Por Lorena Díaz Meza

 A medida que la minificción se ha ido expandiendo y tomando el terreno que le corresponde en medio de los géneros literarios y literatura en general, también ha ido marcando ciertas tendencias culturales dentro de Hispanoamérica, haciendo que cada país, que cada sector y también que cada autor, se agrupe según su modo de ver la realidad para traspasarla al papel mediante sus textos breves.

A pesar de la unificación, en ciertas características literarias y culturales, que posee Hispanoamérica, el crítico dominicano Pedro Henríquez Ureña  señala cuatro zonas en las que la narrativa, y en especial la novela, divide la América hispanohablante. Hipótesis muy asertiva que con los años aún se hace latente en el modo de escribir que tiene cada territorio.

     En este trabajo se ahondará en las cuatro zonas recién mencionadas, haciendo hincapié en la línea a la cual pertenece Chile y demostrando cómo esto influye esto en su modo de escribir minificción, así como también en el aspecto fictivo de las obras y su aporte al imaginario creador de mundos posibles.

 

Las cuatro zonas de Henríquez Ureña

 

     Así como en los otros géneros narrativos, en la minificción también ocurre la diferenciación entre documento y monumento, teniendo en cuenta que lo primero corresponde a una clasificación que consiste en una base documentada donde el texto “se da por otro” y lo segundo (proveniente del latín) significa llevar o traer algo consigo, ‘’ser portador de algo’’. El monumento apunta a sí mismo. Dentro de esta idea primaria es posible encontrar muchos textos breves correspondientes a ambos casos, es decir, existen minificciones documentales y monumentales. A raíz de esto surgen los tres elementos esenciales que se encuentran presente en la narrativa y, en este caso en particular, en la escritura breve: lo histórico, lo ficcional y lo fictivo. Lo histórico tiene directa relación con la lectura concreta, con la documentariedad, luego lo ficcional es el proceso en que se transforma lo concreto (como leer un libro o escribir un cuento) en una situación de comunicación que, aunque real, es imaginaria. Acá se propone un emisor, un receptor y un mensaje que, si bien comunican tienen su lugar de ocurrencia en la mente. Y por último se encuentra lo fictivo, que es el mundo de referencia a partir de la situación imaginaria (los llamados mundos posibles). Este apartado está hecho de personajes, acontecimientos, tiempos y lugares, cuyo control de verdad está dado por lo imaginario. Por lo tanto, es en lo fictivo donde se produce el cambio ficcional. Y es, además, el lugar de donde se toma el crítico dominicano Pedro Henríquez Ureña para dar lugar a las cuatro zonas en las que, asegura, se divide América.

     Estas cuatro zonas se diferencian entre sí no en la estructura de sus obras, sino en su mundo imaginario, en la creación de mundos posibles; en lo fictivo. Henríquez Ureña aplicó su teoría específicamente a la novela, por el año 1927, pero luego, con el paso del tiempo, esto se ha ido aplicando a la narrativa en general y hoy, específicamente, a la minificción.

     La primera zona corresponde a la Narrativa mexicana. En ella, el acto de escribir sirve de materia de un mundo posible en un mundo real. Ellos representan el mundo histórico a través de la realidad que otorga el lenguaje. Este tipo de literatura y minificciones, provee explicaciones para la vida cotidiana; que es lo que más les interesa a estos autores. En este sentido, la literatura de la zona mexicana (que abarca a varios países de su alrededor) se favorece enormemente al tener mestizaje, pues el asunto idiomático se ve enriquecido en la representación del lenguaje a través de la fusión de creencias occidentales.  Ejemplos de esto en la minificción son Julio Torri y Augusto Monterroso. Otro ejemplo que se puede apreciar ahora, es el mini texto de Gustavo Sainz, donde se ve el afán de mostrar la cotidianidad de la vida humana.

 

Río de los sueños

 

Yo, por ejemplo, misántropo, hosco, jorobado, pudrible, inocuo exhibicionista, inmodesto, siempre desabrido o descortés o gris o tímido según lo torpe de la metáfora, a veces erotómano, y por si fuera poco, mexicano, duermo poco y mal desde hace muchos meses, en posiciones fetales, bajo gruesas cobijas, sábanas blancas o listadas, una manta eléctrica o al aire libre, según el clima, pero eso sí, ferozmente abrazado a mi esposa, a flote sobre el río de los sueños.

