasa, nosotros somos ‘ave de paso’, éste es permanencia; como ella que sigue haciendo su rutina de ‘artista’. Es mejor que lo haga en la plaza, que en lugar cerrado donde quizás qué peligro la aceche. Le agradó verla, su voz estaba un tanto más dura; los años no le han pasado en vano. Pero su cante y su danzar, tienen un algo, ese no se qué, que no tenían hace unos años. Ya sobrevivió a los avatares de la existencia, al igual que él; que también ha vivido lo suyo desde la vereda de enfrente, en calle Olivos.

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Al huerto de tu infancia quieres volver; quieres decir al imposible. Ya se fue ese ayer, desapareció como tu primer amor. Es que la nostalgia; lo entiendo… el huerto de tu niñez; ¿la recuerdas, los tuviste, o es tu imaginación ya perturbada la que imagina su existir? Por qué no; no hace daño soñar; eso sí según qué se sueñe. Bueno, por ejemplo, que el gran poema Ciudad o La ciudad de Millán sea cierto, y aquí no haya pasado lo que nos pasó hace cuarenta años. La verdad que en esos pocos días el salto cualitativo que hubo, fue enorme. Lo prometido por el Mártir se cumplía, eso sí, a pasos apurados (un enemigo oculto y armado, acechaba desde las sombras en el Oriente de la capital)… Él hizo camino al andar; los del Norte y los de acá le hicieron guerra sin cuartel desde años antes, hasta que reventaron todo y nos ataron bien atados; hasta el día de hoy vamos en las arcas/barcas de Keronte.

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El exilio se vive desde que se nace, termina cuando desaparecemos del mundo; y nada que llorar: uno es de donde es, no pertenece a nada más; así de simple. Ni tanto, porque hay más factores que complican la simpleza de ese raciocinio. Igual duele; por eso lloramos cuando nos pare la madre. Porque no sabemos lo que nos espera, será. La incertidumbre es tan mala compañía, tanto como mirar siempre el lado oscuro de la vida; hay que hacerlo, pero no exagerar en ello. Parto y llanto; morir un poco. El acervo tiene más de algo que ver en esos asuntos que nos ocupan: el dolor, literal, de ser expulsado del confort de esa agua sabia, con tanta savia, donde realmente se vive la Utopía. En ese lugar – que debiera ser sacro para nosotros – está todo lo que somos y seremos como especie: el pasado, el presente, incluso el futuro. Por eso será la pena de salir del remanso materno, tener esa sensación de no pertenecer y a la vez es su contrario. A ese remanso queremos volver desde el mismo momento en que somos expulsados de aquel espacio que no es el bíblico; no es mítico, ni un mito en formación: Es. Las madres son ‘él’ pilar de nuestras vidas; nos hacen más fácil vivir la pena de extrañamiento.

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Bien lo recuerdo, olía a panes. ¿El huerto? No se planta panes en ellos. Llegaba a mí el olor de la harina, de la levadura; aún tengo en la punta de mis dedos esos aromas. El sabor de la tierra, el sudor cuando la ponías a punto debe ser el que vuelve ahora en que andas con bastón, me digo a mí mismo. ¿Tanto tiempo ha pasado de ello? De la estufa venía ese hermoso olor a vida, a pan fresco haciéndose dentro del horno. De mi madre aprendí a hacerlo; mirándola leudar, después de preparar la harina con un poco de agua y con un ‘pan’ de levadura que yo compraba en el almacén de alguna esquina, no recuerdo cuál. Hace tantos años… en todo caso, no importa dónde esté la fuente. Mirando y haciendo se aprende (¿os acordáis de la praxis, compañeros?; sin ella no se llega lejos; predicar y practicar, así se llega a buen puerto). Lo que sé,  lo que recuerdo que sé,  entró a vivir conmigo porque prestaba atención y porque tenía unas ganas enormes de aprenderlo todo. No habré aprendido mucho, tal vez, pero lo aprendido me sirvió para llegar hasta hoy. Donde vivo tengo mi huerta del presente y el huerto de mi pasado. Sin pasado uno no es, así de simple. Por eso sé plantar; antes de hacerlo preparo la tierra; labrándola, aireándola y cuando llega la hora, las semillas se plantan en la melga a la que se le pone abono, para que nazcan saludables los hijos. Pero no hay que sentarse a esperar a que lleguen como un milagro; el trabajo no termina allí; a la huerta hay que cuidarla como a los niños. El agua, es la leche de las semillas de las huertas; sin ella no hay crecimiento, físico ni de la mente. ¿Os acordáis del “Medio litro de leche”, que fue obligatorio en su gobierno? La familia es un huerto y los niños su resultado por eso hay que regarlos de todo para que crezcan saludables, inteligentes, sabios. Las “Cuarenta medidas” le hicieron muy bien al gran huerto, que nos perteneció a todos.

