Crónica literaria de Eddie Morales Piña

Creo haber leído toda la producción escrituraria de Isabel Allende -Premio Nacional de Literatura 2010, entre otros varios- desde su primera novela La casa de los espíritus (que tanta polémica produjo porque según algunos era demasiado garcimarquiana) hasta esta reciente sobre una centenaria mujer llamada Violeta. Hace varios años escribí un artículo académico acerca de los códigos del relato en De amor y de sombra, y luego dirigí varias tesis en su novelística tanto en pre como en posgrado en la universidad. De hecho, en la cátedra de Literatura Chilena la incorporamos tempranamente cuando aún había comentarios de que se trataba de una escritora menor.

De la experiencia de lectura de Isabel Allende se llega a la conclusión de que la autora tiene una imaginación prodigiosa que convierte en una argumentación literaria todo aquello que se le cruza por la mente y que -anualmente- como en un ritual, mantra o cábala comienza a escribir en diversos formatos temáticos donde su habilidad creativa nos la muestra como una autora que conoce los resortes retóricos para incursionar en distintos senderos. Isabel Allende, por ejemplo, ha estado en la escritura de novela histórica, relatos policiacos o de misterios, en novelas de motivación juvenil o testimonial, y también en textos que tienen una fuerte ligazón con la experiencia personal de la autora donde siempre su referente es Chile, aunque este quede oculto metafóricamente como en esta reciente novela. En la mayoría de sus novelas la presencia de las mujeres es fundamental y son ellas las que asumen la voz narrativa con una impronta feminista que va en contra de las diversas formas del patriarcado. En este sentido, la novelística de Isabel Allende marca una impronta. Dentro de los códigos escriturarios que siempre ha mantenido está aquel en que las narradoras hacen uso del recurso del anuncio temprano de lo que sucederá en un futuro inmediato o remoto. De todo aquello hay en Violeta (2022).

La historia está centrada en una mujer con aquel nombre que es la voz narrativa. El eje central de la trama es Violeta, quien escribe un extenso relato en una suerte de testimonio o testamento escriturario para un receptor ubicado al interior del enunciado: Camilo, un cura que es nieto de la enunciante del discurso narrativo. Violeta es una mujer bastante anciana que va revelando a Camilo la historia de su vida en un país imaginario -de acuerdo con las marcas de la textualidad, no es otro que Chile- a lo largo de varias décadas. Violeta asume la argumentación desde la gripe española a comienzos del siglo pasado hasta la pandemia iniciada en el año 2020. De allí, entonces, que el relato no sólo va mostrando las experiencias vivenciales de Violeta y su familia de alta alcurnia, sino también los aconteceres de la historia de este país en se desenvuelven sus vidas. Como es habitual en las novelas de Isabel Allende la profusión de personajes e historias conexas a la trama principal, no se encuentran ausentes. Los personajes se van entrelazando, formando una urdimbre que es una constante narrativa en su obra literaria. Un lector/a conocedor de la vida de la autora podrá deducir que hay varios índices temáticos cuyo referente es la propia Isabel Allende.

En el entramado de la novela, Violeta se nos muestra como una mujer que enfrenta diversas situaciones complejas desde los remotos años en que deben emigrar a un lugar del país alejado de la capital. Promediando el relato, la nación del norte de América -donde efectivamente vive la autora- se transforma en otro espacio determinante en la configuración de la fábula. Violeta es una mujer decidida, En el devenir de su vida, estará siempre en relación con la presencia masculina en situaciones traumáticas o placenteras donde pareciera que aquellos hombres son determinantes más allá de las pretensiones feministas de la locutora.

La novela es una caja donde se han puesto varios elementos -desde los hechos históricos del país con personajes reales transfigurados en ficcionales, pero que son fácilmente identificables, el tiempo de la dictadura y sus consecuencias nefandas, las luchas sociales y el despertar del feminismo, etc.- Todo lo anterior le da al relato un transitar donde la narradora sabe poner en acción la historia para despertar el interés del lector/a en una suerte de folletín -no en el sentido negativo del término. En definitiva, la novela se lee raudamente, pero no es un punto de inflexión en la producción bastante prolífica de Isabel Allende.

(Isabel Allende: Violeta. Buenos Aires: Sudamericana. 2022. 396 p.).