Por Jorge Muñoz Gallardo

El vientre de sor Angélica se hinchó de repente, como el de una embarazada próxima al parto; igual que sus senos, que alcanzaron un tamaño descomunal. Él, que era un experimentado exorcista, aplicó el agua bendita y las reliquias en cada región del cuerpo afectada y la monja reaccionó mostrándole su lengua pequeña y rosada, sus dientes parejos y blancos, en señal de burla, y su voz de contralto profirió una variada gama de insultos y palabrotas que lo hicieron palidecer, luego enrojecer. Desesperado se propuso liberarla de las fuerzas satánicas, ordenando sin éxito a Baalam, el demonio que la poseía, que adorase al Santísimo Sacramento. Estruendosas carcajadas resonaron en el interior del templo y las velas de un candelabro se encendieron creciendo sus lenguas de fuego hasta casi tocar el alto techo de la bóveda. En los bellos ojos verdes de sor Angélica brillaba la lujuria mientras le hacía gestos obscenos. Haciendo caso omiso de sus palabras, sor Angélica salió por una ventana del altillo y subió al tejado con la agilidad de una gata, estaba completamente desnuda, su vientre había recuperado su forma plana y elástica, sus senos volvieron al volumen normal, su cabellera rubia agitada por el viento parecía una llamarada. Él sentía flaquear sus fuerzas y su fe, las dudas lo empezaban a dominar, Dios y el diablo luchaban ferozmente en su interior, sus pensamientos se contradecían, el deseo carnal se iba apoderando de todo su cuerpo y su ánimo, corrió tras la monja quitándose las vestiduras y llegó desnudo junto a ella. Al caer la noche él y sor Angélica abandonaron el templo para adentrarse en el bosque, iban de la mano. El cielo, que estaba claro y estrellado, se fue oscureciendo, una ráfaga de viento frío sopló de pronto y estremeció la ventana cubierta con una cortinilla delgada y sucia. Entonces se revolvió en el angosto lecho de pino y abrió los ojos, se hallaba en su humilde cuarto, recordó que a las diez de la mañana debía estar en el templo, sor Angélica lo había citado para convidarle unos repollos de su huerto.