NOVELA DE RODRIGO TÉLLEZ

Por Antonio Rojas Gómez

Esta novela breve nos presenta una historia sentimental que transcurre en una caleta de pescadores del sur lluvioso, que no se identifica. Pero resulta fácil para el lector adentrarse en ella y moverse con entera libertad entre sus habitantes, a pesar de la terrible tormenta que cae en los pocos días en que se desarrolla la acción. Así que, a pesar del aguacero, uno se siente cómodo, como en su casa. Y es que la gente que puebla el caserío es la misma gente que puede encontrar en cualquier lugar de Chile, y aún del mundo, con o sin tormentas invernales o tropicales. Por ejemplo, les gusta poner sobrenombres. A una vecina que pasa asomada a la ventana y que tiene el pelo castaño, le dicen La Maceta. Y al protagonista, que narra la acción, que no es más que un chiquillo con una pierna defectuosa, lo llaman El Cojinova. Por eso mismo, el forastero que aparece cuando comienza el mal tiempo, pasa a ser El Viejo de la Lluvia. Y nadie se acuerda jamás de que su nombre es Emeterio Mendoza. Viene a hacerse cargo de la casa de su primo El Pintao, que acaba de fallecer, y a reabrir su negocio, que consiste en reparar artículos varios de uso doméstico. Y el Viejo de la Lluvia le ofrece trabajo al Cojinova, que sea su ayudante, lo que nunca había sucedido puesto que, por su minusvalía, todos lo consideraban un bueno para nada. Pero se niega a llamarlo Cojinova, porque eso es un insulto, le dice. De manera que el ayudante será siempre Roberto, y el jefe, Don Emeterio. Se forja así una relación entre ambos que se va estrechando rápidamente, por necesidades mutuas. Ambos están solos. Ambos se necesitan.

El muchacho acaba de sufrir un desengaño amoroso. La Jeny, que es su amiga desde la infancia, y con quien hasta ahí han compartido todo, le acaba de confesar que está embarazada, naturalmente de un muchacho mayor, cuyo nombre no revela. Ella espera que él la ayude en su trance, pero él se siente traicionado y no está dispuesto a hacer nada por ella. Entonces, El Viejo de la Lluvia le da a conocer su propia historia de amor y desengaño cuando era apenas un muchacho. Y hay, en el relato del Viejo, de su amor, sus errores y su arrepentimiento tardío, una tremenda lección de humanidad que al muchacho provinciano le permite empezar a verse, y a ver la vida, con otros ojos.

El valor de esta novela radica allí, en la profunda humanidad que brota de las historias y de la gente que las protagoniza, gente sencilla, modesta, que se equivoca, que actúa con violencia brutal, que no sabe dominarse, que carece de educación, pero que es capaz de ayudar al prójimo, de perdonar y rectificar rumbos. De forjarse una vida nueva cuando todo parece haberse deshecho.

Yo anticipo que la lectura hará brotar más de alguna lágrima en las mujeres que la aborden, y por qué no, también en los hombres. Porque las verdades que nos muestra el texto calan hondo. Pero, además, aquí hay que agregar el mérito literario de Rodrigo Téllez, que se revela como un gran narrador. No precisa inventar aventuras fabulosas, ni personajes estereotipados. Camina por la senda más sencilla, por la que, ya lo tengo dicho, avanzan seres humanos iguales a los que topamos a cada paso en nuestro deambular por las calles. Y nos los muestra con trazos de dos o tres palabras. No necesita más. Su prosa es económica y directa, precisa. Recuerda la economía de lenguaje que hizo famoso a Hemingway, y el decir directo y franco, incluso brusco en ocasiones, de Pío Baroja, a quien el Premio Nobel norteamericano reconocía como su maestro.

Pero no solo en el uso del lenguaje veo yo similitudes entre Rodrigo Téllez y esos gigantes de la novela. También la construcción es de singular eficacia. Porque el narrador es El Cojinova, pero ya no es el muchacho que aprendió a mirar la vida con otros ojos junto al Viejo de la Lluvia. Ahora es un hombre grande, padre de una mujer y un hombre de quienes nada sabemos, pero es seguro que habrá sabido guiarlos por la senda que conduce a la felicidad.

Yo comenté, elogiosamente, hace algún tiempo, otra novela de Rodrigo Téllez, muy distinta a esta. Se titula “Juro decir la verdad”. Pero visualizo que el autor tendrá mucho que contarnos todavía, y espero que lo haga con el mismo cuidado, en la elección de personajes y en el tratamiento de la prosa, que hacen de “El viejo de la lluvia”, una excelente novela.

Editorial Forja, 144 páginas.