Microcuentos de Bolivia

Gracias la gentileza del narrador boliviano Manuel Vargas, director de la prestigiosa revista consagrada al cuento Correveydile, tendremos la oportunidad de conocer una interesante selección de microcuentos de Bolivia.

Sergio Antezana (La Paz)

La Estatua y las palomas

A cambio de dejarlas dormir bajo el manto de su capa, la estatua pidió a las palomas que le avisen cuando no haya nadie cerca para cambiar de pose o rascarse la nariz. Éstas, entre risas, le dijeron que sobrevolarían a su alrededor para tener una mayor perspectiva y, muy discretamente, cagarían en su cabeza para avisarle de la cercanía humana.

Corte firpo

Se vio en el espejo y no lo podía creer, estaba feliz e inseguro al mismo tiempo. Dalila reía con ironía y dijo: ya no te mires tanto, Sansón, de todas maneras estaba pasado de moda y si no te gusta, espera un tiempo, ya crecerá.

Oscar Barbery Suárez (Santa Cruz)

 El rescate

En su funeral la gente murmuraba que sólo al delincuente Ramiro Osinaga Bermúdez se le podía ocurrir, enfermo de muerte, el secuestro de la Virgen de Cotoca para pedirle a Dios, como rescate, un milagro.

Claudia Daza Durán (Oruro)

El barranco

Me había caído de la cama, pensé que me moría, pero sólo fue un golpe. Ahora descanso en paz.

Cuento cultural

El bosquimano aún permanecía sentado en la piedra. Mientras tanto el antropólogo que lo observó ya había publicado el libro sobre por qué los bosquimanos se sientan en las piedras para soñar.

Luis Antonio Serrano (La Paz)

Descubrimientos

De tanto fijarme en las cosas materiales, esas que se ven y se tocan, he descubierto que es posible prescindir de su presencia y sin embargo ver la realidad. Entonces uno logra advertir que los cuartos vacíos están llenos de recuerdos y de fantasmas. El presidente de la gran industria de medicamentos preguntó si cierto científico descubrió la cura para el sida, sí le respondieron, ¿y para el cáncer? También. Entonces se expresó enérgico: ¡Hay que hacer algo con este tipo, nos quiere mandar a la quiebra! Cuando era niño y escuchaba las palabras amor y pasión, me parecían muy ajenas y creía que nunca descubriría su significado. Lo mío era patear la pelota con mis amigos, más allá del cansancio. Muchos años después, cuando ya viví tantas veces el sentido de esas palabras, sigo corriendo detrás de un balón con el mismo amor y pasión por el fútbol que tenía desde niño. 

Germán Araúz Crespo (La Paz)

La Montaña

Sólo después del derrumbe del cerro de Cotahuma, en la ladera oeste de la ciudad de La Paz, cuando fueron sepultadas más de 32 personas, además de las 67 familias que quedaron sin techo, Dios reparó en cuán equivocado había vivido. No es la fe sino la necesidad la que mueve montañas.

Gonzalo Llanos (La Paz)

 El maestro

Le recomendaba como un padre sabio, instrucciones precisas, él escuchaba en silencio y movía la cabeza descubriendo feliz cada explicación y cada palabra: Ya sabes, ser rápido y después invisible. ¿Y cómo me vuelvo invisible? ¡Carajo!, si no te haces invisible no comerás ni serás un buen ratero.  

Martillero

Los obreros levantaban un edificio, se trabajaba sin descanso y el capataz nunca dejaba de lanzar improperios contra ellos. Alguien se había desmayado de tanto apurar la obra y el capataz gritaba maldiciones sobre el hombre caído. El Jorge, sorpresivamente dejó de martillar, nunca en su vida le falló a los clavos. Se acercó lento y de un solo golpe en la cabeza calló al capataz. Luego de un silencio volvió el ruido de la obra, esta vez, más musical.

