LA TAREA
Para Federico Patán

Cómo se le ocurre al maestro dejarnos esa tarea. Escribir una narración en cuyo final injertemos otro cuento, que además sea congruente con nuestra historia, Salida de su ronco pecho, así lo dijo en el salón. Al terminar la clase, tomó su libro, el borrador y los plumones de su escritorio sin escuchar nuestras quejas, nuestras súplicas de que ejercicios de escritura ya no queríamos, que nos mandara al cine, al museo o planeara un trabajo en equipo, eso le dijimos, ¿Qué no sabe que para escribir ya está internet? Como él no tiene nada que hacer. Cuando vas a su cubículo se la pasa escribiendo o pegado a sus libros, o lo encuentras en la cafetería con sus amigos, siempre discutiendo, acalorados por la charla. Y ahora de dónde saco esa historia, a la que le voy a pegar lo que anotó en el pizarrón, que copio tal y como lo apunté en mi cuaderno: “Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí”. Según él, un cuento extraordinario, el más breve jamás escrito. ¡Ándale! Si ésos son sus gustos, ¿qué leerá o de qué hablará con esos fachosos y greñudos que se sientan a su mesa? Luego, cuando me devuelve las tareas, dice que ponga atención en las palabras, que Jesús lleva acento, que me faltaron tantas comas, ¡Cuánto me fastidia señalando en rojo mis errores! ¿Y si le escribo cuando me asaltaron en el trolebús, o sobre el primer beso que me regaló la Cristina detrás del 12 zaguán, o acerca del día en que las olas del mar arrastraron un cadáver? ¿Con esos retazos de mi vida se podrá hilvanar una narración? Si estos acontecimientos fueron verdad, ¿podré vaciarlos en un cuento, tendrán espacio en una historia?