Por Omar López, Puente Alto, 22 de mayo 2023

Anoche me quedé dormido esperando los pasos de ese intransferible paseo con susurro de espía que es el primer goteo de una lluvia: constaté en la mañana de hoy que sí llegó, pasó y se fue con más pena que gloria y aquí estamos, añorando ya otro retorno. Ahora pienso que también se ha convertido en la despedida de un poeta. Un poeta que por lo demás estuvo siempre más cerca del encanto de vivir que del espanto de ser, que hoy invade muchas mentes y sueños. Erick Pohlhammer, ha muerto hoy 22 de mayo de 2023 y el día entonces, se me nubló dos veces: no porque lo haya conocido o porque no tuve el privilegio de ser su amigo y tampoco porque su fama “ochentera” y televisiva haya cruzado la frontera del habitual anonimato en que respira el país de los poetas. No. Me caía muy bien el personaje; su libertad creativa y sus desplantes oportunos; su agilidad de pájaro nocturno.

Recuerdo su voz y lectura del poema “Los helicópteros” en un teatro Caupolicán repleto de público “atrevido” para los tiempos oscuros y peligrosos aquellos (¿1980-84?) y el aplauso cerrado que ya era consigna o algo parecido a la esperanza. También, pocos meses después otro acto, al aire libre en el Parque Bustamante, con los CNI rondando a la masa, él y muchos otros poetas, cantantes, actores, desafiando los colmillos de una represión disfrazada de “orden”; Erick ahí desde sus versos, desde sus palabras, desde su coraje. Ahora, con su partida tengo, la sensación que perdimos a otro hombre libre porque ayer fue Augusto Góngora y la semana pasada, Patricio Bañados y todos estos hombres y todos estos nombres son ya parte de la memoria digna en la permanente lucha contra las miserias de un sistema concebido para aplastar al otro.

La poesía no es una moneda de cambio que se transa en la bolsa de valores o las casas afines. Es más bien un billete para viajar hacia “el fondo de la noche” o conviviendo con las miniaturas de cada día y que en gran medida, es “esencial e invisible a los ojos” (“El Principito) y traducir esos espacios, es oficio de poetas. Ajenos a cualquier otra tentación de mercantilismo o afanes faranduleros, ellos buscan el eco de sus personales idiomas en aquella aparente inutilidad de sus versos o en la permanente observación de un entorno cada vez más robótico. ¡Vaya qué extensión de mapa es el territorio de la poesía! Gente como Erick o vates anónimos como nosotros persisten y persistirán en el afán de existir con y desde las palabras, porque no habrá algoritmos o inteligencia artificial alguna que pueda alcanzar la pureza de una neurona humana o el poder de un abrazo con la ternura y la verdad de las emociones frescas y oportunas.

Tengo el gusto de poseer entre mi querida biblioteca un libro de Erick Pohlhammer titulado “Gracias por la atención dispensada” … y bueno, los agradecidos y leales lectores somos nosotros, por habernos regalado su humanidad limpia de intereses o dobles intenciones. Un poeta libre nos ha heredado parte de su libertad y eso, emociona, importa, resplandece.