 

     O como se puede ver en el texto “Literatura” de Julio Torri donde lo cotidiano crea el mundo posible desde donde transmitirá el mensaje principal de su minificción. A continuación, un fragmento del texto:

 

Literatura

 

El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; (…)

La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. (…) el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.

 

     La segunda zona corresponde al Barroco caribeño. Para los escritores ubicados en esta línea es muy importante el origen de la vida humana. En los mundos posibles creados en esta zona existe una saturación del lenguaje, ya que la falta de explicación del origen hace que el lenguaje sea ‘’mágico’’, pues con él se quiere resolver el misterio de la vida humana. Acá vuelven los mitos. Esta zona cubre desde Colombia hasta México (pasando por Venezuela y por algunos autores peruanos y bolivianos).

     Como ejemplo de esto, tenemos a Santiago Leaño con su texto “¡Nos falta uno!”, donde hace hincapié en la Tierra, en los muertos, en las sagradas escrituras, para finalizar con el inicio o nuevo principio del ser humano, al decir “abrió los ojos”

 

¡Nos falta uno!

 

“Cumpliéndose los designios de las sagradas escrituras llegó el final de los tiempos y con él, la resurrección de los muertos. A sesenta y tres millones de kilómetros de la tierra y casi cincuenta años después de su partida, el cosmonauta Iván Istochnikov, tripulante olvidado de la fallida misión Soyuz 2, también abrió los ojos”.

 

     La tercera zona, es la llamada Zona de La Plata. En esta los mundos posibles están marcados por el existencialismo (ellos siguen a Kafka, a Borges y a Nietzsche, entre otros), por lo tanto siguen las tendencias de algunos autores ingleses y europeos. Para ellos la respuesta está en la urbe, y su búsqueda se realiza a través del discurso religioso (cristiano), por ejemplo, desvinculados de las respuestas que, en este sentido, dan el resto de hispanoamericanos en sus textos. La Zona de La Plata opone a lo real maravilloso otorgado por el barroco, el ideal de existencialismo que ellos conservan y que se refiere principalmente a las interrogantes ¿Qué es lo que primariamente hay? y ¿Para quién vivir primariamente? Visto de modo muy general. Ellos hacen un discurso renovado del proveniente de Europa, por lo tanto, la pregunta sobre el origen se debe reformular. En esta zona se encuentran Argentina, Paraguay, el sur de Brazil, entre otros, siendo su principal figura Jorge Luis Borges.

     Ejemplo del existencialismo, de las preguntas que el ser humano se hace a sí mismo, es Giselle Aronson con su texto “Tan tarde”:

 

“…Y un día, luego de terminar con el tra­jín cotidiano –cuando el cansancio hacía su visita– apoyó la espalda en la silla de la cocina, se miró los pies marchitos; las manos agobiadas sobre la mesa simple y se pregun­tó si sería apropiado ahora, tan tarde, con­denar a su padre por no haberle contado una vida más auténtica, por haberla encandilado con reflejos que no predijeron nunca esos, sus días llenos de remiendos, hartazgo y soledades”.

 

Acá la autora muestra las reflexiones de un personaje que luego de años, cuestiona a su padre, su modo de actuar y la influencia que éste provocó en su vida. Por otra parte, en el texto de Gilda Manso, argentina también, se ven otro tipo de reflexiones, más directas, más extensas de responder, es decir, que requieren una mayor reflexión al enfrentarse con el texto. Acá vemos una minificción sin título presentada en su blog.

 

“¿Entonces qué queda? ¿Vivir de ambiciones lejanas, de ambiciones de sombra larga? No se puede. Debemos tenerlas, claro, pero uno vive aquí y ahora; (…) ¿Cómo, si la realidad se mueve tanto que a veces llegamos a vivir en el infierno de no entender ni quiénes somos, de perder de vista nuestro propio eje? Lo primero que hay que hacer, entonces, es ubicar nuestro eje y mantenernos pegados a él. ¿Cómo lo hacemos? ¿Y qué hacemos luego con eso? (…) Somos lo que nos da placer. ¿Qué te da placer, qué te hace bien? ¿Jugar al fútbol, cantar, pintar cuadros, pintar paredes, construir muebles, enseñar tejido, tocar la guitarra, aprender idiomas, coleccionar orquídeas, organizar lecturas de cuentos? (…) ¿Quién te da placer, con quién estás cómodo, con quién reís? ¿Con él, con ella, conmigo? (…) Nada es tan fácil; todo es tan simple.”

