Pedro Guillermo Jara nació en Chillán, Chile, en 1951. Actualmente reside en la ciudad de Valdivia. Realizó estudios de Literatura en la Universidad Austral de Chile.

Es fundador, editor, Director de la revista de bolsillo Caballo de Proa. De los 14 libros que ha publicado, los siguientes giran en torno al microcuento: Para Murales (El Kultrún, Valdivia, 1988); Relatos in Blues & Otros Cuentos (Puerto Montt, 2002); Cuentos Tamaño Postal (El Kultrún, Conarte, Valdivia, 2005); De Trámite Breve (Edición Caballo de Proa, Valdivia, 2006); El Korto Cirkuito (Afiche-literario), Autoedición, Valdivia, 2008. Además, sus microrrelatos integraron las antologías Brevísima Relación del Cuento Breve de Chile, de Juan Armando Epple, Ed. Lar, Santiago, 1989; Cien microcuentos chilenos, Juan Armando Epple, Editorial Cuarto Propio, Santiago, Chile, 2002; y Arden Andes, Antología de microficciones Argentinochilenas, Selección y prólogo de Sandra Bianchi, Macedonia Ediciones, Buenos Aires, Argentina, 2010.

IM: ¿Cómo y desde cuándo nació tu pasión por el microrrelato?

PGJ: A mediados de la década de los 70, siendo estudiante de literatura en la Universidad Austral de Chile. Mi primer acercamiento fue, cómo no, con Julio Cortázar. Luego, unos textos breves de Juan Armando Epple gatillaron mi entusiasmo por el género. Hasta la fecha.

IM: Como escritor, ¿qué elementos consideras que debe tener un microrrelato para ser eficaz?

PGJ: Es que existen muchas variantes y múltiples posibilidades. El riesgo es caer en el chiste porque ese texto puede ser efímero y no perdurará. El microcuento debe poseer un peso específico. Los más complejos son los microcuentos de intertextualidad porque colocas en serios riesgos al lector que, al no poseer la información pertinente, se transforma desde un lector activo en uno pasivo. Y ahí no hay nada que hacer.

IM: ¿Por qué crees que se ha producido el auge reciente de la microficción?

PGJ: Por la compresión del tiempo y el espacio del capitalismo. Todo se reduce: el espacio donde se vive; los ordenadores; los trámites; los titulares de las noticias; la muerte. No hay tiempo para pensar. No hay tiempo para leer; no hay tiempo para comprender la realidad: un micro cuento satisface todas esas necesidades y, de algún modo, sugiere las soluciones… menos el de la muerte, por supuesto. Pero algo es algo, ¿no?

IM: Como lector, ¿qué autores y/o libros de microliteratura nos recomendarías?

PGJ: “Más por menos”, Antología de microrrelatos hispánicos actuales, de Angeles Encinar y Carmen Valcárcel, Sial/Narrativa, Madrid, España, 2011. “Arden Andes”, Microficciones Argentino/Chilenas, Edición de Sandra Bianchi, Macedonia Ediciones, Argentina, 2010. “Para leerte mejor”, Juan Armando Epple, Mosquito Comunicaciones, Santiago, Chile, 2010. “Los que sobran”, Pía Barros, Asterión, Santiago, Chile, 2010. “Bellas de sangre contraria”, Lilian Elphick, Mosquito Comunicaciones, Santiago, Chile, 2009. “Con pulseras en los tobillos”, Gabriela Aguilera, Asterión, Santiago, Chile, 2007.

IM: Tienes una larga trayectoria en el mundo literario, donde has cosechado varios premios. ¿Qué consejo le darías a los microrrelatistas que recién comienzan?

PGJ: Para los que comienzan sugiero mucha lectura. Que para escribir tienen que recurrir a la experiencia, a la imaginación y la observación. Mezclen bien y verán.

IM: Eres director de la revista de bolsillo Caballo de Proa. ¿Qué puedes contarnos acerca de esa publicación?

PGJ: Es una revista de bolsillo (8,0 x 11,0 Cm.) dedicada al arte, la cultura, el medio ambiente y la sociedad. En agosto de 2011 cumple 20 años circulando en este formato. El nombre de la revista estaba encriptado en “Salambó”, de Gustave Flaubert: “El Anunciador de las Lunas, que velaba todas las noches en lo alto del templo de Eschmún, para anunciar con su trompeta las agitaciones de los astros, advirtió una mañana, por el lado de occidente, algo parecido a un pájaro que rozase con sus alas muy largas la superficie del mar. Era un navío de tres filas de remos; llevaba en la proa un caballo esculpido.” (Las negritas son mías. Invierta el orden y aflorará el nombre).

IM: ¿Podrías describirnos un poco la escena microcuentista en Chile de hoy en día?

PGJ: Está muy vivo, con varios cultores y con mucha actividad en el ámbito editorial y de las publicaciones pero flojo en el aspecto teórico. No se teoriza con respecto al género, la academia desconfía. No se patrocinan tesis.

IM: Además de la literatura, ¿qué otras cosas te apasionan?

PGJ: El periodismo; indagar en el libro-objeto, del cual soy adicto en mis momentos de ocio. En este formato he publicado cuatro libros.

Un microrrelato: Una concentración como en el planeta del Principito.

Una serie televisiva: CSI.

Una canción: “Retrato”, de Antonio Machado, cantado por Joan Manuel Serrat.

Una comida: Una cazuela de ave, a las 3 de la madrugada en La Valdiviana.

Una frase: “Tres reglones tachados valen más que uno añadido”, Augusto Monterroso.

Una ciudad: Valdivia de Chile.

Un equipo de fútbol: Universidad de Chile.

Un secreto: No le temo a la muerte… pero me preocupa.

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La amenaza – Por Pedro Guillermo Jara

Enciendo el computador, un cigarrillo, acomodo mi café e inicio la rutina de revisar lo que he escrito la noche anterior. Luz, me digo, necesito luz y descorro la cortina de la ventana que da al patio.

Busco un archivo y de pronto siento una presencia tras la ventana. Levanto la vista y lo veo: su mano derecha sostiene una lanza que se pierde en lo alto; en su testa, un casco con una visera movible que protege sus ojos, las mandíbulas, la nuca y que remata en un penacho con una cola que ondea al viento; un peto de cuero dibuja sus músculos del tórax; un manto de piel de cabra cae desde sus hombros; un escudo en el brazo izquierdo; una espada al cinto; un arco y un carcaj terciados a su espalda.

El centinela barre con su mirada el infinito, más allá de los muros. Desde la explanada Aquiles, desnudo, como loco, le hace gestos exhibiendo sus testículos. No le hace caso, el soldado está acostumbrado a estas obscenidades después que Aquiles perdió a Patroclo en la última batalla.

Una barba de días cubre el rostro ceñudo del centinela. Adivino que observa a los Aqueos que acampan en lontananza en este largo asedio que se prolonga por diez años.

¡Mierda!, murmuro, aprieto la tecla “Suprimir” y el Troyano desaparece.

(Del libro inédito: BOLSILLO DE PERRO, Microcuentos, cuentos & relatos)

 

En: Internacional Microcuentista