Por Gonzalo Robles Fantini
Con interesantes exposiciones, y un sentido intercambio con el público asistente, se desarrolló la charla Novela y cuentos en dictadura, el martes 11 de octubre, en el Café Literario Parque Balmaceda, en el marco del ciclo Literatura e Historia, que una vez al mes realiza la Corporación Letras de Chile.
En la oportunidad se dieron cita Ítalo Fuentes Bardelli, historiador; Josefina Muñoz Valenzuela, escritora, y Ramón Díaz Eterovic, escritor. Moderó el periodista Vólker Gutiérrez.
Ítalo Fuentes comenzó su ponencia aclarando que, a su juicio, no hay una diferencia sustantiva entre literatura e historia, pues la historia es, en sí misma, lenguaje, y el lenguaje son acontecimientos. Entonces, una novela u obra poética constituyen, perfectamente, historia.
Respecto al tema de la charla, Ítalo lo entiende como un período, vivido por su generación, que no se encuentra del todo asumido. En su caso particular, él vive la dictadura en la V Región, y sobre la base de los escritores de esa zona con los que le tocó compartir articula su ponencia: Guillermo Rivera, Ennio Moltedo, Ximena Rivera, Juan Luis Martínez, Juan Cameron, entre otros.
Desarrolla el tema de la literatura de la clausura, la cual vivió en reuniones en casa de Guillermo Rivera durante la dictadura, en noches ininterrumpidas de toque a toque de queda. Específicamente el tópico de la literatura del autoexilio, tanto en la narrativa de Adolfo Couve como en la prosa poética de Ennio Moltedo.
En relación al primero, afirmó que Adolfo Couve fue muy claro al expresar su parecer en una entrevista, al señalar, ante la inconformidad por la dictadura militar, que o se iba de Chile o se iba del país a Cartagena. El escritor ve en este balneario un lugar marginal que escapa de la sociedad represiva, se siente en democracia al residir ahí durante la década de los 80.
Fuentes Bardelli plantea que la narrativa escrita durante la dictadura fue de mucho rigor en su producción, tanto por la situación de enclaustramiento que vivía el país como por representar de forma creativa el fin de una era, de un tiempo, que evidentemente es el final de la república, del colectivo, del espacio público. En este sentido, Couve aprendió de Cartagena sobre la pobreza y la marginalidad.
El historiador leyó un fragmento de la narrativa de Couve en el que el autor describe un escenario teatral en ruinas, donde pululan espectros. Para Fuentes, el narrador situado en Cartagena escribió desde el borde de las ruinas, representando las circunstancias que vivía Chile en ese período.
En el caso del poeta porteño Ennio Moltedo, se trata de una prosa poética que aborda temas históricos. En ella, se acoge la sensación de desencanto, del derrumbe de un mundo. Se refiere, según Fuentes, al fracaso histórico de la república, como espacio colectivo, lugar donde compartir, la vida de barrio.
Para el historiador, Couve y Moltedo, con su creación literaria, caminan sobre un mundo en ruinas, el cual queda grabado en los códigos hasta el día de hoy. Fracasa el espacio público, sólo se desarrolla el ámbito privado. En el caso de Moltedo, su autoexilio en la literatura de provincia es una forma de resistencia. En ambos, eso sí, el Ethos que los guía en su producción literaria es el bordemar.
Sin embargo, Fuentes Bardelli asegura que este proceso continúa: el desencanto, la imposibilidad de retorno al origen, que se constata en la literatura de Couve y Moltedo, indican de la dictadura, en términos simbólicos, no ha terminado aún.
Josefina Muñoz subraya que hoy existen pocos espacios para cultivar la memoria. Basa su exposición en dos antologías de la época: Andar con cuentos y Contando el cuento.
Primero realiza una panorámica de lo que fue la dictadura militar, a 43 años de finalizada. Hace un recorrido por el significado de la implantación del modelo económico neoliberal, los horrores de las violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, los múltiples homicidios, el atentado a Pinochet en 1986, los sucesivos estados de excepción, que privaban a los chilenos de sus derechos y libertades básicas.
Refiriéndose a la creación literaria, recuerda que el fin de la censura por parte de la Dinacos fue el año 1984. Entonces Martín Cerda, que en ese entonces era presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), publica la antología Andar con cuentos. Participan Roberto Rivera, Carlos Franz, Ramón Díaz Eterovic, Diego Muñoz Valenzuela, Antonio Ostornol, Poli Délano, entre otros.