 

     En esta zona destaca también Eduardo Galeano, escritor uruguayo que nos recrea un imaginario del mundo a través de la ciudad, de los pueblos, de la urbe, mezclado con un lenguaje muchas veces poético, que no es existencialista en su totalidad, pero que sí lleva a hacerse las preguntas que se mencionaban anteriormente. También están Ana María Shua, entre muchos otros.

     Por último, y es la zona que hoy convoca este trabajo, se encuentra Chile como isla. Este país, en su afán fictivo, no avanza junto al resto de Latinoamérica, ya que; o se adelanta, o se queda atrás. Un ejemplo claro de esto es Vicente Huidobro, quien, para la época resultó muy adelantado, más que con la estructura de sus obras (que también tienen su gran valor crítico) con el elemento fictivo de ellas, y su creación de nuevos mundos posibles.

     En este país de poetas, la narrativa es tradicional ante lo contemporáneo. Chile, al saberse isla, siempre está tratando de asimilarse a alguien, pero no en Hispanoamérica, sino en Europa. Esta isla tiene la necesidad de parecerse a alguien pero a la vez mantiene su estampa de solitaria y resaltante entre el resto. Por eso, Chile resulta ser muy permeable a lo extranjero.

     Esta zona o país tiene mucha fantasía en su escritura, por lo tanto, sus mundos posibles están llenos de fantasmas. Sus autores suelen ser muy soñadores. Es notable recordar que, en la narrativa, el único país sin un barroco claramente establecido en su época, fue Chile. Es así, como en la actualidad encontramos a autores como Diego Muñoz Valenzuela y Lilian Elphick de quienes en el siguiente apartado comentaremos más.

     Para resumir lo anterior se propone un fragmento de Altazor, de Vicente Huidobro, donde se ve la magia de su lenguaje, la fantasía interpretada a través de lo poético:

 

     “Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.

     Amo la noche, sombrero de todos los días.

     La noche, la noche del día, del día al día siguiente.

     Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer”

 

La minificción en las zonas: el mundo posible desde la brevedad

 

     Luego de haber realizado un bosquejo general de lo que recrea cada zona en su aspecto fictivo, podemos comenzar un breve análisis de cada una, basado en los textos de sus principales exponentes.

     La zona mexicana involucra a aquellos autores que geográficamente se encuentran en México (valga de redundancia) y sus alrededores. La minificción de esta zona, al igual que sus novelas y narrativa en general, usa mucho el lenguaje metafórico, trabaja muy detenidamente los bestiarios donde se proyectan rasgos humanos sobre fenómenos naturales. A su vez, en la zona caribeña, prevalece aún el boom hispanoamericano como la forma principal de abordar sus dudas sobre el origen mencionadas anteriormente. Y en la zona de La Plata el tono intimista y reflexivo es el que prevalece por sobre el resto.

     Ahora bien, Chile, al transformarse en una isla dentro del grupo hispanoamericano adopta, para empezar, una visión de los bestiarios tradicionales (que es uno de los tantos inicios de la minificción en este continente) mucho más ligada a la tradición europea, es decir, se bestializan los seres humanos y no así los fenómenos naturales, como ocurría en la primera zona o en el resto de Hispanoamérica. El lenguaje de la zona Chilena en la minificción se focaliza principalmente en lo fantasmagórico, teniendo en cuenta el término fantasma como lo señala la Real Academia Española: “Imagen de un objeto que queda impresa en la fantasía”, por lo tanto se juega con el lenguaje fantástico para dar paso a una realidad certera. Ejemplo de esto es, entre muchos, el texto brevísimo de Alejandro Jodorowsky que veremos a continuación, donde el juego de palabras aborda una temática más mística a través de un juego de palabras e imaginarios.

 

                        Calidad y cantidad

No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.

 

     Lo mismo sucede con  Pía Barros y su cuento “Trece”, donde habla de brujas, de malos augurios y juega con esta fantasía antes mencionada.

