«La gran literatura cumple en ella un papel insustituible porque nos traslada a la conciencia y circunstancias de otros, singulares y concretos. Leer es la experiencia de poner entre paréntesis nuestro yo para poder ver el reflejo que nos envía el autor desde su peculiar mundo creado…»

Por Pedro Gandolfo

Leo en dos autores de distinto pensamiento político -Martha Nussbaum y Mario Vargas Llosa- una reivindicación enfática de la literatura como maestra de ciudadanos, es decir, de miembros activos de una comunidad política concurriendo al debate y a la toma de decisiones sobre los asuntos que competen a todos, de manera crítica e informada, con el propósito de lograr, no su bien personal, sino el colectivo. Nussbaum lleva a cabo una estrategia más amplia, la cual abarca todas las humanidades, siendo la defensa del lugar que ocupan ellas en la formación de buenos ciudadanos una de las líneas permanentes de su trabajo filosófico. La literatura es una disciplina principalísima dentro de los estudios humanísticos y, por lo mismo, ambos autores convergen en varios argumentos, de los cuales me gustaría tan solo esbozar el perfil de uno.

La educación cívica, cuya reciente reposición como asignatura escolar corre siempre el peligro de convertirse en «instrucción cívica», se funda en un eje antropológico esencial: la percepción práctica del Otro, del ser humano diverso a mí y a mis cercanos (que suelen ser muy parecidos a mí), como una conciencia encarnada también semejante, que comparte una condición humana común y, en consecuencia, es acreedor de una igual dignidad.

Las costumbres moldean de manera profunda y de modo casi imperceptible nuestra persona y, por ser siempre costumbres de un lugar y de una época, esa conformación nos confinaría en la visión y opiniones de nuestra circunstancia si no fuera por la cultura, que en su sentido más alto es cultivo de universalidad, es aprendizaje de lo común de la naturaleza humana tras las apariencias de diversidad.

La gran literatura cumple en ella un papel insustituible porque nos traslada a la conciencia y circunstancias de otros, singulares y concretos. Leer es la experiencia de poner entre paréntesis nuestro yo para poder ver el reflejo que nos envía el autor desde su peculiar mundo creado. En una buena lectura se llega a ser, así, madame Bovary, Raskolnikov, Gregorio Samsa, «El Guarén», Herzog, Odiseo, Marlow, Camondo, la señora Dalloway, para nombrar solo los primeros que se me vienen a la cabeza.

Leer es un viaje hacia lo otro, quizás el único auténtico que subsista, un viaje que pone en ejercicio permanente la imaginación empática, la capacidad de colocarnos con los ojos de nuestra mente en la situación descrita por el escritor, por distante que sea de la nuestra. La literatura es maestra de otredad, y sin apertura hacia ella no hay ciudadanos, sino meros consumidores.

Por desgracia, desde hace décadas vienen estrechándose el tiempo y la dedicación para la literatura en los planes y programas escolares. No hay educación cívica posible por ese camino.

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