Por Alejandra Basualto

El sábado 11 de noviembre se presentó en FILSA la novela Los caballeros negros, de Luisa Eguiluz, publicada, en segunda edición, por Editorial Chancacazo. La obra fue presentada por las poetas Alejandra Basualto y Carmen Berenguer.

Compartimos aquí la presentación de Alejandra Basualto:

“La autora nos trae de la mano estos «Caballeros negros» y nos los introduce con un soplo, o con un leve giro del dedo menique, directo en el hueco de la cabeza, donde se alojan los sueños. Porque de sueños más que de realidades se hacen las novelas y quizás también la vida.

Pero esta Luisa no evade ni destiñe. Se apropia de las palabras con soltura, las baraja, las extiende, las arroja al aire como una malabarista.

Es esta una historia de muertos y de vivos, cuyo escenario real es un cementerio de Santiago, donde se entrelazan los relatos de los personajes del más allá, instalados en épocas diversas, con los aconteceres de personajes del acá cercano, que se enmarcan dentro del contexto histórico-social que nos ha tocado vivir.

Acaso recuerdo a Pedro Páramo en el despliegue del mundo, pero es muy otra la naturaleza de esta novela. Desde su indudable pertenencia a nuestro ámbito chileno, hábilmente señalada con algunas referencias que nos son comunes, -La Virgen del Carmen, patrona de Chile, u otros sucesos dolorosos de nuestro pasado reciente- hasta los modos de narrar.

Nos encontramos, en primer lugar, con una novelista que se vale de recursos estilísticos propios de la lírica. No en balde, la autora exhibe un honroso prontuario poético para asumir algunas voces que nos interpelan desde el interior de las tumbas. No quiero decir con esto que el lenguaje sea oscuro o almibarado. Al contrario, Luisa Eguiluz se apodera sin blandura de las palabras para fustigarlas, para hacerlas sudar, para revivir historias de hombres y mujeres del pasado, con sus olores, con sus hilachas, con sus costumbres cepilladas y sus terciopelos. Se observa una proporcionada distribución de elementos calificativos y una sensualidad evocadora que describen y presentan certeramente las atmósferas de cada época, destacando con nitidez a los personajes y sus peculiaridades tanto físicas como psicológicas.

La estructura de esta novela es de carácter polifónico. Cada personaje se proyecta a sí mismo tomando la palabra para entregarnos una porción de su mundo. La voz del narrador se acerca y se aleja. Es protagónica, apela, dialoga, narra en tercera persona, todo para configurar este relato fragmentado que nos pasea entre la vida y la muerte, en espacios y tiempos diferentes, que la autora controla en los diversos planos. Incluso, la autora-narradora se funde, en ciertas ocasiones, con la mujer personaje que asume el rol protagonico en el mundo de los muertos.

Los aconteceres de los vivos son expuestos con mayor distancia y bajo una modalidad expresiva más directa y tradicional, a fin de lograr una clara distinción entre ambos universos.

Cabe destacar el empleo de referencias a otros elementos culturales que se incorporan dentro del texto y que amplían una suerte de complicidad con el lector. Hay, por ejemplo, citas textuales de versos de otros autores, refranes, nombres comerciales de productos de uso común, títulos de canciones populares y alusiones a sucesos que permanecen en nuestra conciencia colectiva.

Cada fragmento o capítulo de la novela está narrado habitualmente en tiempo presente, pero la autora no desdeña el libre transitar de los tiempos verbales por otras modalidades que infunden fluidez y movimiento al relato y lo liberan de ataduras demasiado formales.

En la profusión de colores que visten estos mundos -porque colores y olores y follajes y susurros hay para paladear y deleitarnos en esta novela- campea el negro. El negro de los caballeros en los sueños, el negro de las sotanas, las bufandas, los cortejos, los laberintos y las culpas.

A medida que la novela progresa, podemos observar la integración de los distintos fragmentos, que cobran coherencia al fundirse las historias y encontrarse los personajes.

Y es en este universo fundamentalmente onírico, donde la narración se desenvuelve con mayor soltura, donde la conciencia de los personajes fluye y se desboca, vuela de recuerdo· en recuerdo, de brillo en objeto, de encaje en cuello,de máscara en rostro, de acierto en palabra, de sueño en silencio».