 

El clasificar a Chile como isla no le da al país una ventaja sobre el resto a la hora de escribir minificción, ya se decía anteriormente que el desnivel con que avanza Chile respecto de las otras zonas,  lo hace ir más adelantado pero también, en ocasiones, más atrasado , por lo tanto no se trata de asunto de competencia o calidad, sino más bien de un camino solitario en que se mueven los minificcionistas, donde cada uno, impregnado de lo que ha salido a buscar para lograr identificarse lo hace único, distinto entre el resto de sus pares chilenos, formando así, con el aporte de cada uno, un chile carnavalesco, polifónico  y rico en visiones de mundos posibles.

     Si se quisiera ejemplificar lo que acabamos de decir con autores contemporáneos, actuales y activos dentro de la minificción chilena, se podría mencionar, por ejemplo, el gran uso de intertextualidades que usan algunos autores como Lilian Elphick, quien toma de los bestiarios a sus personajes y crea su nuevo mundo en “Diálogo de tigres”, o cómo Diego Muñoz Valenzuela se instala en los cuentos tradicionales europeos como Caperucita Roja, Hansel y Gretel, entre muchos otros, y forma su obra “Las nuevas hadas”. En ambos casos podemos ver que la intertextualidad, tan presente en toda la minificción (de las cuatro zonas) acá sirve más que nada para tomarse de algún modelo ya existente e identificarse, ya que claramente Muñoz Valenzuela lo hace también en otros de sus escritos (“Flores para un Ciborg”, por ejemplo).  Continuando con los escritores ya consagrados, podemos ver que Pía Barros, si bien explora en los distintos tipos literarios como el cuento, la novela, y la minificción, en esta última sobre todo, su lado fictivo busca presentar un mundo posible a través de lo fantasmagórico, de aquellas situaciones que pese a ser realidad y a enseñarnos un tipo social, cultural o emocional, siempre van de la mano de lo bestializado del ser humano, de lo oculto.

     Gabriela Aguilera, por su parte, toma lo fictivo del lenguaje y lo lleva a lo más primitivo del ser humano; a sus miedos, sus deseos e impulsos desde un punto de vista más descarnado, con un lenguaje directo, preciso. A través de una brevedad extrema, esta escritora logra dar un golpe al lector con sus textos, siendo muy distintas de los tres escritores mencionados anteriormente.

     Una iniciativa que corrió a través de la página web de la Corporación Letras de Chile,  que consistía en escribir una minificción relacionada con el fin del mundo (21 de diciembre del 2012), muestra un claro ejemplo de todo lo mencionado hasta ahora; Nana Rodríguez comienza con un lenguaje ‘’mágico’’, recreando para nosotros un mundo posible a través de una narrativa poética, así, el escritor argentino Héctor Ranea, haciendo una excelente presentación de su zona, aborda al lector con varias preguntas que van en pos de un pensamiento existencialista, incluso filosófico. Y ahí, hace aparición nuevamente Muñoz Valenzuela con su texto “Apocalipsis 2” donde comienza con un ser que se levanta de la tumba. Un fantasma.

     Por último, para ir cerrando el análisis de la zona chilena se puede agregar que la imaginación y la fantasía con que se escribe en esta zona – país, no solo se presenta a través del lenguaje fantasmagórico, sino también a través de golpes. Los chilenos dan golpes a la hora de escribir, siempre haciendo uso de la brevedad, buscan avanzar con palabras certeras, sin preámbulos, hacia el final, y esto quizás, por su afán de pertenecer a algún sitio, aunque, contradictoriamente, al saberse isla, solo se empapa del resto, de aquellos sitios, solo toma de ellos (en especial de Europa y el extranjero) lo que le sirve para presentar sus mundos posibles a través de un sistema fictivo y no se vuelve un imitador, porque en el fondo, le gusta ir de solitario en la escritura, dando saltos, dando pasitos, llevando su propio ritmo y volviéndose un collage del resto, un collage que al reescribirse los hace ser nuevamente únicos.

 

Bibliografía

Edmundo Valadés, El libro de la imaginación (México: FCE, 1976. En: Brevísima Relación. Antología del microcuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito, 1990).

 

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Este trabajo fue leído en la Mesa de Ponencias “Visiones acerca del microrrelato chileno”, en el marco del IV Encuentro Nacional de Minificción “Sea breve, por favor”. Mayo de 2013.