Con mucho gusto damos a conocer diez poemas del escritor argentino y frecuente colaborador de Letras de Chile, Rolando Revagliatti (Buenos Aires, 1945), de su libro “Viene junto con”.

En algo hay que creer

¿En transpirar la camiseta?
¿En la insobornabilidad de mis delegados?
¿En un lecho clásico, de rosas?
¿En los ajustes de cuentas?
¿En el más acá?
¿En la supremacía de los recalcitrantes?
¿En los valores perdurables?
¿En lo que subyace, en lo que subsume?
¿En el expansionismo?
¿En lo que
viene-junto-con?

Yo sí que tengo algo grosso con la noche

La noche me encima
me compele
la noche me vigila

¿Qué atribuyo a esa vigilancia?
¿Y qué vulnera?
¿Consigue vulnerar por un reclamo ínsito?
¿Dónde se formaliza el reclamo?
¿Es firmado e impartido por quién?
¿Hay un sello?

Está sellada
mi vigilancia
del vigilante.

Ninguneo

“No habrá ninguna igual, no habrá ninguna,
ninguna con tu piel ni con tu voz”
              Homero Manzi

No habrá ninguneo igual, no habrá ninguneo
ninguneo con mi piel ni con mi voz

Y hasta donde se sabe
este aire tanguero me lo banca
en su indolencia

la testaferro del encono.

Soporte

Inevitablemente
me mantuve cerca
cuando
inevitablemente
te dejaba sin mí
haciendo lo tuyo
compartiendo conmigo
los alcances disímiles
de tus
repercusiones

Al sórdido que complacías en mí
o al que
            en sesgo tangencial
desnaturalizabas
o al que
               aniquilándome
exponías
no hubieras podido sustraerte

Te dejé sin mí
con mi emputecida
compañía:
ausente, si padre
burócrata, si marido
odioso, si hermano

Apéndice
                  soportaste
que yo fuera tu soporte
continental.

Adiós al amigo

(23.8.2004 en “La Anguila Lánguida”)

Nos estamos despidiendo
probablemente
para siempre

Tuve el gusto de haberte conocido
y el disgusto de haberte conocido

tanto.

¿Por qué maté?

¿Por qué maté a la araña?

Yo recogía hojas
de sauce
en la terraza
y las introducía
(¿por qué maté a la araña?)
en una bolsa
plástica

¿Por qué maté a la araña
—agachado—
en esa fresca y soleada
mañana de sábado?
Maté sin pensar, sin respaldar
mi intrascendente pisotón

¿Por qué maté a la araña?
¿Por qué incluí a un caracolito
en la bolsa plástica
sin destinarle
una mirada responsable?
¿No era que yo amaba
a los
        caracolitos?

¿Por qué

si esa mañana
fresca
de otoño
yo andaba optimista
chispeante

maté
a la araña?
¿Qué bicho me picó?

¿Por qué diantres maté
a la minúscula araña

que ni araña sería
ya que lucía (creo)
alillas transparentes
pero eso sí (creo)
largas patas
las que configuraron
en el fogonazo
del instante
a esa araña

que aplastó
mi aborrecible
derecha
zapatilla?

Angurria

De mi menú de pecados
                      angurria
tú eres quien mejor me humilla

(Reúnense
                         en este presto “humilla”
los eficientes matones Mortifica
Entristece & Liquida)

Angurria, tú, la más peor de todas para mí
desde antes todavía de tragar
de esta tarta de coco
un último bocado.

Espectador

Con indolencia subtitularon
“Es todo lo que tengo”
en lugar del literal
“Es todo lo que me ha quedado”

y me he quedado
subtitulado
con lo que tengo.

Borde

Con la que inexorablemente
arreará con nosotros
me topé muchas veces

espantándonos
                             siempre
en un borde.

“Esplín en el corazón”

“en lo mejor de mi vida
dejándome el alma herida
y esplín en el corazón”
Pascual Contursi

En lo mejor de mi vida
anímica
intelectual
sentimental
el alma herida

Despiadada me da la luz en las pizzerías
piadosa me da la luz en el cabaret
bondadoso se deja paladear el budín de espinacas
hanse desterrados de mi boca los incomparables cubanitos
Tal la tangibilidad de la decadencia
la recia
la cómica
La iluminación de las pizzerías me despoja
y me provee la del cabaret

En lo mejor de mi vida
el alma herida.