Por Omar López

Ayer domingo fue un día con un sol de pantalón largo. Uno de eso domingos que invita a respirar hondo y ejercitar un paseo con una mochila repleta de optimismo: en bicicleta naturalmente, y con el siempre tentador destino de las tres o cuatro ferias que suelo recorrer en busca de libros, objetos interesantes e incluso, ropa. Fue un domingo distinto en todo sentido. En la primera feria dialogué con una persona que vende una serie de artículos hogareños y una diversidad de otras cositas, además de libritos. Esas conversaciones espontáneas tienen siempre una dosis de sorpresa o al menos, de un breve aprendizaje.

Bien, recorriendo la segunda feria me encuentro de repente con un puesto que tenía también, entre otros artículos, varios y llamativos libros. Estaban sentadas frente a ese puesto dos personas: un hombre de edad madura y una bellísima muchacha, que -deduje- puede ser su hija. En este caso, comenzó a fluir una conversación interesante a partir de la recomendación que me hacía este señor sobre uno de los libros ahí expuestos. En un momento, les hablé de mi interés por la poesía ya que había allí un libro del poeta chileno, Gonzalo Rojas y así nos fuimos internando en un intercambio de impresiones sobre temas relacionados con el arte y las circunstancias de la sociedad actual. Hubo dos hechos para mí, notables y muy acogedores: la joven, desplegando la magia encantadora de sus ojos, me preguntó si podía tomarme una foto y en verdad, fue una de las peticiones más increíbles que me han hecho creo, en mis jóvenes 71 años. Y el señor, con una amabilidad pura y espontánea, me regala una moneda, para mí novedosa y reluciente de dos euros. Ambos gestos, ambas actitudes de dos seres humanos que hasta 20 minutos antes no conocía, me abrieron sin pedir nada, las puertas de sus corazones y de sus luces. ¿No es acaso, un instante fantástico, una epifanía de aquellas que le dan sentido total a la comunicación y la amistad? No todos los días uno encuentra seres como ellos y no todos los días, la profunda emoción que ellos generosamente me regalaron, se palpa con dulzura como si fuera la cabeza de un recién nacido. Y, además, me retiré con 5 excelentes libros a mil pesos cada uno.

Para finalizar, en la tercera feria también inicié un interesante diálogo con otra pareja: a ellos sí ya los conocía porque hace unas tres semanas les compré 14 libros por tres mil pesos. Un regalo, de todas maneras. Pero lo importante fue que junto a otro comprador que estaba en ese momento, hablamos de la contingencia y la situación político cultural de nuestro país. Este muchacho resultó ser militante del Partido Progresista y eso ameritaba profundizar en ideas y análisis. Y, además, gestor cultural y creador de una corporación para la defensa de mujeres que sufren maltrato intrafamiliar. Otro gran motivo para crear nexos, puentes, actividades y unidad que fortalezca el quehacer de la gente que piensa, que imagina, que promueve iniciativas y trabajos para reconstruir la esperanza, la dignidad y la justicia social.

Bueno, este ha resultado un diario en su minuto, pleno de alegría de estar vivo, atento a esas invisibles pero imprescindibles maneras de encontrar ternura, gentileza y bondad en gente común y corriente, que, como árboles renacidos en primavera, nos abrazan con su sombra de luz fina y con la energía limpia de los sencillos.

Omar López LL
Puente Alto, octubre 03 de 2022