Rauacutel BrascaPor Raúl Brasca

INMOVILIDAD, DRAMATISMO Y BELLEZA

La inmovilidad instantánea de lo que siempre se mueve es dramática, posee el horror de una muerte inconclusa y la belleza de la eternidad. Lo eterno sólo puede cristalizar en el instante, donde la experiencia del tiempo es imposible. 

Karl B. Ausar, Advanced Mic(h)ronodynamics

No se trata de captar el instante y fijar la imagen en la retina. Mucho mejor es que se detenga un instante el flujo de lo que sucede. El caballo inmóvil en actitud de veloz carrera, el pájaro congelado en pleno vuelo, la lluvia detenida en el aire. Y saber que no es vacilación de la mirada.

DUELOS

La monstruosa sirena griega posó sus garras sobre la roca que emergía del agua, plegó las alas y comenzó a cantar. La barca puso proa hacia ella.

Una sirena diferente, con una poderosa cola de pez, surgió del mar a popa y se tendió en otra roca no muy distante. Era hermosa y tenía pechos grandes. Sus cabellos verdes resplandecían al sol. Cuando hizo oír su canto, la barca invirtió el rumbo y fue a su encuentro.

La griega no se arredró. Ella pertenecía al aire y el aire produjo una brisa suave que llenó con su voz los oídos de los tripulantes y llevó lejos la de su rival.  Los remeros bogaron de nuevo hacia la emplumada, aunque por poco tiempo, porque el mar respondió con una corriente que orientó la nave otra vez hacia la bella.

Fue así como el duelo de sirenas se hizo duelo de elementos.

 Cuando la barca amenazaba ir hacia la griega, la corriente se volvía más vigorosa y no la dejaba avanzar. Cuando parecía desplazarse en el sentido opuesto, un vendaval frenaba las olas. Pasaron los días. Los remeros, hambrientos y exhaustos, languidecían sin lograr que la nave se desplazara. Las dos sirenas, fieles a sus dioses tutelares, seguían cantando. Cantaron sin cesar hasta mucho después de la muerte del último tripulante. Sólo cuando la vejez y el ajetreo del viento y el agua hundieron la barca, la griega remontó vuelo y la bella volvió a las profundidades. Sin embargo, sus voces mágicas aún resuenan en ese lugar.

VIDA DE HOTEL

a José María Merino

Cuando se disipó el vaho, vio que el espejo reproducía en detalle un baño igual al que él ocupaba, no ese baño. Vio la imagen de un hombre desnudo que se le parecía en todo, no su imagen. Vio que el espanto en la cara del espejo era idéntico al suyo, pero no era su espanto. Y, cuando abrió la boca aterrada para gritar, vio que al otro le faltaban dos incisivos con los que él efectivamente contaba.

—¡Ah! ¿Conque ésas teníamos?—,  murmuró.

Y recuperó la calma.

SUPERYÓ

Iba por la mitad de la cuadra cuando me vi venir doblando la esquina. Sin duda yo venía por mí y mi cara me acusaba. Como siempre que me pasa esto, tuve miedo de mí mismo.  También como siempre, no logré pasarme de largo ni hacerme rebotar. Irreparablemente, me metí en mí y me declaré culpable. 

HOMBRE QUE PIENSA

Pienso en las migraciones. La magnificencia de una bandada inmensa de pájaros que de golpe levanta vuelo para recorrer medio planeta, el intimidante abandonar la caverna de millones de murciélagos en busca de temperaturas más benignas, la monumental traslación de las ballenas que cruzan el océano para reproducirse, la entereza de los grandes pueblos que atraviesan el desierto para alcanzar una ribera.

Pienso, más precisamente, en la multitudinaria compañía que vence a la soledad: en el ruido de muchas alas, en la tibieza de cuerpos que se abrigan, en la alegría de ir todos en la misma dirección.

Porque quiero poder siempre seguir a la manada, no ser nunca un ave vieja que sucumbirá al invierno, ni un murciélago al sol que desespera, ni una ballena en la arena mientras el agua se aleja, ni un hombre triste que ha perdido el paso y mira impotente cómo se le va el mundo.

LA INMACULADA

Amaba a la Virgen y a Leandro. La Virgen estaba enterada porque ella se lo decía a diario en sus oraciones. Leandro, no. Un pertinaz e insuperable pudor le había impedido a ella enviarle el menor indicio.  Ni sospechaba Leandro la ardiente intimidad que los unía por las noches ni la promesa de fidelidad a la que se había obligado en la afiebrada mente de la mujer.  Ignorante de lo que provocaba, se enamoró de Cristina, quien en vísperas del matrimonio rodó inexplicablemente escaleras abajo en una fiesta y quedó cuadripléjica. Tampoco se casó con Adela, ciega después de que una mascarita le arrojara ácido en la cara una noche de carnaval. Ni con María, que se electrocutó sin testigos una tarde en el templo vacío. Semejantes desgracias lo obsesionaron tanto que, temeroso, prefirió la soltería. Su ignorada amante, satisfecha por lo que interpretó como lealtad, le perdonó los devaneos con “ésas”, y lo siguió amando en soledad toda la vida. A él y a la Virgen. La Virgen era virgen y comprendía.

de Las gemas del falsario, Cuadernos del vigía, Granada, 2012.

Raúl Brasca es argentino. Narrador, antólogo, crítico y ensayista, ha publicado los libros de cuentos Las aguas madres (Buenos Aires, 1994) y Últimos juegos (Madrid, 2005); los libros de microficciones Todo tiempo futuro fue peor (Barcelona, 2004; Buenos Aires, 2007) y A buen entendedor (Granada, 2010); las actas La pluma y el bisturí (coeditor, Buenos Aires, 2008) del “1er Encuentro Nacional de Microficción”; y quince antologías, algunas en colaboración con Luis Chitarroni, de las cuales once son de microficciones. Su obra, en español y traducida, fue recogida en antologías, revistas y suplementos literarios de numerosos países de América y Europa. Recibió, entre otros, los premios del Fondo Nacional de las Artes y de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. La Universidad de Carabobo (Venezuela) le confirió la Orden de Alejo Zuloaga como personalidad de la cultura y, como microficcionista, fue premiado dos veces por la mítica revista mexicana El Cuento. Ha sido ponente y conferencista en congresos internacionales, dictó clases magistrales, talleres y seminarios en universidades europeas y americanas y es jurado habitual en certámenes literarios internacionales. Desde 2009, organiza y conduce la “Jornada Ferial de Microficción” en la Feria del Libro de Buenos Aires. Su último libro de microficciones es Las gemas del falsario (Granada, 2012).