Crónica literaria de Eddie Morales Piña

Sin duda que la proliferación de textos de diversa índole en torno a la figura del presidente Dr. Salvador Allende después del golpe que lo derrocó, es realmente abundante, abarcando distintos formatos escriturales que van desde los textos de carácter histórico hasta los que asumen la forma del ensayo, pasando por los relatos de la memoria y los testimoniales. En cada uno de ellos, la personalidad de Salvador Allende Gossens ha sido revisada y revisitada desde diversas perspectivas analíticas demostrando que el político chileno sigue convocando el interés para transformarlo en sujeto de un enunciado literario en sus diversas variantes. Lo anterior no es una novedad, por cuanto desde las más remotas figuras de la historia que han sido determinantes en el devenir de un pueblo concitan y convocan a los escritores, historiadores y pensadores a ponerlos como punto de reflexión al momento de iluminar el sector histórico en que les cupo desempeñarse.

A poco de producirse el golpe militar de 1973, el presidente Allende se convirtió en referente de escritura; en otras palabras, se transformó en asunto o fuente metadiscursiva no sólo de obras que lo abordarán a él y a su gobierno, sino a todas las circunstancias históricas que le rodearon. Uno de los primeros textos publicados por ese entonces es el titulado “El último día de Allende” de Ricardo Boizard, periodista chileno que utilizaba el seudónimo de Picotón, Premio Nacional en esa área. La primera edición de la obra corresponde al 2 de noviembre de 1973, alcanzando nada menos que la cuarta el 16 de ese mismo mes. En las palabras escritas por Boizard al principio de este libro se detectan frases que formarán parte de las matrices lingüísticas que principian a instaurarse a partir de ese año. Así, por ejemplo, manifiesta que su obra responde al “regocijo de que las Fuerzas Armadas de Chile nos hayan liberado del cáncer marxista”, y asegura que el golpe militar no es como cualquier otro, porque “no es el producto de un caudillo ambicioso, como ha habido muchos”. La obra de Boizard no es naturalmente una ficción, sino un relato periodístico escrito en la atmósfera post golpe de Estado donde la figura del presidente Allende es transformada en objeto de escritura y la historia es presentada sobre la base de la dicotomía de los buenos y de los malos, en otras palabras, en una visión maniqueísta de la realidad. La obra asume rasgos propios del género narrativo -es decir, de la ficción, pero la carga ideológica es mayor lo que se ve refrendado por las fotografías que se adjuntan al texto.

Por la misma época, circula una novela de Alejandro Magnet titulada “Operación primavera”, cuyos editores escribían que “esta novela es un vívido y fascinante testimonio de una realidad que, más directamente que otros latinoamericanos, los chilenos conocieron muy bien entre 1970 y 1973”.

Por el mismo año (1973), Enrique Lafourcade -el notable escritor “creador” de la generación del 50 y autor de indispensables novelas en el transcurso de la novelística chilena contemporánea-, en “Salvador Allende” narrativiza la imagen del presidente, resultando una malograda obra que no se equipara a los otros relatos producto de su imaginación literaria y que lo ubican como un escritor insoslayable. En la contraportada del libro se dice que es “una obra urgente”, puesto que “la ocasión obliga a ello”, y que el escritor “ofrece un material de gran impacto, violento, doloroso y digno de pronta reflexión…”. Algunos años después, -principio de los años 80-, Lafourcade publicó “El gran taimado”, dedicado al otro personaje principal involucrado en los hechos del setenta y tres, y que pocos tuvieron la oportunidad de leer.

En 1974 se publicó un texto que asume una doble perspectiva literaria en cuanto a su modalidad escrituraria para referirse al golpe. En este sentido, los autores adoptan el formato narrativo, es decir, como si estuvieran desplegando una historia novelada, pero que a su vez se entrecruza con la discursividad del relato periodístico. La obra se tituló “Operación Chile”, cuyos autores fueron Florencia Varas y José Manuel Vergara. Sobre la portada había una franja movible que decía “La caída de Allende, minuto a minuto”.

Donde sí encontramos una imagen de Allende en un texto que asume la cualidad de ser una novela histórica es “Allende. Mi vecino el Presidente” del escritor Fernando Alegría (1918-2005). Fue un destacado poeta, novelista, ensayista, crítico literario y académico. Alegría fue uno de los representantes más relevantes de la denominada generación de 1938 y su interés por dialogar con hitos de nuestra historia siempre estuvo presente en su quehacer intelectual. Así, su primera novela, “Lautaro, joven libertador de Arauco” (1944) se centra en el héroe mapuche, mientras que en “Mañana los guerreros” (1964) desarrolla la trama novelesca en torno a uno de los tantos momentos álgidos de la historia chilena. Dentro de su abundante bibliografía se encuentran, además, “Como un árbol rojo” (1938), una biografía de Luis Emilio Recabarren, “El paso de los gansos” (1975) y “Coral de guerra” (1979), estas últimas referidas a situaciones conexas a la dictadura.
La novela “Allende. Mi vecino el Presidente” fue publicada en 1989 y constituye una muestra cabal de su talento creativo y narrativo. La obra está articulada en dos partes, precedidas por un prefacio del propio Alegría. La primera sección está referida a develarnos la historia y la intrahistoria de quien será derrocado en 1973, es decir, en los capítulos de la primera parte, el novelista nos muestra las distintas facetas y etapas de la vida de Salvador Allende. Cada uno de estos núcleos narrativos está focalizado en un momento significativo de su vida. Sin embargo, el primer capítulo se llama “El golpe”, y alude en sus páginas iniciales a los acontecimientos que comienzan a vivirse en la madrugada del 11 de septiembre de aquel año. Luego el narrador abre un racconto y empezamos a conocer los prolegómenos de aquella personalidad que sucumbirá ese día. La parte segunda, como es de suponer, se centra en la vida política de Allende que culminará cuando sea electo presidente y hasta que ocurra el golpe militar. En las palabras previas, Fernando Alegría, sostiene que “escribo con el sentido que reconozco en la literatura histórica de mi tierra: en libertad absoluta para imaginar y con total respeto por lo imaginado y lo vivido. Invento diálogo y personajes. Todas las fechas son fidedignas y plenas de la experiencia poética con que se vivieron. No tiene otro sentido escribir la vida de un hombre que concibió la historia como un drama, cuyo desenlace nadie sino él previó y al cual, aun él, pareció llegar adelantado y entrar por una puerta oscura, no al escenario previsto, sino a otro improvisado”.

Efectivamente, “Allende. Mi vecino el Presidente” es una mixtura de ficción y realidad, esta última sólidamente documentada, que nos entrega una dimensión inédita de una figura histórica insoslayable, controvertida y atrayente a la vez, como lo fue el Dr. Salvador Allende, con sus luces y sombras como todo ser humano.

Por último, Roberto Ampuero en 2012 convocó al personaje histórico para ficcionalizarlo en “El último tango de Salvador Allende”. De más está decir, que la personalidad del presidente derrocado ha sido revisitada en otras formas artísticas como la cinematografía, lo que le ha dado una dimensión épica desde el mismo amanecer del 11 de septiembre de 1973.