Bicentenario de Dostoyevski

por Eddie Morales Piña

La literatura universal tiene en la producida en Rusia -que en algún momento fue también la URSS- una de las más señeras. Desde los nombres emblemáticos de León Tolstoi, Nicolás Gogol, Fiódor Dostoyevski, pasando por Máximo Gorki y Boris Pasternak hasta Alexander Solyenitsin y Svetlana Aleksiévich, la escritura rusa no ha pasado desapercibida. Desde el siglo antepasado, sus escritores/as han dejado una huella indeleble que no podemos soslayar. Los nombres de la mayoría de los citados, sin duda, que a estas alturas del transitar de la literatura son clásicos. Cuando uno ha leído a más de uno de ellos puede percatarse que hay lazos escriturarios comunes dependiendo de las distintas etapas y momentos en que se generaron sus obras. Entre Tolstoi y Solyenitsin, por ejemplo, está la presentación del desarrollo de macro historias que recogen el devenir de los acontecimientos de la patria rusia en las instancias históricas -valga la redundancia- que ha tenido como nación. Entre estas se encuentra lo acontecido a partir de la Revolución de Octubre que provocará el surgimiento de una forma escrituraria que se conocerá como realismo socialista -que repercutirá más allá de sus fronteras. Nuestro país adoptará también este modo de aprehender la realidad sobre la base de dichos postulados en la denominada generación del 38 o neorrealista-.

Fiódor Dostoyevski está de aniversario de nacimiento en este año que está al borde de su término en medio de una pandemia con la que -al final- tendremos que convivir. El escritor ruso vino al mundo en 1821, por tanto, celebramos su bicentenario. Dostoyevski es un clásico de la literatura como diría Italo Calvino -el escritor e intelectual italiano, quien también ya lo es-, pues de acuerdo con los parámetros de este para ser considerado como tal se cumplen en el autor ruso. En otras palabras, cuando se relee a Dostoyesvki es como si fuera la primera vez que uno ingresara en sus relatos. El escritor atrapa al lector en sus novelas, algunas de las cuales son de una máxima extensión, no sólo por la manera escrituraria, sino por las temáticas que desarrolló en ellas. Los asuntos tematizados y transfigurados en su escritura tienen una conexión inmediata con la situación del ser humano en un tiempo y en un espacio -el cronotopo de otro ruso ilustre, Mijail Bajtin-. Podríamos decir que su escritura está traspasada por una suerte de existencialismo avant la lettre. En 1866 publicó la obra que más fama le ha dado con el título de “Crimen y Castigo” donde el protagonista es un atormentado personaje llamado Rodión Románovich Raskólnikov, quien termina siendo redimido por el amor de Sonia. En 1868 aparece el relato “El idiota” (1868) donde tenemos otra emblemática figura narrativa, el príncipe Liov Nikoláyevich Myshkin, –“trasunto del propio autor”– y que de acuerdo a la crítica es la contrarréplica a la amoralidad de Raskólnikov. Un año antes de su muerte publica “Los hermanos Karamazov” (1880), un relato que se inspira en la historia de tres hermanos que cometen un asesinado a instancias del mayor; hermanos que Dostoyevski había conocido en sus años de cárcel en Omsk, Siberia. La novela tiene profundas implicancias de orden teológico-morales, lo que pareciera ser una constante en más de uno de los escritores rusos. Casi al unísono de la novela con que mayormente se le conoce -la de Raskólnikov-, Dostoyevski escribió y publico “El jugador” (1866), un relato relativamente breve donde desarrollará una historia en torno a una de las ludopatías.

En un excurso o digresión conexa con lo que llevamos escrito en esta crónica, recuerdo que hace algunos años en la universidad se nos ocurrió con un amigo siquiatra enseñar una asignatura optativa acerca de las psicopatologías en la literatura. El curso tuvo un éxito inmediato entre los/as estudiantes. Para ello escogimos obras de la literatura universal que tuvieran como foco de interés o tematización alguna de las psicopatologías. Así, “El jugador” de Dostoyevski se hizo presente. El que escribe se refería a la condición literaria de las obras, mientras que el médico siquiatra veía el asunto a la luz de la ciencia, y cómo todo se podía inferir de las historias narradas.

Tal como su nombre identitario lo indica, el relato de Dostoyevski se desarrolla sobre la base de la ludopatía, es decir, la adicción compulsiva a los juegos de azar apostando cantidades de dinero. Según la historia, el autor era aficionado a la ruleta y la novela es la trasmutación ficcional de acontecimientos relativos al dinero perdido en el juego, lo que llevará a la escritura de este relato, precisamente para cumplir contratos ya pagados por adelantado. Esta es la razón de que “El jugador” haya sido escrita casi al mismo tiempo que aquella otra sobre el asesinato de la vieja usurera. Como dice Guillermo Suazo en el prólogo a la edición de la obra, “hay muchos elementos autobiográficos en esta novela”. El protagonista es Alexéi Ivánovich, el es el jugador, quien juega a la ruleta no para él sino para Pólina Alexándrovna, convirtiéndose al final en un perdido. De acuerdo con el prologuista citado, este relato de Dostoyevski “es una obra pensada y escrita con mucha prisa” donde no llega a profundizar en la personalidad ludópata del personaje, entre otras falencias escriturarias, lo que ciertamente no le quita interés narrativo a la trama.

Fiódor Dostoyevski murió el 28 de enero de 1881en San Petersburgo.

Como un dato interesante, cabe señalar que en 1860 se publicó en Chile “Alberto, el jugador” de Rosario Orrego, la primera novela editada por una mujer en nuestro país, quien también focalizó la historia en torno a la mencionada ludopatía en medio de la sociedad burguesa del siglo que le cupo vivir.

(Fiódor Dostoyevski: El jugador. Prólogo de Guillermo Suazo. Madrid: Editorial EDAF. 4ta. edición 2002. 247 pág.).