Por Jorge Lillo

O a buen entendedor pocas palabras. Que aproveche.

¿Es que así termina todo?
La verdá ’es que no lo sé:
la mosca cuida la red,
la oveja defiende al lobo.
El sabio pasa por bobo
y el tonto parece listo;
el finado dice: ¡existo!,
desde su trono en la tumba.
La calma del viento zumba,
y yo, luchando, desisto.
El bicho en la telaraña
cree estar de vacaciones;
el mudo dice sermones
al sordo que asa castañas.
El mimo, sin musarañas,
declama una seguidilla;
la mesa sobre la silla
y la heladera en el baño;
los meses duran un año
y el justo vive en capilla.
Sobre el pie de la balanza
la chuecura hace equilibrio;
un ciego limpiando vidrios,
en una escalera danza.
El vicio pide templanza
y la virtud dice: paso.
El amor nos da un huascazo
y el olvido una caricia;
y el que ha pedido justicia
resucita de un hachazo.
Obedece el soberano,
el mandado manda más;

el Presi da marcha atrás
aunque le doblen la mano.
Hoy día pasó un fulano
que vendía hoyos pa queso;
traía sopa pa hueso
y carbón de pan tostado;
decía: soy diputado
y represento al Congreso.
Así es el mundo al revés:
no tiene pies ni cabeza;
la casa cabe en mi pieza
y yo me acuesto de pie.
Tengo un espejo al verrés,
y un cerrojo que no cierra;
la paz vive haciendo guerras,
los tanques tiran guirnaldas;
mi enemigo me respalda,
si me sepulta la tierra.

JORGE LILLO / 9 DE OCTUBRE DE 2022