Por Omar E. Vega

Teobaldo Mercado es un hombre alto, que nos hace parecer al resto como pertenecientes a una raza de pigmeos. Serio y de gafas, da la impresión de ser una persona rutinaria y conformista, quizás un empleado fiscal. Sin embargo, quienes le conocemos en este pequeño mundillo de la CF chilena, sabemos que es un luchador incansable en el duro oficio de escribir ciencia ficción en nuestro país.

Por si fuera poco, no sólo escribe algunas de las mejores historias del género, sino que, además, edita sus propios libros, trabajando como editor, corrector de pruebas, impresor, encuadernador y distribuidor de sus propios libros.  Con cuatro libros publicados y varios en camino, Teobaldo Mercado es sin duda el escritor de Ciencia Ficción más prolífico con que contamos en el medio local. Sin embargo, el hecho de ser su propio editor le ha traído la marginación por parte de algunos de sus pares. Existe en el medio local el prejuicio de que sólo las casas editoriales mayores publican buena literatura y que la autoedición es repugnante. Quienes así lo piensan olvidan que muchos famosos autores del pasado se auto-editaron, que las editoriales grandes prefieren al autor populachero y de moda que al de calidad, y que se puede encontrar los errores más horrendos en libros publicados por las así llamadas “buenas editoriales”

Teobaldo aprendió el oficio como discípulo de Carlos Raúl Sepúlveda, escritor señero de la ciencia ficción chilena, muy conocido por los especialistas pero injustamente olvidado por el público en general. Fallecido recientemente, Carlos Raúl Sepúlveda escribió en los tiempos del apagón cultural chileno de la dictadura. Este escritor talentoso logró no sólo mantener vivo el género en sus años más difíciles sino que forjó a muchos escritores nuevos en la mística de escribir contra todo obstáculo. Teobaldo recuerda a su maestro con mucho cariño y agradecimiento, adjudicándole el origen de su conocimiento técnico y de su actitud luchadora ante las letras.

Con estos prejuicios en mente, comencé a leer la serie de cuentos de ciencia ficción de Teobaldo y quedé maravillado. Lo que sigue es mi crítica a una obra poco conocida fuera de nuestro mundillo, y espero que sirva para abrir la mente a quien no le conoce, todavía.

Teobaldo es un escritor de cuentos de ciencia ficción de estilo tradicional. De técnica perfecta, tiene la habilidad de transportarnos a mundos remotos y situaciones extremas con naturalidad, claridad y perfección. No encontraremos en Teobaldo el abuso de la violencia y de la repugnancia, tan comunes en otros autores que gozan de más popularidad. Lo que hallamos en él son cuentos escritos con perfección clásica, que combinan el futurismo con el terror y la fantasía.

Su primera colección de cuentos se llama “Bajo un sol negro” y fue publicada en el 2005, contiene historias de ciencia ficción, terror y fantasía. En estos, se nos muestra como un escritor imaginativo que tiene un excelente manejo de la tensión. Una de las imágenes imborrables que me dejó esta serie fue el cuento “Lamentos”, donde aparece una nave extraterrestre de silueta ovoide enterrada en medio de la Alameda. También recuerdo la tensión que me produjo su cuento “el pueblo que no debía existir” y las meditaciones filosóficas de un vampiro en “El vampiro y el tiempo”.

Luego de este libro, Teobaldo publicó dos series más, llamadas “Hijos de las estrellas” (2006) y “Fragmentos de infinito” (2007), de los cuales mencionaré algunas historias que me impactaron, sin perjuicio del resto. En “Hijo de las estrellas” aparece el cuento “Ficción Científica”, que es una ucronía muy descabellada sobre un mundo alternativo, donde Chile se nos presenta como superior a Estados Unidos. En ella aparece un mundo retro, de mediados del siglo XX, donde Chile tiene a su haber el liderazgo mundial. Al leerlo, no pude menos que compararlo con la famosa serie de ciencia ficción chilena “Julio Tellez”, de Alberto Edwards, publicada a principios del siglo XX, y que nos muestra  a Chile como una superpotencia. En “Fragmentos del infinito” aparece uno de sus cuentos que prefiero. Se trata de “Por el rabillo del ojo”. Una historia de enervante suspenso que nos advierte sobre los peligros de la clonación. En ella Teobaldo nos muestra su talento y garra de escritor en plenitud, por lo que no es extraño que esta historia fuera seleccionada para la antología de “Lo mejor de la ciencia ficción chilena” (2008), publicada por el e-zine Alfa Eridiani, en España.

El último libro publicado por nuestro autor es “Sonrisas estelares” (2008), una delirante parodia sobre el mundillo de la ciencia ficción nacional. Teobaldo describe en ella a varios conocidos autores nacionales, haciéndolos aparecer como personajes de libros de historieta. Ver a estos ilustres escritores retratados y maltratados en la trama no deja de ser divertido. Al menos me hizo reír muchísimo, a pesar de que el autor también hizo una caricatura grotesca de mi persona, que también me arrancó una sonrisa estelar. En cuanto a los cuentos en si, encontré particularmente geniales “Momento mágico” y “La chica que quería tener cola”. Esta última es quizás la mejor historia que le he leído a Teobaldo Mercado hasta ahora, por su idea, su crítica social al vacío existencial contemporáneo, y su excelente manejo de la trama.

Teobaldo Mercado sigue escribiendo incansable, produciendo nuevas historias de gran calidad técnica y profundidad filosófica. Sin dudas seguiré leyéndolo por muchos años, y tengo la certeza de que sus admiradores seguirán creciendo en el tiempo, premiando finalmente a este esforzado artesano de la ciencia ficción que nos enorgullece.