Fernando Aravena (Gráfica LOM, 2023)

Por Edmundo Moure

A través de un estilo coloquial, con lenguaje pulcro y certero, prosa escueta, sustantiva y de mínima adjetivación, Fernando Aravena nos entrega en este libro noventa y tres relatos, la mayoría de ellos referidos a personajes y experiencias vitales de su mundo narrativo, situado en una ciudad del centro sur de Chile, donde la urbe aún no ha desplazado al campo, ni como geografía ni como imaginario popular presente en el inconsciente colectivo.

Hablo de relatos, pues no se trata de crónicas ni cuentos. Un relato, como sabemos, es el proceso lingüístico de narrar un hecho, real o imaginario, sea de modo oral o escrito. La diferencia con la crónica -que también puede contener un relato- es que aquella está condicionada por un tiempo determinado de ocurrencia, se refiere a sucesos acotados cronológicamente, aunque en ella pueda caber también una o varias ficciones asociadas al hecho principal que se cuenta.

El relato no es, necesariamente, un género de menor relevancia literaria; nada de eso, sólo que no debe confundirse con el cuento ni la crónica, pues posee su propia dinámica y estructura narrativa.

Así construye el autor, Fernando Aravena Torres, este Laberinto de San Fernando, tomando como base referencial para el desenvolvimiento de las historias, el notable laberinto vegetal construido -más bien cultivado- en la región de O’Higgins, como espacio educativo rural, por el empresario Juan Alegría, como se cuenta en el apéndice del libro, y con el colofón de una bella remembranza histórica y poética. El presupuesto lúdico y existencial, asimismo dramático, es metaforizar la vida humana como un laberinto en donde nos extraviamos dentro de innumerables vericuetos que son los acontecimientos vividos, intentando darles una salida coherente.

Aventura, desafío, problema, contradicción, lucha y movimiento, búsqueda de una salida para no enloquecer.

Mediante la fluidez de un estilo directo, que a veces me remite a José Santos González Vera, en sus maravillosas historias de Alhué, Aravena Torres nos conduce a los días de la infancia provinciana, tan rica de experiencia en este largo país de rincones innumerables y de recónditos pueblos donde transcurren las vidas y existencias de tantos seres anónimos que, sin embargo, nuestros escritores nacidos en sus lares rescatan para una memoria viva y perdurable.

Ha sido una lectura particularmente grata, quizá porque mi espíritu es de remoto origen aldeano y campesino -en sentido tolstoyano- y ese mundo ha significado y aún significa mucho para mí. Como en todo entorno social, los sucesos se desarrollan teniendo como base las alegrías, penas, tribulaciones, esperanzas y servidumbres de la humana condición. Hay sorpresas y conflictos, contradicciones y rebeldías que surgen a lo largo de estas páginas de El Laberinto de San Fernando, cuya narración nos inquieta, divierte o conmueve, mas sin dejarnos indiferentes.

Fernando Aravena Torres nos obsequia, además, con la sutileza de un fino humor en el que palpita el escepticismo de nuestro tiempo, cuyo ejercicio es una suerte de arma eficaz contra la desesperanza, a la vez que un recurso para apreciar nuestra propia pequeñez de seres entregados al misterio laberíntico de la vida misma, como extraño deambular por infinidad de senderos posibles.

Los personajes, descritos o retratados, son vívidos y verosímiles, algunos de ellos dibujados con el ribete de la fantasía; otros, con los trazos de la cruda y a veces brutal realidad de la contingencia; siempre humanos y accesibles a la sensibilidad del lector.

Un libro recomendable para escritores y lectores de nuestro tiempo.

¡Gracias!, Fernando Aravena Torres.

septiembre 20, 2024