Destajo

Desmochar, serrar.

Jerga amputada,
torso plebeyo faenado al sol,
exangües troncos zampando para la gula panzona.

Latifundio que los domeña.

Instante

Es noche,
llueve.

Escucho el arrullar
jocundo de una aya
meciendo la vida.

Su voz
rompe el sigilo,

se asemeja a la desnudez
de un boscaje sombrío.

Ojos de niña

En la calle donde vivo,
en el almacén de la esquina.

Orfandad sin dilección.
Diminuto aposento de asilo.

Cuenta sus pocos centavos,
la caridad de algunos vecinos
y la venta de algunos dulces.

Cautiva del tiempo
renqueando se ha quedado sola la abuelita.
Sus ojos afables y oscuros
siguen siendo los de una niña.

Sus manos gélidas amoratadas
dan dos caramelos a mis hijos.

Favila

Noche de gran calina.

Dos pibes y su madre
caminan juntitos, gritan,
a pesar de que nadie los oye.

En la ribera sueltan los vestigios
se ahogan en llanto,

llanto que nadie escucha.

En lo que creo

A Luis O. Tedesco

De a poco,
de a poquito,

tabicando el puño,

las gotas de sudor
espetaron la gran peña.

Rinconcito

Tres rostros de pupilas dilatadas,
sonrisas hieráticas,
pies que se esconden en la fronda amarilla.

Cortina metálica baja
contra un vitral ruinoso,
camuflado con un abigarrado edredón de plumas.

En un rinconcito un cartel que dice:
-necesito leche para mis hijos-.

Pescador

El tronco de madera
lleva su alma
asida a la corriente,
sube y baja
sobre el agua fría.

A un costado
las cimbras cuelgan sus líneas.

Ulises ríe,
me muestra sus dientes blancos,
también él lanzó su línea.

Los pescadores transijan
convencidos la espera.

Mantel con flores,
jarra de vino
y un lebrel que aguarda.

Viejo tablón musgoso
que hace de mesa.

Son tres sentados
en el muelle.

El viento
infla sus camperas.

Tiempo

Casi en la igualdad.

Hay cicatrices,
calles con prosodia.

Yo leo las escrituras ignoradas,
los paréntesis,
regreso a las arterias del potrero,

a la antigua palangre de mi barrio
en óbito creciente.

Desocupado

Boca arriba
puño mutilado
yugular inflada
grito manco
barreño y zapa huérfanas
dentadura carcomida
frío en la amputada esperanza
mirada hacia adentro
sangre occisa
en la perenne chaflán de la noche.

Así de simple

A Manuel, mi bisabuelo

Vino desprovisto,
trajo la espera entre sus manos.

Rescoldo que lo desgarra.

Pulgar amputado.
No lee.
Alma cuarteada.
Boca empastada.

Conato descienden sus fornidos brazos
con los últimos rayos del poniente,
sus gruñidos, su voz acémila,
su cuerpo cernícalo,
hollado en la morriña.

Pañuelo de cendal sostiene su estampa.

Pico y pala… pico y pala…
nunca pudo terminar
el bruto muro de la casa propia.

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alejandro cesarioAlejandro Cesario nació en Colegiales en 1967. Publicó: “Esas miradas tristes – un viaje por la Patagonia” (novela), 2006, “El humo de la chimenea” (poemas), Ediciones del Dock, 2009, “Fragor de borrascas” (poemas), Ediciones del Dock, 2011, “Ciervo negro” (poemas), Ediciones del Dock, 2012, “Estación de chapas” (poemas), Ediciones del Dock, 2013, “La última sombra” (poemas), Ediciones la yunta, 2015 y “El bruto muro de la casa propia”, Ediciones la yunta, 2018. Integró la Antología Federal de Poesía de la Provincia de Buenos Aires, 2019.