¿Sirve el micro cuento para desarrollar el gusto por la lectura en los jóvenes?
Por Martín Faunes A.
Me han encargado que ocupe esta tribuna que intenta responder si el micro cuento sirve para desarrollar el gusto por la lectura en los jóvenes, conectando el tema con un maravilloso proyecto en que la Corporación Letras de Chile y el Hogar de Cristo están empeñados.
Quisiera empezar esta exposición diciendo que no tengo dudas en que el micro cuento sirva para desarrollar el gusto por la lectura en los jóvenes, como me parece que cualquier estilo literario servirá para este efecto; siempre y cuando las creaciones que se entreguen a los jóvenes en los diferentes estilos, cumplan normas de calidad. Yo sé que no es fácil y no podemos establecer de manera muy clara qué elementos hacen que una obra sea de calidad o no lo sea, y no deseo centrar en este aspecto mi exposición, sino sólo hacer ver que para mí el micro cuento es una forma literaria más, en este caso perteneciente a la narrativa y que puede lindar o no con el poema. Lo que sí me parece es que el micro cuento y el cuento corto, se parecen mucho al origen del cuento, el que se contaban los cazadores al volver a las aldeas; ése que nuestros abuelos nos contaban junto al brasero. Hablo de historias maravillosas generalmente breves, que, por lo menos a mi generación y no me cabe duda que a otras muchas anteriores a la mía que no contaban con televisión ni video juegos, nos introdujo en la literatura. Aquí está la conexión del tema en cuestión con el programa de la Corporación Letras de Chile y el Hogar de Cristo. Se me ocurre que no le podemos pasar un volumen de 300 páginas a alguien que no ha leído antes; y qué mejor que pasar ese relato breve en el envase en que nosotros y mis anteriores lo conocimos.
Buscando este envase, es decir, el del abuelo narrador, ya fuera experiencias vividas por ellos como cuentos universales o tradicionales chilenos –Pedro Urdemales, Pinocho, El gato con botas y El patito feo, fueron siempre superstars-, fue ideado «Tenemos tanto que contar…», que ha empezado con un plan piloto en que participan los adultos mayores del Centro de Acogida que el Hogar de Cristo mantiene en la Comuna de La Pintana. Se trata de una actividad en donde entrenamos a los adultos mayores para que puedan ir a contar cuentos a los niños y niñas de la educación básica en escuelas del sector, donde asisten niños mayoritariamente en riesgo social que, difícilmente, va a haber quien les cuente alguna vez un cuento. Y qué mejor que empezar incentivándolos con narraciones breves como ésas que dejan gusto a poco, y que se cuentan con muchas interrupciones y explicaciones pedidas por los pequeños auditores, y que siempre dejan un interés ansioso que se calma diciendo “pasó por un zapato roto…”. Lo que voy a narrar a continuación es un buen ejemplo. Imaginen una voz femenina:
Él se llamaba Patricio. Yo le llevaba recados de una amiga mayor y después me escondía para verlos besarse. Un día, contento, me anunció que les había salido casa en San Bernardo. Nunca más lo veríamos. Por ese tiempo, imagínate, a San Bernardo había que ir en tren. Yo, con una lágrima, le dije que no podía irse, porque yo lo amaba y lo iba a amar para siempre. Se quedó mirándome confundido y me preguntó si no me daba cuenta de que yo no tenía ni diez años y que él veintitrés. Me dijo también que era linda y que iba a amar a muchos chiquillos, así que a él lo olvidaría pronto. Yo le respondí “jamás” y que para no olvidarlo me iba a cambiar de nombre. Me llamaría Patricia como él. Así me he llamado desde entonces, y nunca más me llamó nadie por mi nombre verdadero que era Flor. Y si le quise contar esta historia, mi niña, fue para que sepa desde ya lo que es el amor.
Este cuento breve recién escrito, y que podría abreviarse más con más tiempo, fue escrito por mí en base a un relato sobre su primer amor de Flor Vogel, una de nuestras adultas mayores participantes en el proyecto, y nos lo contó en el contexto de recordar experiencias hermosas de su niñez; porque en la vida también hubo momentos hermosos y recordarlos, es bueno, es saludable, alegra, hace sonreír, y mejora las neuronas. Es así como con estas actividades, los participantes se ríen, cantan y lo pasan bien y, sobre todo, vuelven a sentir en el corazón las alegrías que han sentido en sus vidas, y descubren que sus experiencias son dignas de ser contadas y compartidas.
La intención de la Corporación Letras de Chile es replicar esta experiencia en otros sectores donde el Hogar de Cristo mantiene centros de acogida similares con la ganancia doble de introducir en la magia de la literatura a niños en riesgo social que difícilmente sin este proyecto podrían convertirse en buenos lectores y mejorar la autoestima de ancianos que vuelven a sentirse útiles y respetados, y por añadidura mantienen y mejoran sus capacidades intelectuales.
Debo decir que tanto para mí, como para el poeta Julio César Ibarra, que me ha acompañado en esta aventura ya por varios meses, ésta ha sido una experiencia extraordinaria y enriquecedora que, más allá de haber podido ser testigos de la mejoría de ánimo de nuestros participantes, así como la alegría causada con los cuentos en los niños de Colegio Champañat de La Pintana, el primero en recibir la visita de nuestros cuanta cuenteros, nos ha permitido recoger también vivencias de un país que está ahí en esa memoria colectiva de la gente mayor humilde, que está escondida ahí por la periferia y es necesario transmitirla para salvarle y pueda ser conocida por las nuevas generaciones.
Para terminar, deseo agradecer a todos ustedes por su presencia; y a Letras de Chile, al centro Cultural de España, al Consejo Nacional de la Cultura, y a la Universidad de Playa Ancha, mi universidad, por permitirme expresar aquí estas ideas que con todo aprecio he sintetizado para ustedes. Deseo finalmente felicitar públicamente a Ruth, a Karina y a Elías, a Diego Muñoz hijo y a Julio César Ibarra, mis socios en este bello proyecto. Si están entre el público que por favor se levanten para que les brindemos un enorme aplauso. Muchísimas gracias.
Colina, invierno 2007.
Durísimo cuento. Atento a las obras de este autor valdiviano.