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Los rieles en medio de esa pequeña galaxia; para mi suerte estabas, Monte S., a mi lado cuando entramos a la sala donde éstos nos miraban desde el silencio. Tanto que tenían que decir, y lo dijeron. Sin tener que abrir la boca; también los dejaron mudos, cortándoles la lengua para que no hablaran, y hablaron. Los asesinos no previnieron que iban a contar lo que sabían, sino los habrían muerto, tal vez peor que a los que les daban una segunda muerte los agentes del gobierno espúreo. La mártir que terminaron de matar en el avión habló desde su muerte; la encontraron a esa pobre maestra en la playa; Marta Ugarte es su nombre. Ella es todos nosotros, también tú amiga mía que vienes de lejos. Por ti se me hizo más fácil caminar por ese lugar de oscuros asesinos, ante los nombres luminosos de esas víctimas, a las que tenemos que darles rostros para que no sigan siendo un nombre en esos murales en que han vuelto a la vida; por eso será que no te olvido. Fue tan poco nuestro tiempo, pero tan lleno de sustancia. Y duele tu partida, tu silencio, tu distancia. Juntos miramos el pequeño símbolo de su vida; desde ese diminuto botón blanco, huella de su vida en su muerte, volvió para decirnos: “Estuve, estoy, respiro; el mar donde me tiraron me devolvió a la vida; fue mi placenta. El juez, un justo entre los pocos que hubo en la corte, supo verme viva, como yo que no me morí y eso que ‘tantas veces me mataron’ esos malos hombres; y qué cobardes fueron y son hasta el día de hoy”. Hasta el día de hoy no abren la boca para decirnos dónde están nuestros amados.

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Son un monumento, las “Cuarenta Medidas”; el nuevo paradigma iba en serio. Los que lo vivieron de primera mano, bien lo saben. Hay que volver a esa fuente. Fue la ‘fuente de la juventud’ para los desposeídos del país y para los que querían cambiar las malas condiciones en que estaba el país: pocos tenían mucho, muchísimos muy poco. Una efervescencia inconmensurable se vivió la noche del 4 al 5 de septiembre. “Mil años hace” canta el bardo catalán; y así parece. Pero no, si solo fue ayer; aquella reforma, sigue estando a la vuelta de la esquina,  esas medidas pueden ayudar a cambiar el paradigma actual: si no el abismo… éste lo tenemos más cerca de lo que podamos pensar. Una gran pena que no se llegara a buen puerto con ese salto cualitativo que dábamos como país. Las fuerzas oscuras de adentro y de afuera hicieron el trabajo sucio y pasó lo que todos sabemos; caímos en el abismo. Ahora estamos peor que en ese ayer: poquísimos, tienen demasiado y los que vendemos nuestra fuerza de trabajo cada vez tenemos menos. Así no se puede ser libre; sólo se crean condiciones de esclavitud que serán difíciles de arrancar. El sistema se está devorando a sí mismo y nadie quiere dar, al parecer, los dos pasos adelante para cambiarlo de raíz; es de justicia hacerlo, ahora, porque el tiempo corre en contra nuestra. Que les explique, queridos lectores ese decir, el filósofo de Peñalolén, que vive agobiado porque no le alcanza el día para hacer todo lo que tiene que hacer, por la carga de trabajo que tiene. La explotación de los ciudadanos en el país ha llegado a su cenit?, o ¿aún hay espacio para expandirla? ¡Levántate, Huenupán!

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Hay muchos que merecen la hoguera en el país. Pagarán, eso sí, el mal que han hecho, de seguro en el infierno, pero ya no servirá de nada. El mal hecho – con maldad supina – está oleado y sacramentado: hasta en el morir son malditos estos forajidos. Hay uno al que yo mismo pondría en la hoguera que haré con mis propias manos y con las manos de sus víctimas  – ¿o habría que desollarlo vivo y bien despacio? –. Seguro que quieren que escriba su nombre, pero no lo haré. Les daré algunas claves. No, no es un criminal de balas o de corvos o torturador o lo que sea. Es un criminal de cuello y corbata. Me diréis nada nuevo bajo el sol. Razón tendréis, porque este pobre país está lleno de tipos como ellos, desde el gran jefe para abajo. Pero éste tiene algo especial, que los otros a lo mejor no tienen. Es amoral. ¿Que no es tanto el cargo? No hay otra manera de explicar su criminalidad; porque al parecer no tiene ninguna conciencia del mal que hizo y sigue haciendo a los pensionados del país. El dictador y sus secuaces lo ayudaron en ello; las fuerzas armadas se salvaron de ser pasadas por las armas por este infeliz mesiánico, por el poder de las armas –sino los habría pasado por el aro también. El dictador tuvo que tragarse su propia medicina, ante la oposición que pusieron sus camaradas de armas al darse cuenta éstos del crimen que el economista de 31 años estaba a punto de acometer. Pero a los que no teníamos armas para defendernos del asalto, nos pasaron por las armas – de nuevo – hasta el día de hoy. Y el pelafustán, de cuello y corbata y de Misa de Domingo, sigue celebrando el crimen que le cometió a millones de chilenos. Y anuncia que por su ‘obra maestra’ de genio (sic), el país está mejor que antes de que fuera cambiado el sistema de pensiones. ¿Ya os disteis cuenta de quién os hablo? Si no, hagan inferencia pues. Les viene de familia; su hermano también jugó con malas artes para tener la fortuna que tiene. El expolio de los trabajadores – pensionados tiene nombre y apellido en nuestro país; en este caso su nombre es… usted descríbalo. Es un robo a mano des/armada el que nos ha hecho y no tengo que deciros a quiénes beneficia. A la hoguera con este criminal, o por último a la basura; porque de seguro nunca será puesto en la cárcel, que se la merece con creces, y de por vida. Usted piense, si no lo sabe, por qué tuvo las manos libres para hacer lo que nos hizo, y a quién ha beneficiado el robo, el fraude cometido por este ‘intelectual’ ideólogo del neo-mercado; hay varios otros que andan sueltos; son de la misma camada.

