El ojo de cristal

Aquel ojo de cristal tenía la transparencia y el brillo de una mirada límpida y sin dobleces, diáfana de puro fulgor. Tanto era así que él la seguía amando, única y exclusivamente, en virtud de aquel ojo falso de perlas nacarado, y no del otro sano y verdadero que le quedaba, auténtico, sí, pero absolutamente vulgar.

Bosquejo de luces

A esas horas de la tarde en que las ramas colorean de ecos silvestres las frías aguas del río, el niño de la gorra pasea por la orilla.

-Buenas tardes, río precioso, le dice de vivo pensamiento.

-Buenas tardes, niño carmesí. No esperaba hoy tu visita. ¿Qué haces por estos cauces de mansa corriente?

-Paseaba…

-Eso es bueno, pero ¿no estarías mucho mejor divirtiéndote con tus amigos?

-Seguramente, señor río de reflejos de asombro, pero ya no tenía ganas. Al final me cansé de tanto correr de un lado para otro tras un balón bobo de puro redondo. Siempre es lo mismo.

-¡Pero, qué dices, niño de ojos de almendra y andares desolados; si ésa es precisamente tu suerte: poder reír, saltar porque sí, correr libremente! Como hace cualquier niño de tu edad.

-Ya lo sé, río infinito, pero es que sentí ganas de pasear por esta orilla cuyas aguas alumbran buena sombra; cuyas ondas, buen cobijo.

-Mis luces son apenas bosquejos de vida. Es mejor que busques afilados ángulos por otros lugares. Créeme: en esta orilla los deseos rezuman demasiada humedad. Todavía eres muy joven para eso.

-Pero a mí esas luces apenas bosquejadas me gustan casi tanto como inspiran. Además, aquí se respira distinto.

-Si tan sólo es eso, puedes venir siempre que quieras, niño alado de sueño tibio.

-Gracias, río grandioso.

-De nada, niño-río.

Tránsito

Afuera, la oscuridad se ceba sobre una nada cubierta de sombra, mientras, adentro, una anciana impedida escapa de la nada sombría por el blanco de la escritura. Cuando den las doce, habrá logrado escribir, con pluma de tinta, varios folios de vida, emborronando tan sólo algunos márgenes, sin apenas tachaduras. Alumbra su cuarto un globo de papel redondo y blancuzco de luna. Horas después, empieza a sentir cómo la noche se le escurre por entre los dedos, boca arriba, al lento ritmo con que el alba va rompiendo veladuras. De pronto, ya no tirita.

Las
OOhojas
OOOescri
OOOOOtas
OOOOOrespi
OOOOOOra
OOOOban
todavía.
OO

Envidia

 

envidia.

(Del lat. invidĭa).
1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno.
2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee.
comerse alguien de ~.
1. loc. verb. coloq. Estar enteramente poseído de ella…….
Fuente: DRAE (2001)

Cansado de ver cómo languidecían ante la ventana de aquella belleza radiante, el astro rey se emboscó una tarde tras el cristal y cegó para siempre a su fiel cohorte de admiradores.

Moquehue

Pasito a paso, fue metiéndose en el agua muy despacio: primero un pie, luego el otro. Enseguida sintió las piedrecillas clavándosele en las plantas con su filo delgadísimo, de ahí que no le diera importancia al agua extremadamente fría aguijoneándole las pantorrillas. Sólo cuando quiso salir y vio que un enjambre de pececillos le mordisqueaba la carne cada vez con mayor insidia, comprendió: acababa de ser expulsado del paraíso.

Un futuro incierto

Se habían encontrado en el andén un día cualquiera. Ella se dio cuenta enseguida de que tenía su futuro al alcance de la mano, aunque en realidad no supiera cómo abordarlo. Fue entonces cuando el rostro sin rostro se le acercó.

EL FUTURO: Óyeme. Soy tu futuro, ¿no me reconoces? Mírame bien.
ELLA: Ya veo… No te me acerques más, ¿quieres?
EL FUTURO: Concédeme al menos un minuto…

Pero no pensaba concedérselo, así que viendo el futuro que si no actuaba rápido iba a perderla, trató de asirla por el brazo antes de que fuera tarde. Fue en vano: a la primera curva del convoy, saltaba triunfante a la vía.

La visita

La memoria vacilante de este hombre se ha asomado por sus ojos verdes de fondo amarillo con la timidez de un pájaro, en el mismo instante en que los primeros rayos de sol resbalaban por el cristal de la ventana. Hace ya más de un lustro que ocupa por entero esa cama de matrimonio de dimensiones ciclópeas, pero sólo se anima si recibe cierta visita en particular, lo que de un tiempo a esta parte ha empezado a ocurrir a menudo.

Cada atardecer, cuando las luces se vuelven irreales y los fantasmas campan por sus respetos, hace su aparición para ir a sentarse en el extremo opuesto de la cama. Se comporta como si, en realidad, no fuera una completa desconocida. Ella se justifica diciendo que ha venido para hacerle un poco de compañía, que sólo pretende aliviarle esa soledad desconsiderada, por su bien y consuelo, etcétera.

-Más consumido que una vela estoy: sin apenas cera que arder. Apagándome, ¿sabe usted?

Y la dama, que no es mujer de muchas palabras, no le dice ni que sí ni que no; antes bien, se limita a sonreírle tímidamente como si esas palabras no fueran con ella y, en efecto, se tratara de una visita de circunstancias, discreta y precavida.

Siempre que recupera la memoria se olvida de la visita; por lo mismo, sólo cuando aquélla lo abandona, hace ésta su aparición.

-Y dígame, señorita, ¿a qué debo tanto honor?

El viejo se expresa así porque la mujer es toda una señora. Al menos, viste y calza como tal, con telas buenas y caras, y va siempre bien peinada, aunque no parezca necesitar demasiado maquillaje. Por el contrario, luce una piel finísima de porcelana, casi translúcida.

-¿Me lo puede usted aclarar? Le estaría muy agradecido.

Y aunque otras veces, cuando recibe las verdaderas visitas de importancia, de su hija o de sus nietos, se pone tan contento que confiesa haberle entrado unas ganas locas de bailar, sólo la otra visita se ha vuelto fiel y asidua, familiar.

Esta vez la señora ha decidido darle un abrazo por toda despedida.

-Bueno, pues en tal caso, también quiero un beso, ¿concede usted?

***

Gemma Pellicer (Barcelona, 1972) es licenciada en Filología Hispánica y en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha cultivado la crítica literaria en el diario Avui, de Barcelona, y en las revistas españolas Turia y Quimera, así como para la argentina Olivar, de la Universidad de La Plata. También ha coordinado, junto a Fernando Valls, la sección de microrrelatos «Liebre por gato» en la revista española Clarín. Sus microrrelatos han aparecido en la revista mexicana Narrativas y en Paralelo 50, vinculada al Instituto Cervantes, en las revistas electrónicas de arte DELIRIO y de cultura KAFKA, así como en el diario argentino EL LIBERAL. Mantiene un blog de literatura, donde aparecen sus microrrelatos, titulado Sueños en la memoria.