Samuel Nogales Lora (La Paz)

 Hasta la muerte

—Mi vida, no podría llamar así a la muerte. Tan sólo “Muerte” a secas, y como quien conoce a la muerte, le teme. Por eso no le llamaría “Mi vida”, porque al pronunciar esas palabras ella me respondería con la muerte a secas.

Carlos Gutiérrez (Chuquisaca)

Persona non grata

Después de cerrar la puerta ella permaneció joven para siempre dentro de su casa. En ese hogar el tiempo era persona non grata.

Poligamia

Cuando Adán despertó, descubrió que no tenía ninguna costilla.

Metamorfosis

Se fue la leche, llegó la sangre. Ya era una mujer.

Manuel Vargas (Santa Cruz)

Los dados

Los cinco dados parecieron salir más alborotados del cubilete. Apoyados a la mesa, vimos, con espanto, que uno de ellos, del cual los demás huían, era totalmente blanco.

Benjamín Chávez (Santa Cruz)

Variaciones de la rutina

Todos los días a la misma hora pasaba un tren hacia la frontera. Una tarde dejó de hacerlo y todos supieron que la frontera había desaparecido. 

Ana María Grisi (La Paz)

Emilio

Pasando la avenida Jaime Freyre hay un puente y varios basurales. Detrás de una puerta de garaje, la número ocho, hay un cuarto habitado por cuatro perros y muchas palabras en la pared. Allí escondido debajo de la mesa esperaba Emilio a que la tuerca gire y haga kaj. 

Marcos Sainz Bacherer (La Paz)

El indeseable

Allá viene.

Wilmer Urtrelo (La Paz)

La exquisita vida familiar

Jungla ganó. Con un certero golpe debajo de la quijada me derrumbó sobre la lona y el réferi contó los tres segundos de rigor. Ahora, por primera vez en quince años de carrera, perderé la máscara. Aunque eso no será lo peor de todo. Jungla, que ahora recibe los aplausos y gritos del público, sabrá que yo, Rencor Humano, soy su padre. 

Abraham Omonte Rivero (La Paz)

La primera vez

José Luis se detuvo un momento ante ella. Era la primera vez que veía una mujer desnuda, y de la sien le brotaban mil gotitas, en forma de diamantes, humedeciéndole enseguida la mejilla. Mientras miraba el rostro inolvidable de aquella joven mujer desabotonó el cuello de la camisa, y zafando un poco la corbata de colegio, quiso dejar de temblar en forma perceptible; hizo, asimismo, un esfuerzo por respirar tranquilo. Ella tenía una mirada diáfana, una sonrisa provocativa, un destello en el lugar mismo donde terminan los sueños e inician su vida los fantasmas del recuerdo. El color leche de su cuerpo incitaba aún más los sentidos de José Luis, provocándole sensaciones nunca antes sentidas. Respirando a duras penas, y ante la impotencia innegable de no saber que hacer o decir, se hizo a un lado, y caminando despacio se dirigió al siguiente cuadro, que mostraba un paisaje natural.  

Rolando Parejas E. (Santa Cruz)

La rata

Una horrible y enorme Rata ha tomado la ciudad. Deambula por sus calles. Miserias. Los indigentes duermen en los bancos de las plazas. En oscuros zaguanes. Salen las sombras a caminar. Ángeles dormidos junto a las estatuas. Escucho el chirrido del animal. Casas solas esperan iluminadas. Me alejo, ¿todos duermen? El escenario en sombras rechina. Olor a excrementos. La Rata olisquea y husmea alzando la cabeza. Transparente como un sueño, avanza. Teje su ruina.

Javier O. Zamora Michel (Chuquisaca)

El príncipe encantado

La princesa se desató con calma la maraña de nudos del corsé. La luz de la luna entraba por la ventana  del palacio y rebotaba en el hombro desnudo de la princesa, como cuando cae el agua por una cuchara. Al fin, la princesa estaba desnuda como una campana. El príncipe quedó encantado.