Por Miguel de Loyola

Aún persisten en el inconsciente colectivo los rastros inequívocos de esa sensación de lo desconocido y exótico expresada en el mencionado cuento de José Donoso.

 

Hay un cuento del escritor chileno José Donoso titulado “China”, que en mi opinión viene a ilustrar metafóricamente aquel misterio que para nosotros, latinos, ese lejano país representaba en aquel entonces, cuando China no alcanzaba todavía la importancia actual, cuando China para nosotros pasaba por el lugar más recóndito y exótico del mundo, ubicado en el extremo más opuesto y lejano, al punto que solíamos decir –repitiendo una idea acuñada por nuestros antecesores- que se podía llegar a China cavando un túnel hasta la otra cara del planeta.

Hoy, desde luego, esa perspectiva ha cambiado diametralmente. La tecnología, el intercambio comercial, y el asombroso crecimiento de la economía china en los últimos veinte años, ha estrechado esas distancias, al punto de sentir al lejano país oriental cada día más cerca nuestro, en la llamada cuenca del Pacífico. Sin embargo, aún persisten en el inconsciente colectivo los rastros inequívocos de esa sensación de lo desconocido y exótico expresada en el mencionado cuento de José Donoso, donde un niño queda deslumbrado, cuando de la mano de su madre, recorre una calle desconocida de la ciudad de Santiago buscando en las casas de remate unos cubiertos perdidos, posiblemente robados y llevados allí para ser revendidos, como solía suceder por entonces. Una calle muy distinta a la suya, por cierto, donde vive este niño acomodado; una calle donde abunda el comercio, las fruterías, el movimiento continuo de transeúntes y el cruce intempestivo de los tranvías, y en la que en un momento inesperado oirá exclamar a su madre, luego de sentir desajustado su sombrero por causa de un colchón transportado al hombro por un obrero, “-¡Por Dios, esto es como en la China!” Es decir, lo insólito, lo desconocido, lo impensado, el inconsciente, dirían los psicoanalistas. En el niño quedará grabada esa experiencia y en lo sucesivo relacionará China con lo insólito, lo inesperado, lo distinto, lo otro, aquello que incita a la imaginación al punto de desear repetir la experiencia. En días posteriores, el niño volverá a la misma arteria para enseñársela a su hermano, quien tendrá una percepción muy distinta.

La literatura, por cierto, recrea este largo y maravilloso arco de representación de mundos no acotados, a través de la fantasía y la imaginación, abriendo puertas y pasadizos hacia aquel sector nominado como inconsciente, y particularmente la literatura de Donoso, quien supo explorar acaso como ningún otro escritor de su misma generación esas zonas oscuras y misteriosas donde la razón pierde el control del mundo.

El cuento de José Donoso debe tener por lo menos unos cincuenta años, y todavía vuelve a encender en el lector la inquietud por lo desconocido, y una idea semejante respecto a la palabra “China”, un misterio, a pesar de los acercamientos, y de la llegada ininterrumpida de emigrantes provenientes de aquel lejano país. En mi barrio ñuñoíno, en un perímetro no mayor a las cuatro cuadras, hay cuatro puntos donde comprar comida china. Es posible que ya estemos en China, como lo supuso en un momento aquel niño del cuento de escritor José Donoso. La calle descrita en el cuento, corresponde a la actual San Diego, en pleno centro, donde existía una actividad comercial hoy extinguida.

Por Miguel de Loyola – Santiago de Chile