Ediciones Eutopía, 151 páginas

Por Antonio Rojas Gómez

Los diez cuentos que integran este volumen tienen identidad geográfica, histórica y política. Transcurren en la zona precordillerana de la región de Valdivia en los primeros años 70 del siglo pasado, durante la Unidad Popular, cuando los fundos fueron tomados por los trabajadores bajo la conducción de jóvenes activistas. En lo político, los cuentos toman partido por el gobierno de Salvador Allende, con clara oposición al golpe militar.

El libro se divide en tres secciones: de niños, de sombras y de risas. La primera y la última incluyen tres relatos cada una; la segunda, cuatro. Y responden al encabezamiento. Los protagonistas de la primera sección son niños, en la segunda encontramos temas dramáticos que muestran una realidad sombría para los protagonistas, mientras que a los de la tercera los alivianan situaciones jocosas, sin estar exentas de dramatismo para quienes participan en ellas.

En todas las historias la forma narrativa es siempre la misma: un narrador en tercera persona que conoce todo cuanto va a ocurrir, por lo que nada puede sorprenderlo, y que quiere a sus personajes, los entiende y justifica cada una de las aventuras que emprenden. La prosa de González Lefno es correcta, clara, de frases cortas, expresivas, bien adjetivada. Es fácil leerla y se da a entender perfectamente. En algunos cuentos hay más de una anécdota, que se entrelazan, y eso está bien logrado. Por ejemplo, en “Una carpa en la montaña” (Pág.85) un grupo de revolucionarios huye de los militares que los ametrallan desde un helicóptero y se internan en la selva, y por otra parte un campesino sale con su hijo a buscar un buey que se extravió, en la misma montaña. Y el relato de ambos episodios es clarísimo, hasta el desenlace en que unos y otros se encuentran. Claro que los milicos seguirán persiguiendo a los rebeldes y padre e hijo no consiguen encontrar el buey perdido. Pero la humanidad que brota espontánea en el encuentro es lo que le otorga valor al cuento.

Y esa humanidad está presente en cada una de las historias, desde las de los niños, que se inician con un pequeño cazador de coleópteros luminosos que lo elevan por los aires como un helicóptero para permitirle ver el mundo con una perspectiva diferente. Este cuento, “El cazador de cantabrias” (Pág. 11) tiene un guiño con el realismo mágico al estilo de García Márquez. Pero no sigue por ahí el resto del volumen. El realismo del resto de los relatos no tiene nada de mágico. Es más bien tremendo. Lo pasan mal los personajes; sus expectativas de alcanzar una vida mejor se ven tronchadas por los acontecimientos históricos que son de dominio público.

En la sección de risas se encuentra el cuento “El diablo a pata” (Pág. 135), que da título al libro y lo cierra. Este diablo a pata es un personaje que nada tiene que ver con Lucifer: “Oyarzún era su apellido, pero grandes y chicos lo conocían por su apodo, el que había surgido por su trabajo como tumbador en aserraderos, donde hacía gala de su enorme fuerza física para manejar el diablo, herramienta con la que debía girar enormes troncos destinados a la sierra. Y como su afición era desplazarse de un predio a otro caminando por la montaña, todo el mundo lo llamó el Diablo a Pata y su apellido quedó en el olvido”. (Pág. 139)

Este sujeto corre una serie de aventuras a lo largo de los años, la más singular es cuando persigue a un perro que le roba la carne del asado que estaba preparando para celebrar el partido final de un campeonato de fútbol. Pero el motivo de que aparezca no tiene nada que ver con eso ni con otras situaciones risibles que cuenta el autor. Se debe a otra causa y a otro personaje, que abre el cuento y lo cierra con un broche perfecto.

El párrafo transcrito más arriba da cuenta de la prosa de Rubén González Lefno, de la manera afectuosa con que presenta a sus personajes, todos bondadosos, excelentes tipos. La maldad en este libro corre por cuenta exclusiva de quienes persiguen, encarcelan y torturan a los partidarios del Doctor Allende -así lo menciona el autor en más de una oportunidad-, después de su suicidio.

Este libro, como expresé al comienzo, narra episodios que se vivieron en el sur del país durante el gobierno de la Unidad Popular y su abrupto final. Un tiempo ya pasado, pero fundamental para entender el que vivimos hoy. Es valioso que Rubén González contribuya a mantener viva la memoria nacional.

“El diablo a pata y otras historias”