Poco después, Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic publican la antología Contando el cuento. Participan el grueso de los escritores de la antología anterior, y se suman Pía Barros, Luis Alberto Tamayo, José Paredes, entre otros.
Josefina Muñoz afirma que la literatura es interpretación, pues contar y escuchar historias de dar sentido a los acontecimientos. Por esto, las identidades de los individuos y de las sociedades se realizan en determinados contextos. En este sentido, la literatura escrita en dictadura, recopilada en los cuentos de ambas antologías mencionadas, recoge personajes heridos, donde víctimas ni victimarios están a salvo. Para ejemplificar, lee el siguiente microcuento de Pía Barros:
Golpe
Mamá, dijo el niño, ¿qué es un golpe? Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio. El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía un tinte violáceo.
Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic afirman que la Generación del 80, a la cual pertenecen, es huérfana, pues sus maestros partieron al exilio, y que en su literatura buscan un lector cómplice, según definición de Mario Benedetti, debido a que requiere interpretar códigos y atar cabos sueltos al leerla. Estas obras literarias fueron escritas a contrapelo.
Josefina Muñoz finalizó su ponencia leyendo el bello microcuento Dos pares en mil, de Álvaro Venegas, el cual obtuvo un reconocimiento en el Concurso Santiago en 100 Palabras, pero que a juicio de ella debió haber obtenido el primer lugar, que resume la situación que legó nefastamente la dictadura y que perdura hasta hoy.
Ramón Díaz Eterovic recalca que hubo, durante la dictadura, literatura en el exilio y al interior del país, en la cual conviven diversas generaciones: la del 38, la del 60, los Novísimos, la del 80. Esta última, a la cual pertenece, es una generación sin maestros, pues estaban en el exilio y, a su vez, otros sumergidos, como el caso de Fernando Jerez, que muchos pensaron que estaba en el exilio y, en realidad, se encontraba recluido en su hogar, a la espera que la situación fuera menos riesgosa.
Esta generación cultivó más bien el cuento, de forma marginal, donde abundaron los folletos, revistas, pasquines. Fue, en un sentido amplio, una generación huérfana: sin maestros, sin crítica literaria, sin editores, con censura u autocensura, con cierre de editoriales, con represión y miedo.
En la antología Contando el cuento, editada por él y Diego Muñoz Valenzuela, afirman que el hábitat de la promoción literaria fue la violencia, y el acto de escribir una forma de sobrevivir. Esta publicación fue lanzada en septiembre de 1986, en el Teatro de la Comedia, poco tiempo después del atentado a Pinochet, una noche de toque de queda. Había mucho miedo en ese entonces, lo cual fue la tónica de la generación.
Pese a la orfandad de la promoción literaria, Díaz Eterovic señala que los escritores tenían mucho oficio, pues eran grandes lectores. En la literatura de esta generación abundan los personales marginales, las atmósferas de encierro, los amores imposibles. Fue una producción de oficio solitario del escritor.
El autor de la saga policial del detective Heredia menciona tres características de la generación, que a su juicio representan aportes a la literatura nacional: el carácter testimonial de la obra (eran hechos que estaban padeciendo); el empleo decidido de distintos géneros literarios. No significa que antes no se hiciera, pero esta generación se atreve con distintos géneros, desde los márgenes, como la ciencia ficción, la narrativa social, el policial, la novela histórica, entre otros. Una tercera característica que rescata Díaz Eterovic es la gran y sólida presencia de escritoras mujeres, con una importante participación.
Pese al miedo, según el escritor, esta generación aportó a la memoria y la denuncia de los hechos acaecidos en dictadura- algo no menor, considerando que los autores tenían entre 17 y 20 años, en general, al momento del Golpe de Estado- lo cual sigue siendo valorado hasta el día de hoy.
Estas interesantes reflexiones de los panelistas invitados a la charla Novela y cuentos en dictadura se han cifrado como una constante en los espacios generados por Letras de Chile en su ciclo Literatura e Historia, el cual culmina el mes de noviembre, razón por la cual aún se pueden aprovechar estos aportes brindados tanto a los lectores de literatura como al público en general.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…