Consecuencias de la paleontología

 

Si duermo con niños amanezco mojada; me si me duermo entre laureles amanezco olorosa a pradera y con una pereza que me reblandece y me vuelve improductiva toda la semana siguiente; pero si duermo abrazada al lomo de sensuales dinosaurios, amanezco magullada y a los nueve meses eclosiono un gran huevo plateado de padres irresponsables, quienes jamás se quedan para verme despertar, ni preparan café ni dejan unos billetes sobre la veladora para la manutención de los pequeños raptores. Luego, pintarrajeada de verde y con plumas pegadas a la espalda, debo enseñarles a cazar humanos, yo sola.

 

 

 

De por qué no me cepillo el pelo

 

Cuando finalmente me cepillo el pelo, es usual que de entre las hebras salgan volando polillas jóvenes que se quedan sin casa; se cae también una idea floja —va a dar, la pobre, al piso y se desparrama— y, además, alguna embarcación lejana se estrella contra las rocas mientras sus recios marineros se ahogan entre olas rizadas y oscuras, densas como cabellos… Y piden piedad, piedad al vendaval que los sacude sin recibir ningún tipo de clemencia.

 

 

 

Lo irrompible

 

Siempre había sido fuerte, pero sentía que para esas festividades de fin de año se había tensado hasta un límite del que ya no había retorno.  Decidió que si el teléfono sonaba en el transcurso de la noche, no se cortaría. Llevaba dos días yendo desde el sofá al dormitorio y obligándose a acabar el último litro de yogurt de la nevera. Aferrándose a que llevaba casi 11 meses sin lesionarse. Así, iba de las lágrimas a un hilacho de esperanza y después otra vez al sueño negro de los que se ansiaban muertos. Cerca de las doce del 31 la decisión estaba tomada. Se sentó frente a la mesa de comedor y puso justo apuntando a sus muñecas la lamparilla de noche. Si lo iba a hacer lo iba a hacer bien como todo lo que había hecho en su vida de presiones y exigencias. Mientras pensaba en cuál sería el mejor instrumento, el timbre del teléfono lesionó el silencio. Contrariada, siguió con la determinación de quien sabe sostener los compromisos.  Con ese ruido aturdidor de fondo, apenas si le dolió enterar hondo en la muñeca izquierda el filo del cuchillo frutero. Le extrañó mucho que casi no hubiera sangre. Apretó los dientes. Cuando fue más profundo empezaron a aparecer cables azules, la corteza del tejido metálico y el entramado nervioso de alambres que emitían un activo latido titilante. De allí la hoja no pudo atravesar más. Tenía la mirada clara y seca cuando dio con su entraña irrompible.

 

 

Un cumpleaños

 

Algún día todas las horas de insomnio; el agua corriente del retrete; cada uno de los hijos que se fueron en sangre; las uñas rotas de raíz; la saliva empleada inútilmente; los libros irrescatables de mi padre, cada uno de los insectos que aplasté, regresarán a pedirme cuentas.

Solange Rodriguez Pappe, Guayaquil, 1976. Narradora y académica. Ganadora de los premios nacionales Joaquín Gallegos Lara y Matilde Hidalgo de Prócel por su carrera literaria y docente.  Entre sus varios títulos constan las publicaciones La primera vez que ví un fantasma de Editorial Candaya ( 2018) y Un mundo raro de In Limbo ediciones (2021). Coordina en Ecuador las jornadas Es país para cuentistas donde se conversa y se difunde este género.

 

hembradragon@gmail.com