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Qué puedes hacer, si frente a ti está sentada la belleza; la real, no la que imaginamos. No es la primera vez en su vida que una ocasión como la que vivía, le sucede. Su sorpresa es que no la esperaba sentada en medio de ese crepúsculo y ese frío seco de Santiago. Pero allí estaba, toda para él. Qué suerte la mía se habrá dicho, si lo pensó. O se quedó sin habla admirándole en silencio su esplendor. Cómo resplandecía, esa mujer, oh dioses del Olimpo. Qué hacer, se habrá vuelto a decir. Ya sabía que era bella de cuerpo, de alma, de corazón. Tenía una sensibilidad que pocos tenemos, y una inteligencia como pocos. Y de inteligencia sabe, y se las reconoce apenas las huele. Tienen una esencia de jardín desconocido, misteriosa, Mona Lisa. Ella, no tenía esos misterios sacros; es mundana en el buen sentido del término – un elogio a la vida, al estar vivos. Si hubiesen podido habrían estado toda la noche conversando, bebiendo, entendiéndose como si de toda la vida se conociesen; casi llegaron hasta la madrugada. Lo hermoso de todo este relato, es que hacía pocas horas que se conocieron y les fue como si de toda la vida hubieran andado el uno al lado del otro. De hacía años que no le pasaba esa experiencia; había tenido algunas en sus viajes ahora último, pero efímeras. Esta mujer no iba a ser efímera en su vida; esa es la espina que lo conmueve y lo hace verter más que una ‘furtiva lágrima’. Qué maravilla ese italiano con su voz que trasciende más allá del alma; lo mismo le hace ella con su pureza pagana, de mujer libre que sabe vivir y sabe qué se trae la vida. Es la plenitud de la libertad de elegir, ser feliz y de aprender a gozar en tiempo presente con toda el alma. ¿Qué lo atrajo más; su belleza exterior, inconmensurable; su belleza interior también inconmensurable o su forma de mirarlo? ‘Sólo el misterio nos hace vivir, sólo el misterio’, escribió el poeta de Gacelas y casidas. Y ella le escribió con su voz que acaricia: It was a pleasure being with you in Santiago. Y fue todo; se fue con su belleza a cuestas a buscarse a sí misma, que en eso andaba: en huida hacia adelante. Que los dioses paganos te bendigan per seacula seacolorum. ¡Belle de nuit!

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Piedra sobre piedra; la fuerza de la mano, del puño; la de la piedra sobre la otra piedra, el poder del artesano –arte sano-; es decir saludable. Así tenía que ser la cosa: trabajo sano, que no enferme; con el tiempo llegó a ser insano, de locos. El artesano hizo la reflexión: no puede ser de sol a sol; lo era, sin embargo. La primera fue lo recién dicho; la segunda reflexión nos hizo llegar aquí. Los átomos del pasado salpicaron para todos lados, la fuerza del trabajo… “La fuerza del trabajo sobre el hombro…” cantó el poeta Pasos, no para elogiar sino como denuncia de éste como enfermedad – es una lectura ad libitum del escrito, perdón por el libre albedrío ante la licencia del escriba. Sucede que de esa combinación nació el arte y llegó más allá de la sobrevivencia; es por sobrevivir que se trabaja, de antaño. Nada nuevo bajo el sol dirá un lector avezado; razón tendrá. Piedra en la piedra, fuerza y mirada, la mano ágil, la reflexión alerta; así se labraba el presente y el futuro de la especie, con la salvedad que hay un camino recorrido; largo ha sido y hay muchos que recorrer. La obsidiana, es decir, la piedra negra, o la llamada laja, estaba viva; por su reflejo el pasado remoto nos traerá a este ahora en que andamos en lo mismo como especie – y más modernos tal vez; aunque sea relativo ese término extraño. Todo ello ha sido en tiempo presente; las escrituras antiguas lo corroboran – y  no me acusen de contradecirme; porque en ese yin yan está la clave de los asuntos que nos pre-ocupan. Para que mejor nos entendamos: ‘el dos pasos adelante, uno atrás’, como la danza “Square”, pero esto a nivel político. Todo es político, recordemos; mueve al mundo, tanto como el quehacer en las alcobas, o en los establos, o en el bosque de El cantar. Alguien dirá que no haga poesía; pero ésta es tan necesaria como el pan: para que mejor nos entendamos, la pongo sobre el mantel.

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Des/ocupado lector, puede encontrar el libro en el stand de los editores independientes, en FILSA 2013.